I.

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Capítulo 1

Con solo mirar aquel rostro todos los recuerdos se agolparon en su mente. Lo había visto entrar y el alma se le había ido al piso. Estaba igual de guapo y seductor. Caminaba seguro y altivo como si fuera un príncipe. Un príncipe con varias princesas –pensó irónica y aparentemente él no se había percatado de su presencia. ¿La recordaría? Era obvio que no. Ella había sido una más en la vida de Sebastien Lucerni. Pero eso era lo que había querido ¿no? Por supuesto, lo único que deseaba de él ya lo tenía –sonrió, extrañando a Alex–, así que lo mejor era dejar esa historia en el pasado.

Mientras se convencía de eso, él se había percatado de su mirada. Alguien lo miraba y no precisamente con disimulo, como los demás comensales, sino directamente y era una sensación distinta. Sebastien se irguió para tratar de localizar a aquella persona. No dio crédito a lo que veía. Era Doménica quien estaba a punto de desviar su mirada, pero no lo hizo al verse descubierta por él, simplemente se limitó a dejar vagar un poco más sus ojos, tratando de aparentar indiferencia. Pero él no se dejaba engañar. Era ella. Tenía muy buena memoria y la palidez que adquirió la tez de ella no hizo más que confirmar su identidad, pero ¿es que aún la afectaba?

–Mel, ¿me acompañas al tocador? –se oyó pronunciar y su amiga se levantó enseguida. No sabía cómo confesar que él estaba ahí–. Vi al padre de Alex.

Su amiga Melina la miró, instándola a seguir y ella confesó que el padre de Alex era Sebastien Lucerni. Solo pronunciar aquel nombre y había sentido escalofríos. No por su historia, que ya era parte del pasado, sino por Alex. ¡No podía permitir que él se enterara! Y estando en la ciudad podría verlos y... No, eso no sucedería.

–¿Segura? –preguntó escéptica, Melina.

–Yo sé que es él. Es único. Es Sebastien.

–¿Qué vas a hacer?

–Nada, no creo que él haga algo –respondió Doménica, un poco más tranquila–. Además seguro está de paso y tal vez ni me recuerda.

–No lo sé, Dome. Lo mejor es que tú simules no recordarlo también, por el bien de Alex.

–Sí, tienes razón. Evitaré su mirada y no lo miraré más –dijo, aunque pensaba que era poco probable que lo lograra. Sebastien tenía la capacidad de hacer que las mujeres lo miraran y, no solo una o dos veces, sino varias y ella no era la excepción.

Regresaron a la mesa donde las esperaban sus respectivas citas. Eduardo y Daniel estaban sentados, esperándolas para ordenar. Doménica había planeado aquella cita doble y le había costado tanto convencer a Melina, solo por ella lo había hecho. No le costaba nada salir con Eduardo –pensó Dome–. En realidad lo quería mucho y en cuanto él le dijo que tenía un amigo ideal para Mel, pues ella se había puesto manos a la obra. Solo que a última hora, "la cita ideal para Mel" había cancelado y Doménica no quería aceptarlo. Y apareció Daniel, como caído del cielo y no sabía cómo pero Eduardo lo había convencido de venir a la cena. Aunque no parecían llevarse muy bien –reflexionó, mirándolos para tratar de pensar en otra cosa que no fuera el hombre que estaba en la mesa del extremo. No lo miró y trato de disfrutar de la conversación con Edu, sin embargo no podía evitar sentir una mirada fija sobre sí. Sabía que no podía ser él. Tenía que estar volviéndose paranoica, pero aún no conocía a ningún hombre que la hiciera sentir lo que sentía cuando Sebastien estaba cerca. Así que no podía estar del todo equivocada.

Sebastien miraba con curiosidad los movimientos de Doménica. Estaba cambiada, tal vez era por su cabello ahora rubio o que su cuerpo estaba con más curvas. No era que antes fuera plana pero ahora... estaba en su punto ideal. Y con aquel hombre que la miraba embobado. Estaba enamorado de ella, se le notaba. No era que le importara... Doménica nunca había sido su tipo –se recordó– pero eso no había impedido que protagonizaran juntos un ardiente romance. Solo recordar aquellos momentos entre las sábanas acariciándose hasta volverse completamente locos y terminar en un éxtasis que los transportaba a la gloria... Debía dejar esos pensamientos, pero es que estar con ella había sido... no sabía cómo decirlo... único. Bueno, el hecho de que hubiera sido virgen hasta que se entregó a él era un factor que, por decirlo de alguna manera, se le había quedado grabado. Eso era todo, no había para que darle más vueltas al asunto –pensó y al percatarse que una chica preciosa lo miraba anhelante no esperó más, le sonrió flirteando claramente porque una oportunidad así jamás se debía desechar.

Quiero olvidarme de ti (Italia #3)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant