Capítulo 8 Un Peón contra el Rey

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—¿Señor Holmes? —llamó confundida. Él pausó su análisis y replicó con un leve movimiento de cabeza y una suave sonrisa—. Sígame, por favor —continuó mientras daba la media vuelta e iniciaba su caminar.

Sin más porque esperar le obedeció y caminó dos pasos detrás de la joven. El recorrido fue silencioso y en ningún momento dejo de contemplar todo el lugar, la recepción era un espacio enorme con un gran escritorio en forma circular de color caoba, en donde notó a otra joven mujer de cabellera castaña atendiendo llamadas y acomodando archivos. El sitio junto a ella pertenecía a la rubia que lo encaminaba hacia su interés. Dejando detrás la recepción, siguieron su camino por un enorme pasillo con paredes pintadas en marfil, causando que la iluminación molestara en los ojos. Por momentos el detective parpadeaba veloz para que estos se adaptarán a aquella intensa luz.

—¿Señor Holmes? —buscó la rubia mientras se detenía.

—¿Sí? —contestó, al momento que daba dos pasos agigantados para acercarse a ella.

—Esta es la oficina de la señora Smith. En estos momentos está atendiendo un ligero asunto y en cuanto termine estará con usted.

—De acuerdo —manifestó sonriente.

Ambos estaban frente a la enorme puerta de caoba y del bolsillo de su pantalón la joven secretaria sacó un juego de llaves en donde, con cierta lentitud, empezó a buscar la llave indicada para abrir la oficina. Holmes veía con una ceja arqueada y cierta desesperación a la dama, consciente de que su calmosa búsqueda era intencional. Cuatro minutos después la rubia sonrió y mostró una llave la cual era el único color dorado de entre todas.

—¡Tantas llaves y siempre se me pierde! —mostró con una falsa sonrisa.

—¡Vaya! Es difícil de creer —continuó Holmes con esa misma falsedad.

Ella desvaneció su sonrisa y le maldijo en voz baja, lo cual él ignoró. Abrió la puerta, se colocó a un lado de esta y levantó su mano.

—Adelante, señor Holmes.

Aun con esa sonrisa abrigada en falsedad él cruzó el umbral y la secretaria se dio la media vuelta lista para retirarse por la puerta cuando este le interrumpió.

—Señorita, un consejo. No porque trabaje aquí quiera decir que la adopción de un niño sea más accesible, así que, le aconsejo que le diga a su esposo que vaya a un médico. Probablemente él es el infértil, no usted.

Sin poder creer lo que había oído la joven secretaría le miró aterrorizada. Holmes se dio la media vuelta para tomar asiento en la silla que había frente a un modesto escritorio de caoba y sin nada más porque continuar la secretaria abandonó el lugar con sus ojos a punto de derramar gigantescas lágrimas.

Holmes escudriñó el lugar con minuciosidad y tomó una bocanada de aire al momento que cerraba sus ojos y se adentraba un poco en su memoria para recordar algunos pequeños detalles.

Cuarenta y cinco minutos atrás.

«¡Sherlock!» Exclamó Molly muy alegre. «No esperaba verte hoy».

Ella caminó hacia el detective quien estaba parado bajo el marco de la puerta del laboratorio, mirándola con evidente seriedad, y con pasos algo nerviosos Molly decidió detener su caminar, a menos de sesenta centímetros de él, notando como su abrigo se movía de la parte de atrás. Confusa ella ladeó su cabeza para descubrir como detrás de él aparecía una pequeña niña.

«¡Oh!» Pronunció nerviosa, pero aún sonriente. «¿Y está preciosa niña?»

 «¿Y está preciosa niña?»

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La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now