Capítulo XXXIII

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Jake

Aparqué delante de casa y bajé cerrando la puerta con cuidado. Apreciaba muchísimo mi coche, y cualquier rasguño me afectaba a mí. Abrí la puerta principal y empecé a subir las escaleras, renegando, de nuevo, a causa de no tener un ascensor. Abrí la puerta y delante mío estaba Gaby, muerto de hambre. Le preparé un bol con leche y se lo dejé en el suelo, mientras yo me precalentaba una pizza congelada, ese día no me podía entretener en la cocina, tenía prisa.

Mientras se iba haciendo en el horno, puse un plato y un vaso en la mesa y esperé revisando el móvil. Volví a llamar a Tiffany, para ver si podíamos hablar un rato, pero tampoco me lo cogió. Esta vez, decidí no dejarle ningún mensaje.

Justo antes de que se empezara a quemar la pizza, la quité con cuidado y la puse en un plato. La corté y me esperé hasta que se enfriara un poco. A pesar de la prisa, comí con tranquilidad, mientras miraba las cajas en el fondo de la habitación. Hacía poco menos de unos meses que me había mudado, y todavía tenía cajas de la mudanza sin abrir.

Puse los platos en el lavavajillas y acaricié a Gaby. ¿Lo estaría alguien buscando? Y con ese pensamiento en mente, bajé las escaleras.

Encendí el potente motor del corvette, y salí del aparcamiento, dirigiéndome de nuevo, al terreno arenoso en el que había aparcado por la mañana.

El trayecto fue tranquilo, no más de veinte minutos. La brisa acariciaba suavemente mi rostro, haciéndome cerrar los párpados más veces de lo habitual. Cuando llegué apagué el motor y saqué las llaves del coche. Cogí las cajas de luces que llevaba en el maletero, dónde las había dejado por la mañana. Cogí una bolsa que llevaba en el asiento trasero del vehículo y la llené de las luces que contenían las cajas.

Empecé a caminar mirando las flores, tenían algo especial. El sol brillaba con fuerza, pero los árboles tapaban cualquier rayo, dejando entrar a través de las hojas, solo los rayos más potentes.

Llegué al puente rato después, y volví a ver el agua clara. Empecé a preparar mi plan; si no funcionaba, no sabía que haría, ya que yo no era de los que tenían plan b. Pasé por el puente y conecté las luces de navidad por los árboles, gastando todas las que había comprado. Puse todos los botones para encenderlas en un mismo árbol, para poder localizarlos con facilidad. Mañana iría allí con Tiffany, y cuando empezara a oscurecer las encendería.

Quedé satisfecho con mi trabajo, a pesar de haberme pasado allí toda la tarde, había valido la pena. Durante las tres horas aproximadas que pasé allí, nadie había paseado por allí, así que mis miedos de que alguien descubriera mi secreto se habían desvanecido por completo.

Cogí la bolsa dónde había llevado las luces, que reposaba cerca del agua. La agarré con la mano, y no pude resistirme a remojar los pies en aquella agua tan clara. Me quité los zapatos y los puse con cuidado encima de la bolsa. Me retiré los calcetines de los pies y los puse dentro de los zapatos. Me preocupaba que el agua estuviera fría, pero me sorprendí al ver que no.

Miré el reloj que sostenía mi muñeca de reojo. Empezaba a oscurecerse, y tan sólo eran las siete. Me puse los calcetines y los zapatos y volví al coche. Mientras caminaba revisé el móvil, pero no tenía mensajes de Tiffany, tenía uno de Mireia, decía que la llamara en cuanto pudiera, así que de camino hacía el coche la llamé.

-¿Mireia? -pregunté.

-¡Jake! Tiffany me ha enviado un mensaje, decía que la habías invitado a ir en bicicleta, pero que al final no, que si yo tenía algo que ver. -suspiró. Sabía que no le gustaba que habláramos sin que ella lo supiera, aunque tan sólo lo hacíamos para prepararle una sorpresa.

-No... al final he preparado otra cosa. -parecía interesada. -iremos a un sitio muy bonito que he encontrado en medio del bosque, hay un río, y he puesto luces por los árboles, por la noche las encenderé.

-¡Oh! ¡Qué buena idea! Le encantará. -por su tono de voz se notaba que estaba sorprendida de manera positiva.

-Bueno tengo que colgar, me alegro de que te guste la idea. -había llegado al coche, y no era de mi estilo hablar por teléfono mientras conducía. Me dijo un adiós animada y colgué. Subí al coche aliviado de que le gustara la idea, y conduje hacía casa.

Gaby dormía en el sofá cuando crucé la puerta de entrada. Eran casi las nueve, pero no tenía hambre. En vez de ello, tenía sueño, y cansancio. Me metí en la cama y dormí hasta la mañana siguiente, que tenía que volver a trabajar. Antes de cerrar los ojos, puse la alarma para no dormirme.

Recuerdos prohibidos {EDITANDO}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora