Prólogo

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Rousseau: La sombra de un caído.

Prólogo

«Sangre, sangre, sangre...»

Era lo único que podía repetir aquel niñito, casi sonando como un pequeño perico en medio de una asfixiante soledad. Eso mientras sus rodillas estaban contra su pecho y golpeaba su espalda contra la pared marmolada de la oscura y fría sala. Su mirada estaba más que fija en esa escena que había presenciado hace no más de media hora.

Silenciosamente, las lágrimas mojaban sus pálidas y sucias mejillas por el polvo, se culpaba de aquel acto, de todo lo que había sucedido.

«Todo es mi culpa, todo es mi culpa, ¡todo es mi culpa! ...»

Empezó a repetir aquellas palabras a la vez que tiró de sus negros cabellos con fuerza. Igualmente comenzó a gemir con dolor sentado en el suelo.

Se culpaba de ser un completo inútil, de cómo no poder frenar la pelea como lo hizo tantas veces...apareciéndose de la nada y abrazando a su madre por las piernas, cosa que hacía que él se marchara iracundo hasta que se le pasara el enojo.

Pero no, justo esa vez se había dejado intimidar por un grito de ese hombre infame y dejó que terminaran ante su mirada con aquella mujer que le había dado la vida.

La puerta de la sala se abrió de golpe y a pasos duros, entró ese hombre al que jamás en su vida volvería a llamar "padre".

— ¿Aun sigues aquí? Deberías irte para tu habitación, Jean — dijo el hombre en perfecto francés, eso mientras clavó su mirada verdosa en el niño de contextura pequeña y delgada — Ve, lávate la cara que en un momento nos vamos de aquí.

Jean no respondió a lo dicho por él, solo clavó su mirada grisácea con lágrimas en el hombre que le miraba de forma dura.

— Eso — miró hacia donde Jean tenía su atención apenas y había entrado — No es nada que esa perra no se lo mereciera — continuó Dennis.

— Mamá no es una perra — es lo único que él se atrevió a contestar en francés, su idioma natal.

El hombre se rió y negó con la cabeza.

— Tu aun no entiendes nada. Eres un pequeño tonto.

Sin decir nada más, el hombre comenzó a arrastrar el cadáver de su esposa. A la vez que lo hacía, un rastro de sangre entre negro y rojo iba quedando impregnado en el suelo alfombrado. Al terminar de salir, él dejó nuevamente la puerta cerrada y un niñito llorando sin consuelo alguno.

A pesar de que Rousseau contó todo lo que vio aquella noche de abril, nadie creyó en su palabra.

¿Quién le creería a un niño conocido por su gran imaginación? Nadie. Absolutamente nadie le creería aquella versión llena de verdad.

"Por favor. El pobre niño ha quedado en shock y todo lo ha imaginado"

Lo único que terminó ganando fue un fuerte golpe por parte de ese hombre y un encierro por varios días...o meses en una habitación oscura.

El crimen quedó así, convertido en nada.

Con ayuda de buenas influencias Dennis quedó libre y se marchó muy lejos. Huyendo de algo que ni siquiera mostraba arrepentimiento. Dejando a su propio hijo en manos de sus hombres para que lo encerraran y si moría de hambre o sed, para él eso era mucho mejor. Con el paso de los meses, Rousseau fue rescatado de aquel lugar que se convirtió en su infierno... un infierno que, a pesar de todo, lo hizo más fuerte de lo que creyó pudo ser. Una cosa si estaba más que clara.

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