Capitulo 4: El odio corroe

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Todo mi cuerpo tiembla, ¡rayos! No logro comprender porque reacciono así. Su pregunta me ha pillado por sorpresa y ni se como responder. Bajo la mirada y tratando de no quebrarme frente a él pido

— Váyase, por favor, sólo váyase y déjeme en paz

Se acerca a mi y su sola cercanía me aterra, no puedo controlarlo, no soporto que estén tan cerca de mi. Doy unos pasos hacia atrás y él responde

— No me ha contestado

— Odio a los prepotentes e imbéciles como usted.

— ¿Está hablando de prepotencia? ¿Es en serio?

Agarro mi bolsa y trato de salir de la oficina pero el troglodita de Evans no me deja salir. Comienzo a desesperarme y mucho. Se acerca a mi hasta ponerme contra la pared y muerta del miedo pregunto

— ¿Que demonios quiere? Déjeme ir

— La llevaré a su casa, y si no desea que la lleve al menos le pediré un taxi. Además, quiero que acepte mi invitación a cenar. Así de una vez por todas dejamos las diferencias a un lado.

— Yo no quiero cenar con usted y tampoco quiero que me lleve a ningún jodido lado.

Sonríe

— Vale, entonces pasaremos la noche aquí en la empresa. Usted decide.

¡Maldita sea! Quiero que me deje en paz el troglodita este. Odio que me lleven la contraria, odio que quiera hacerse el listo conmigo. ¡Odio su cercanía!

— Iré en taxi, y si cenando con usted voy a lograr que deje de fastidiarme la vida, bien. Cenaré con usted pero no por gusto y gana.

No deja de mirarme, sus ojos parecen querer acariciar mi cuerpo y su silencio me altera, no se qué piensa, qué demonios quiere de mí.

— Tranquila, sólo es una cena de protocolo, yo tengo malos ratos, muchos..., pero no malos gustos y usted, no es mi tipo.  El viernes a las siete en el restaurante cerca de aquí

Debería enojarme mucho su comentario, más que enojarme debería partirme en dos de la rabia pero más que enojarme me hace sentir como algo que sólo produce asco y repulsión.

*****

Días después

He decidido no ir a la empresa hoy. Me que quedado leyendo libros, muchos libros y tomando té verde. No dejo de pensar en lo que hablé con Hillary hace unas semanas atrás, el sexo. Ese tema más que asustarme me asquea. He intentado varias veces el tocarme buscando algún tipo de placer, ese del que todo el mundo habla y sólo consigo temerle más al sexo. No siento, ni siquiera un poco de placer. Puedo pensar en sexo y nada pasa en mi, o si..., más bien me asqueo. Esa es mi vida, esa es mi condena y una que no me dejara ser feliz con nadie. Dejo el libro a un lado y bajo a la sala de estar buscando mi bolso y recuerdo una pequeña cosa, hoy es viernes..., hoy es la cena con Aarón Evans. No se como zafarme de ese compromiso donde el mismo me metió. Lara, no te engañes, quieres en el fondo ir a esa cena porque algo extraño en ti desea que así sea. Busco en el armario entre toda la ropa que tengo aún sin estrenar el mejor vestido y los mejores tacones. Nunca antes alguien me ha invitado a ningún lugar. Es la primera vez que alguien voltea a verme se da cuenta de que existo por más que intento repelerlos con mi mal carácter. Pasan las horas y sólo falta una hora y media para ir a la cena. Comienzo arreglarme y sin sentirme muy convencida de que sea correcto ir a esa estúpida cena. Termino de aplicarme el rubor suelto un suspiro temeroso. ¿sera correcto que salga a cenar con Aarón Evans? Termino de colocarme el labial y muerta del miedo salgo en el coche de camino al restaurante. Aparco el coche y las manos me sudan y los nervios me controlan. ¡Dios! Basta ya Lara, control..., control.

Me robaste la Razón Where stories live. Discover now