Capítulo 2

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Es que, es ridículo. Gerard se ve demasiado bien para ser alguien tan estúpido. Frank no quiere estar enojado con él pero vamos, es casi imposible.

—No puedo callar a mi puta clase de música —Dice lentamente, gesticulando con sus manos frente al bonito rostro del otro— porque es una puta clase de música. Es lo que hacemos: ruido. Sin ruido no hay música, idiota.

—No te pido que sea para siempre ni nada de eso, sólo un momento para que podamos ensayar. Una o dos clases, eso es todo, por favor.

Gerard parece no querer rendirse nunca y eso vuelve al otro completamente loco. Ni siquiera está siendo rudo o insultándolo como Frank si hacía (ya había usado la palabra "puta, mierda, idiota y estúpido" unas más o menos veinte veces) sino que cada vez parecía más razonable. Hubo un momento en que sus suaves palabras casi logran que el tatuado concediera lo que pedía, haciéndolo sopesar que quizás podría dar algunas clases teóricas en lugar de hacer tanto ruido. Pero por supuesto que no iba a pasar, porque eso significaría dejar a Gerard ganar y él simplemente no hacía esas cosas. Perder, pff, él no perdía una discusión.

—¿Quién carajo te llamó aquí de todos modos? —Sigue, moviendo rápidamente su cabeza en señal sorpresa cuando escucha la campana que señala el recreo. Pone una evidente cara de fastidio al notar que su preciada hora de clase terminó y que él no había podido terminar la lección. Nunca le pasaba, tampoco.

—Bueno, —El chico de repente parece levemente incómodo, pone una mano en su cuello y esboza una incómoda sonrisa que hace a los interiores de Frank empezar a dar saltos mortales— necesito este trabajo. Mira, tengo que vivir de algo, ¿no? Y no es como si recibir mi título de la universidad de artes me diera muchas oportunidades... en principio quería ir a Brooklyn y ya sabes, probar entrar en esas obras de Hollywood como todo el mundo hace. Pero no tengo dinero para ir ahí, bah, ni siquiera tengo dinero para alimentar a mi gato. No sé por qué lo tengo si soy alérgico pero bueno, creo que me encariñé un poco con él. Se llama Bill Gates, ¿entiendes? Gates, de gato.

Frank, por una vez, no sabe que decir. Se limita a observar al alegre rostro del chico, que parece estar completamente bien con un chico de medio metro gritándole hace 40 minutos. Le extraña: casi todos se rendían para ese entonces, lo insultaban y luego se iban. Su estrategia de ser una persona profundamente insoportable era simple pero efectiva.

Por alguna razón, Gerard no cae. Se limita a asentir y clavar en él sus cambiantes ojos, que parecen estar dándole un recordatorio insufrible de lo atractivo que es. No podría discutir mucho tiempo más a menos de que le desfigurara el perfecto rostro, en especial esa nariz respingada. Hay algo esa facción en particular que le resulta extrañamente conocida, como si estuviera acostumbrada a verla.

—¡Ah! —Exclama, empezando a caminar por los pasillos. Gerard lo sigue sin dudar— eres pariente de Mikey, ¿verdad?

—Soy su hermano —Dice, con un encogimiento de hombros.

—Lo sabía, —Murmura, abriendo la puerta de su oficina— sabía que ese bastardo me ocultaba algo. ¡Su hermano viene a trabajar con nosotros, que alegría! Maldito idiota, y yo pensando que éramos amigos.

Gerard suelta una risita y cuando lo hace, Frank tiene que darse la vuelta para asegurar que se trata de él. El sonido es un ruidoso "JAJAJA" que lo hace saltar, algo ahogado y nasal. No le resulta molesto, sino un poco adorable, sonaba como si no pudiera contener la felicidad dentro de su cuerpo y esta explotara con ese gran ruido.

Su oficina no es tanto una oficina. Si es que parece un viejo cuarto de limpieza con los elementos de limpiar reemplazados por un dañado escritorio y feos cuadros que encontró en una caja de mudanza, es porque el lugar es exactamente eso.

Kind of syncopatedWhere stories live. Discover now