VI.

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Capítulo 16

–Sí, Edu. Ya estoy en casa –hablaba Dome por el móvil–. Llegamos sanos y salvos. Igual, un beso. Adiós.

Colgó y se dirigió hasta su escritorio. Debía revisar los archivos de uno de los casos que se encontraba atendiendo. Su especialización en derecho internacional le permitía no solo conocer sus leyes, sino las de otros países también, lo que era una gran ventaja para trabajar con empresas transnacionales.

Se sentó, concentrándose en cada uno de los párrafos expuestos. Empezó a tomar apuntes al margen cuando sintió que una manito le tocaba ligeramente el brazo.

–¿Qué sucede, cariño? –tomó en brazos a Alex y lo colocó en su regazo–. Pensé que estabas muy cansado.

–Sí, mami... es que quiero un cuento.

–¿Un cuento? Pero hijo, ya es tarde... –tocó los rubios cabellos de su hijo y los despeinó–. Bien, pero uno cortito y ya.

–¡Sí! –dijo Alex entusiasmado, saltando del regazo de Dome y la tomó de la mano para intentar llevarla hasta su habitación.

–¡Qué impaciente te has vuelto, Alex! –rió Dome, encantada–. Vamos mi niño –lo tomó en brazos nuevamente y lo depositó en la cama. Luego de arroparlo, se recostó a su lado y empezó a relatar una historia.

Pasó una vez más por el cuarto de su hijo. Ya era bastante tarde y había dado por terminado el análisis del caso, por ahora. Solo quería dormir y dar un poco de descanso a su mente cansada y alma atormentada por los recuerdos... y el remordimiento.

No era nada nuevo. Desde el mismo momento que tomó esa resolución, se sintió traicionera; pero, se consoló con la idea lógica de que no estaba traicionando a nadie. ¡Claro que no! Entre Sebastien y ella no había nada, solo vivir el momento; y, si era juntos, ¡qué mejor!

Sin embargo, por mucho que se afirmara que todo estaba bien, que no importaba el ideal de amor, que el futuro incierto era un precio bajo a pagar por cumplir su sueño, sentía una punzada pequeña pero directa en el corazón... como aquel momento.

***

–He pasado una tarde maravillosa, Sebastien –Dome besó su mejilla.

–¿Pero? –Sebastien inquirió, perspicaz.

– ¿Pero? No hay ningún pero –Dome compuso una sonrisa.

–Ya, Dome... has fingido toda la tarde. No has discutido ni una sola vez y te has pasado sonriendo como si todo lo que dijera fuera muy gracioso o realmente impresionante.

–¿Tan mal estuve? –se lamentó y él sonrió afirmando–. Pensé que no habías sospechado nada.

–Dome, te conozco. ¿Qué es lo que sucede?

–Sebastien, debo volver a España –esperó su reacción, pero al ver su falta de emociones continuó–. Quería... tenía la ilusión de que este último día juntos fuera perfecto. Un recuerdo más que perfecto que perpetuar –arrastró las últimas palabras.

Sebastien siguió en silencio a pesar de que Dome se había quedado completamente callada, expectante. Él estaba realmente conmocionado por la implicación de esas palabras. ¿Ella pretendía terminar todo vínculo? ¿Aclarar que todo había sido momentáneo? ¿Había esperado la oportunidad ideal de estar juntos para nada?

–¿Recuerdo? –finalmente pronunció Sebastien, con un ligero tono de sorpresa–. ¿Éstas concluyendo todo?

–¿Qué? No, Sebastien has comprendido todo mal. Yo no sé a dónde nos va a llevar todo esto, pero me encantaría averiguarlo. Ir hasta el final contigo. Solo que –Dome giró su rostro– tú no quieras continuar.

Quiero olvidarme de ti (Italia #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora