Rael posa toda su atención en mí una vez más.

—Miguel Arcángel era un superior ejemplar, Annelise. Él sabía el nombre de todos y cada uno de sus subordinados. Conocía a su ejército como la palma de su mano. Sabía quiénes éramos, de dónde veníamos... Incluso conocía nuestras heridas de batalla. Se preocupaba por los suyos y siempre recordó cada rostro y cada nombre de todos y cada uno de nosotros —hace una pequeña pausa para dejar que sus palabras se asienten en el ambiente—. Ahora, sin embargo, no ha sido capaz de reconocer a nadie. Cientos de nosotros han ido a intentar detenerlo, pero no ha reconocido a nadie. Está hecho un monstruo incontrolable. ¿Tienes una idea de cuán jodidamente poderoso es ahora? —Sacude la cara en una negativa incrédula—. Ni siquiera los Príncipes del Infierno han podido contenerlo. Es una bestia imparable que lo único que quiere es conseguir de ti eso que te dio en un principio.

—Pero, ¿por qué? —Sacudo la cabeza—. Esto no tiene sentido. ¿Qué objeto tiene recuperar una fuerza que no necesita; una que ni siquiera puede llevar dentro porque su transformación ya se ha completado?

—Tenemos una teoría —dice y la atención de todas las brujas se centra en el ser que se encuentra sentado en nuestra sala.


—Te escuchamos... —Daialee susurra, tras un largo momento de silencio.

—No estoy muy familiarizado con el tipo de magia que utilizaron cuando ataron la vida de Miguel a la de Annelise —se dirige a las brujas—, pero tenemos la sospecha de que esa atadura supone una amenaza para él. Los Arcángeles creen que, quizás, la atadura entre ustedes esté más arraigada de lo que debería, y que es probable que Miguel sea capaz de sufrir alguna clase de daño físico si algo ocurre contigo —sus ojos se posan en mí ahora.

—Si Bess es herida, él también lo reciente, ¿a eso te refieres? —Daialee habla.

Rael hace un gesto afirmativo con la cabeza.

—Creemos que ese es el motivo por el cual está tan desesperado —el ángel dice—. Creemos, también, que ese es el motivo por el cual está tan ansioso por cazar a Annelise. Si nuestra teoría es correcta, es muy probable que la chica aquí presente —hace un gesto de cabeza en mi dirección—, sea la única debilidad del demonio. Su punto débil. El único impedimento de Miguel para convertirse en el ser más poderoso del Inframundo.

—Si lo que dices es cierto, quiere decir que, si él de algún modo llegase a recuperar lo que le dio a Bess, se convertiría en el Rey del Infierno —Niara habla por primera vez desde que entramos a la estancia.

—Algo así —Rael la mira—. Creemos que Mikhail está ansioso por desafiar a Lucifer y que es por eso que necesita deshacerse de la única criatura en el mundo que supone una amenaza para él. Nosotros, por supuesto, no podemos permitir que esto ocurra —hace una pequeña pausa—. Si Miguel Arcángel mata a Annelise, den por sentado que la tierra misma se convertirá en un infierno. No sólo porque el Apocalipsis se desatará, sino porque Miguel, siendo una criatura más poderosa que el mismísimo Lucifer, será incontenible. No podemos permitir que logre su cometido. No podemos permitir que averigüe la manera de deshacerse del lazo y se convierta en un ser invencible.

—Entonces Mikhail es el causante de todo el caos que se ha estado formando en la tierra y en el mundo espiritual —Dinorah habla por primera vez, pero suena como si estuviese hablando para sí misma.

Rael asiente.

—Está aterrorizando a todos los seres paranormales, alterando el orden de las cosas y rompiendo hilo a hilo el telar del equilibrio del todo el mundo —dice—. Tanto ángeles como demonios estamos tratando de detenerlo, pero es imposible seguirle el paso. Es como un huracán y no va a detenerse hasta arrasar con todo a su paso. No va a detenerse hasta que haya conseguido lo que quiere.

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