Cap 4: Paredes Blancas

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De pequeño siempre seguía a Ronald. De arriba a abajo, de izquierda a derecha. Quería hacer las cosas que él hacía. Mi mamá solía decirle a Ronald que me incluyera en sus planes y él de una forma u otra lo hacía. Y así sea yo el que tenía que cargar cosas o el que le llevase gaseosas heladas a sus amigos no me importaba. Pasar tiempo con él era mi actividad favorita. Cuando su grupo de amigos empezó a fumar la habitación siempre se llenaba de un amargo humo. A mí me daban pequeños ataque de tos y eso molestaba mucho a Ronald. Él solo me mantenía ahí con la condición de que no le diga nada ni a mamá ni a papá. Carlos, Pedro y Aníbal eran los amigos de Ronald y los tres ya fumaban. Pedro intentó hacerme probar pero Ronald lo detuvo con un empujón.

—No seas idiota es un niño —le reclamó. Me llevó a su lado y me dio el Nintendo para que no los molestara. Los cuatro hablaban de una chica llamada Francesca y de lo bueno que estaban sus tetas y de lo bueno que estaban sus piernas y de todas las cosas que le harían si estuviesen a solas con ella. A mis ocho años consideraba esa una forma muy fea de dirigirse hacia una mujer y me prometí que cuando sea grande nunca pensaría así.

Una tarde mientras veían un partido de fútbol hicieron una apuesta sobre Francesca. El que se la llevaba primero a la cama recibiría dinero del resto. Mi hermano ganó la apuesta. Recuerdo cuando llegó a casa de la mano de una chica pelirroja que no aparentaba su edad, sino parecía mayor. Me preguntó si es que estaba mamá y le dije que no.

Caminé detrás de él porque quería mostrarle que había mejorado mi nivel en el videojuego del Nintendo. Pero cuando entraron a su cuarto me ordenó que me vaya al parque y que no lo jodiese. Después cerró la puerta en mi cara. Y desde ese día lo siguió haciendo. Desde esa tarde donde lo escuché gemir junto a Francesca mientras la cama rechinaba bajo sus cuerpos me dejó de lado para siempre.

Igual que lo dejé de lado cuando me invitó a su boda, cuando me invitó al primer cumpleaños de su hijo, al segundo, al tercer y al cuarto. Sé que me invitaba por cumplir, nunca me defendió cuando veía que en el colegio me arrinconaban y me golpeaban. Ni cuando me metieron en el baño y colocaron mi cabeza en el inodoro lleno de agua mezclada con orine. Sentía que no podía respirar y tuve un ataque de asma. Los muchachos se asustaron y me dejaron tirado. Yo sé que mi hermano sabía lo que me hacían porque ellos lo planeaban y lo hacían con varios niños.

Lo sé porque los escuchaba cuando se juntaban a fumar y a ver el fútbol. Era una forma de vengarse porque le dije a mamá que había traído a Francesca a la casa. Una día trataron de encerrarme en un armario y fue cuando Rocky apareció y los golpeó. Sí, aunque suene raro lo hizo. Ellos tenían casi ocho años más que nosotros pero Rocky recibía clases de judo y karate.

Una tarde Ronald fue a verme, seguro porque mamá le habría contado sobre el accidente con mi pierna. Rocky lo vio por el pequeño visor de la puerta. Le dije que no hiciera ruido porque seguro se aburriría de tocar en cualquier momento y se iría. En esa oportunidad estaba yo al otro lado de la puerta y se sintió muy reconfortante.

Cada golpe que daba contra la puerta era como música para mis oídos. Mamá había venido la semana pasada y se molestó mucho conmigo porque había pasado tres meses sin decirle nada al respecto de mi pierna. Pero no pudo estar molesta por tanto tiempo. Pasó todo el día conversando conmigo, contándome como estaba papá con el tratamiento de cáncer que está recibiendo en Estados Unidos. Le pedí que no le dijera nada pero la noche siguiente papá me llamó y me alegró mucho escuchar su voz. No puede vocalizar muy bien pero oír sus masculladas palabras me hizo sentir mejor. Mamá volvió el viernes pasado a Chicago.

—John, tengo turno a las 6. Debo abrir la puerta —señaló de la nada Rocky rompiendo el silencio en el que nos habíamos sumergido.

—¿Sigue ahí? —pregunté algo adormilado. Se paró y caminó hacia la puerta. Echó un vistazo por el mirador.

Por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora