CAPÍTULO 40: El amor

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Seguramente tendría que regresar a ver a su nueva pareja, a la nueva chica que dormía con él o que...

Amber se cubrió el rostro con las manos y evitó soltar un sollozo que aún continuaba doliéndole desde lo más profundo de su ser. Apoyada en una de las columnas, sintió desarmarse nuevamente al pensar que él podría estar siendo ahora feliz con alguien más. Estaba tan alejada del mundo en aquel instante que se sobresaltó al sentir unos brazos rodeándola con firmeza, alguien abrazándola con cariño. Un delicioso y conocido aroma llegó a ella y nuevamente no pudo comprender nada.

No entendía qué sucedía con Aaron y eso la mataba.

―Nena, todo estará bien ahora. Sea lo que sea que esté sucediendo, pasará ―La tranquilizó Foster al oído, haciéndole caricias en la espalda muy suavemente. Luego se alejó de ella y le sonrió―. ¿Bien? ―murmuró hacia ella, observándola en la escasa distancia que los separaba. Los ojos azules recorrieron su rostro y luego bajo hasta que Amber empezó a ponerse nerviosa al notar que toda la atención de Aaron estaba puesta en sus labios―. ¿Vamos a casa?

Asintió rápidamente y él bufó lentamente antes de alejarse a varios pasos de ella. La tomó de la mano con suavidad y luego le extendió una bolsa blanca que Amber tomó extrañada.

―¿Qué es esto?

―Son los medicamentos que debes tomar. Los compré cuando dormías y pues, joder, acuérdate de tomarlos, ¿bien?

―Vaya... gracias, Aaron. Fuiste muy amable conmigo y...

―No me agradezcas, haría cualquier cosa por... ―Entonces calló abruptamente como si acabara de recordar algo y carraspeó―. Ayudar. No podría haberte dejado así y quedarme con la consciencia tranquila.

Claro, obviamente todo era algo personal y moral, no tenía nada que ver con ella.

―Sube.

Podría haber tomado algún bus o caminar las miles de cuadras hasta llegar al apartamento donde su hermano solía hospedarse. Ahora ella vivía sola allí ya que Marcel, como estudiante, tuvo que regresar a dónde siempre vivió. Así que sólo era Amber y nada más. Apenas recibía llamadas de su hermano mayor, de vez en cuando.

Después de decirle a Aaron dónde se quedaba, aunque debía aceptar que realmente quería estar a su lado, se mantuvo callada en aquel auto que tan bien conocía.

―¿Dónde estuviste? Todos... Se preguntaban por ti.

―Estuve con mi hermano un tiempo. Él tuvo que quedarse ahí a estudiar y trabajar, y yo regresé a lo mismo. Así que...

Calló al instante en el que el auto se detuvo tan rápido que los cuerpos de ambos jóvenes se fueron hacia delante por la rapidez e intensidad. Con la respiración agitada y los ojos abiertos de par en par, Aaron la observó con marcada preocupación.

―¿Estás diciendo que tu hermano regreso y ahora estás sola?

―Eso dije ―Se encogió de hombros, restándole importancia―. Siempre he vivido así, por lo que no hay ningún problema.

¿Qué importaba de todos modos? Prácticamente había vivido sola toda su existencia.

Pero Aaron de pronto lucía fastidiado, el rostro tenso y los dedos presionados con tanta fuerza sobre el volante que los nudillos los tenía incluso blanquecinos. Bufaba y resoplaba por lo bajo.

Fue ello lo que, además de ponerla incomoda, la hizo reaccionar. ¿Qué hacia ella allí con su ex? Debía estar odiándolo, como casi lo hacía, no pasando un bien momento con él ni dejando que su corazón se derritiera con cada palabra que Aaron le decía.

―¿Hay algún problema, Aaron? ―murmuró incómoda, mirando por detrás de la ventana para asegurarse de que no había algo extraño molestándolo―. Quizá estás muy apurado ahora y yo puedo.

―No ―le cortó él al instante―. Ya vamos a llegar.

Se mantuvo callada y resoplando hasta que el viejo edificio donde ahora vivía apareció frente a ella. Bajó del auto en silencio y, cuando estaba por despedirse de él y agradecerle, simplemente, para que se fuera, lo vio apoyado sobre el auto y mirándola serio, los brazos fijamente cruzados con el pecho.

―Gracias por todo, Aaron ―resopló por decimoquinta vez en todo el día―. Nos vemos por ahí, adiós...

Giró sobre sí misma pero apenas pudo dar un par de pasos cuando la risa burlona de él la detuvo abruptamente.

―¿No te olvidas de algo?

Por supuesto, había estado tan desesperada por salir de ahí que había dejado olvidado sus medicamentos en el auto de Foster. Dio una larga inspiración y, sintiendo que nada estaba saliendo como ella quería, dio media vuelta para arrebatarle la bolsa blanca de las manos del castaño.

No tuvo idea de cómo, tropezó con el pie de Aaron que parecía haber estado estratégicamente extendido, cayó sobre él de la manera más brusca posible.

―Tan torpe ―sonrió Aaron, sujetándola de la cintura, subiendo la mano lentamente en ella hasta que los suaves y fríos dedos del muchacho llegaron a su rostro.

Un escalofríos recorrió su espalda cuando la yema del pulgar acarició sus labios detenidamente. Los ojos de Aaron se abrieron aún más sobre su boca, contemplándola absorto y deseoso, observándola como si fuese aquello por lo que tanto tiempo había esperado.

Y la besó.

No le importó a ninguno si aquello estaba mal, si besarlo de aquella manera tan lenta e intensa iba a avivar los recuerdos en ella hasta confundirla. En ese preciso instante no pensó por qué, después de que Aaron le hubiese dejado en claro lo aburrido que estaba de ella, la besaba como si no hubiese mañana.

Amber sólo lo disfruto como si fuese el último de todos.

Llevó las manos al cuello de Aaron y le acarició la nuca apenas, recorriendo los dedos en él hasta que lo sintió incluso temblar contra ella ante su tacto, bajó lenta y cadenciosamente, disfrutando cada segundo que pasaba entre sus bocas. Sus ojos se cerraron e impregnó en él su esencia, cada tristeza y ese dolor que sentía desde lo más profundo de ella. Lo quiso una vez más y una última vez lo beso.

―Tan dulce como siempre ―suspiró Aaron con pesadez contra su cuello antes de abrazarla con fuerza―. Dios, Amber, ¿dónde jodidos estuviste, eh?

Eso simplemente no debió haberlo permitido. Pero él se comportaba de aquella manera tan preocupada y caballerosa que la confundió aún más de lo que había estado aquella última vez que se fue. Porque no entendía. Realmente llegó a pensar que había algo más por lo que Aaron había terminado con aquella relación. No entendía cómo, cuando la miraba de aquella manera y la besaba como siempre lo hizo, decía luego que ya no la quería.

Las piezas no encajaban en lo absoluto y supo entonces, ahora convencida, que Aaron Foster le había ocultado algo.

―Debo irme ahora, Aaron.

―¿Te veré mañana? ―preguntó angustiado.

Amber esbozó una débil sonrisa y se alejó de él.

Adiós.

AMBER ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora