Capítulo XII: Cordura.

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El comisario Olsen se quedó observando el expediente del caso de Giselle. La investigación empezó a profundizarse cuando en comisaria llegó un anónimo responsabilizándome del asesinato.

Olsen revisó la crónica del asesinato. Detalló una a una las fotos que se habían tomado del cuerpo. Todas las fotos las pudo encontrar en el servidor, específicamente en una carpeta llamada «XX» luego notó que también existía un archivo Word de 50 KB, al abrirlo vio el informe detallado de los hechos y empezó a leerlo con gran atención.

Una mujer se acercó y dejó una taza de café cerca del mouse óptico.

— ¡Annie! - él le tomó la mano para retenerla-. Necesito que hagas una llamada.

— ¿A quién? - ella se acercó.

— Mira - él minimizó el archivo.

Rápidamente pasó las fotos del cuerpo de Giselle.

— No entiendo - dijo ella-. Es el cuerpo en la escena del crimen.

— Sí - enseñó la foto de la mano de Giselle-. ¿Ahora comprendes?

— ¡Perfecto!

— Necesito que profundicen la autopsia. Quiero se enfoquen en los residuos que hay en sus uñas, y no importa si tardan más días - siguió acercando la foto-. También quiero que llames a la familia Vanderhoef con la finalidad de que Caroline venga a declarar.

— ¿Cree que lo haya hecho ella?

— No. Evidentemente no creo que fue ella, pero a ella supuestamente le pertenece el zarcillo de perla. La idea es ganar tiempo y marear al asesino para capturarlo.

— Tengo entendido que ese zarcillo, también pertenece a su madre Eugenia.

Se quedaron en silencio.

— No es una mujer. Lo sé, porque si nos ponemos en el perfil del asesino, obviamente no querrá que lo descubran ¿Qué hará para que eso no suceda? Simplemente dejar una prueba falsa cerca del cuerpo.

Olsen la miró de reojo.

— Él dejó una prueba que evidentemente es un zarcillo ¿Por qué? Porque es un hombre. Además, la forma en que ella fue asesinada hace sospechar que se trata de un crimen pasional.

— Habría que investigar un poco sobre el pasado de esa chica.

— Hemos investigado su pasado. Al parecer Giselle Mederick le gustaba el dinero fácil, por ende, hacia lo que fuera por tener efectivo en su cartera.

— ¿Qué tratas de decir?

— Debería existir un registro de llamadas de las últimas personas que hablaron con ella. Se encontró su celular, pero nada más habían llamadas de Afgan Schneider, y amigos cercanos. Averiguamos con las compañías telefónicas, y efectivamente, poseía otro número registrado a su nombre.

— ¿Encontraron algo? - tomó una silla del otro escritorio y se sentó.

— Sí. La última llamada que recibió fue casi 45 minutos antes de su asesinato. Todo esto que te digo lo volví a releer en el informe - aclaró-. Lo cierto, es que se investigó la procedencia de los números y son de teléfonos públicos.

— ¿Se averiguó la procedencia y zona de las llamadas?

— Sí, la zona era cercana a la que vivía Giselle.

— El homicida es astuto.

— Llamaba de teléfonos públicos por temor a ser descubierto. Quizá tenga experiencia en asesinatos de mujeres o realmente sabía que lo cometería.

Revealing Dreams - SacrilegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora