—En este caso, la parte «borra su nombre entonces; cuenta un alma perdida más» es por él, porque de forma filosófica ya está perdido; y en «un triunfo más para el diablo y una pena más para los ángeles» es por él, en el sentido que un triunfo para él por no sé qué razón y una pena para él también, por pender esa... digámosle empatía por los demás. —Donovah cambió el bastón a su otra pata—. La segunda cita reafirma eso, es decir, le está diciendo a la policía, o sea, a ustedes, que no parará, seguirá con lo suyo hasta que muera, lo maten o termine su venganza.

El profesor suspiró y giró con preocupación el anillo en su pata; la balanza grabada parecía moverse con cada giro.

—El problema está en la tercera cita —continuó—. Una boda, un barco y una maldición. La maldición es lo que lo hizo hacer todo eso; su motivo. Lo preocupante es el número, el siete es un número con peso, y me hace creer que, pese a las dos muertes anteriores, contando esta hay siete animales más que son su objetivo por alguna razón más fuerte que con los dos primeros.

—¿De peso? —Judy se mostraba confundida, el siete es un simple número. ¿Cómo podría tener peso en esto?

Los ojos de Donovah brillaron, resaltándole el instinto de maestro y el gusto por enseñar.

—Si se fija bien, el siete es un número recurrente en la cultura, oficial Hopps. Siete días de la semana, siete pecados capitales, las siete notas musicales, los siete mares, y la lista sigue... —Suspiró—. Y son siete los lugares más concurridos de Zootopia y sus cercanías.

Se hizo el silencio. De pronto Judy empezó a ver todo con claridad, restando a Miranda y Buck las muertes parecían empezar con un patrón. Gabriel murió en Tundratown, y, si el señor Scaledale tenía razón, los próximos seis animales caerán en los seis lugares con más población: Sabana Central, Distrito Forestal, Plaza Sahara, Distrito Nocturno, el Centro y, para su mala suerte, BunnyBurrows.

Donovah tosió un poco, sacando a Judy de sus pensamientos, rodeó el escritorio y se volvió a sentar. Frunció el ceño y las arrugas en su frente le hicieron parecer muy viejo, como si hubiera visto muchas cosas. Cuando los miró, el ámbar de sus ojos parecía suplicarles.

—Deben atraparlo. —Volvió a toser—. Si esto se sale de control, oficiales, podría pasar una desgracia. Esta ciudad no soportaría otro desastre como el último.

Al terminar su frase el profesor soltó un suspiro entre pesaroso y nostálgico, llevándose la pata al medallón de su cuello. Fue entonces cuando a Judy se le ocurrió que tal vez él supiera lo que pasó hace veinte años. No obstante, iban cortos de tiempo, en treinta minutos comenzaría el turno de la tarde y sería mejor que estuvieran presentes.

Cuando iba a despedirse del padre de Aloysius, Nick se adelantó y mostrándole la tarjeta que Mr. Big les había dado, le preguntó si podría descifrarlo. Aunque el lobo preguntó por la procedencia de la tarjeta Nick le bastó con contestarle que fue un trabajo de infiltración y éste era un posible sospechoso.

—La frase la conozco, la he leído, es de La Eneida, de Virgilio —comentó Donovah—, mas cómo llegar, pues, no puedo darle una respuesta exacta. Varía de cada cultura o religión, aunque buscaré en el poema a ver si lo encuentro.

Nick asintió, aunque desalentado y Judy lo entendía. Esa pista que les había entregado la musaraña podía ser de gran utilidad y en el dado caso de que ese sujeto no estuviera involucrado en los homicidios, al saber tanto del submundo de la ciudad, podía darles algunas pistas claras.

Donovah se levantó y los acompañó a la salida y, luego de decirles que contaban con él para lo que necesitaran, se fueron rumbo al departamento del zorro (que era el más cercano) a por sus uniformes.

Zootopia: JusticiaWhere stories live. Discover now