Capítulo 9

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Cuando la moto aceleró, la inercia empujó a ___ hacia atrás e instintivamente, se sujetó más fuerte a la cintura de Justin. Al doblar una curva, la Harley y sus dos ocupantes se inclinaron hacia la derecha, y ___  se pegó al cuerpo de Justin. En esa posición, sus pechos se apretaban contra su espalda.

-¿Adónde vamos? -gritó para que él la oyera. -No muy lejos -contestó Justin-. ¿Te gusta el marisco mexicano?

-Sí. ¿Vamos a El Camarón?

-Exacto.

-¡Me encanta!

Saber que iban a un restaurante que conocía la tranquilizó y le permitió disfrutar del paseo en moto. Hacía años que no montaba en una, y Justin la manejaba con la experiencia de un piloto profesional. Montar en moto era más excitante que montar en coche. Su asiento era un poco más alto que el de Justin y podía ver por encima de su hombro. Si hubiera querido, podría haberse inclinado un poco y haberle lamido el lóbulo de la oreja. «Pero si lo hago-pensó-, igual pierde el control y nos salimos de la carretera.»

El rugido del motor bloqueaba cualquier otro sonido. El viento secaba sus labios y alborotaba su cabello -varios mechones habían escapado del clip y bailaban alrededor de su cara-; pero, además, el viento le traía el olor, ya familiar, de Justin. Inspiró para llenarse de él, y sus pezones se endurecieron. «Parezco el perro de Pávlov –se dijo-. Huelo a Justin y empiezo a salivar. Me pregunto si nota mis pechos presionando contra su espalda.» Sentía la extraña necesidad de frotar su cara contra la camiseta de él, como una gata que marcara su territorio.

A los pocos minutos llegaron a Jefferson Boulevard. Justin aparcó frente a un bloque de edificios que albergaba el restaurante y ambos desmontaron.

___  quería entablar una conversación informal mientras caminaban hacia la entrada del local, pero no se le ocurrió nada qué decir. Todavía no acababa de creerse que estuviera con Justin, y mientras su cerebro intentaba poner orden en sus pensamientos, otra parte de su cuerpo estaba ya de fiesta.

El Camarón ocupaba parte de un edificio que antiguamente había sido una fábrica. En el centro de la planta baja se encontraba un popular bar rodeado de peceras de agua salada, de modo que los clientes del restaurante disfrutaban de espectaculares vistas de peces que, por lo general, sólo podían verse en el océano.

El maître los acompañó a una mesa y, con muchos aspavientos, ayudó a ___ a quitarse la chaqueta y a colocarla en el respaldo de su silla. Cuando el hombre desapareció, se hizo un incómodo silencio entre ellos. Consciente, de pronto, de que podía llevar unos pelos de loca, ___ se examinó  el peinado a tientas e intentó dominar los mechones rebeldes. Quería decir algo, pero nada de lo que se le ocurría le parecía bien, y fingió estar estudiando el menú.

Justin  habló primero.

-¿En qué estás pensando?

-Me ha sorprendido que vinieras... Quiero decir, después de lo de anoche -se explicó ___  ante su expresión extrañada-, cuando me dijiste que me fuera -su voz denotaba inseguridad.

Él frunció el ceño.

-No pienses que te rechacé, Princesa. Dejarte marchar anoche es una de las cosas más difíciles que e hecho en la vida.

-¿Ah, sí? -susurró ella.

-Y tanto -su voz se hizo más grave-. Necesitaba follarte como necesito respirar.

___ suspiró, pero antes de que pudiera decir nada, apareció el camarero con una bandeja y una botella de agua. Como ambos conocían bien el restaurante, habían pedido los platos de memoria; unos tacos de gambas para Justin y unos calamares para ___.

Bad Boy ➳ j.bDonde viven las historias. Descúbrelo ahora