Isabelle volvió a resoplar, dejó caer sus manos en los bolsos de su abrigo y miró con rabia a la agente.

—Ivan Romanoff no se suicidó, lo asesinaron. ¿Dime Hopkins, acaso eres tan lenta para ver que la bala fue situada en su sien derecha, cuando ese hombre fue zurdo? Y no es ambidiestro —recalcó.

—Isabelle...

—Nada. Revisa sus cosas, probablemente tiene nexos con la mafia rusa —dijo con una enorme sonrisa—. Buenas tardes.

Isabelle se dio la media vuelta, golpeando a la agente con su abrigo, ella suspiró amargamente y Rosie sonrió nerviosa.

—No te enojes Gabrielle, ya sabes como es.

—Si... igual a su padre —soltó furiosa.

—Yo hablaré con ella. Tú mientras investiga si tiene nexos con la mafia y seguiremos el caso.

—Gracias Rosie, si no estuvieras a lado de ella, te juro que ya la hubiera matado.

La joven rubia sonrió con gracia, palmeó el hombro de la agente y se fue detrás de su amiga, a calmar la tempestad creada.

Fuera del edifico, donde yacía la escena del crimen, Isabelle buscó en los bolsillos de su pantalón y sacó un pequeño cigarro. Lo llevó a su boca y lo encendió, inhalando con gran fuerza el humo para luego expulsarlo y sentir una apacible calma.

—¿Aún fumas? —escuchó a sus espaldas. Ella se sorprendió y miró a su joven amiga.

—No le digas a mi papá —suplicó, mientras tiraba el cigarro al suelo y lo aplastaba.

—No es necesario, mi tío se dará cuenta que fumaste. Tenlo por seguro.

—Bueno ya —continuó al terminar de arruinar el cigarro—. Dilo ya.

—¿Qué? —preguntó extrañada.

—Convencerme que resolvamos el caso.

—Me ahorraste palabras —dijo con una gran sonrisa—. Bell, sé que te molestó que trajeran a Scotland Yard, pero tienes que entender que ese proceso es elemental de ellos, nosotras somos detectives —Holmes movió los ojos con rapidez y ladeó suavemente la cabeza—. Admítelo...

—Como sea —soltó mientras le pasaba de lado—. El tipo estaba con los rusos, eso es un hecho.

—Te creo, pero necesitamos pruebas

—Lo sé —mencionó mientras se alejaba de ella.

—¡¿A dónde vas?!

—¡Te veo en Barts, taxi! —gritó, y rápidamente se detuvo uno.

Rosie quedó sorprendida y cuando reaccionó, el taxi ya había dado vuelta en la primera esquina. La joven Watson no se inmutó por el tan repentino abandono de su amiga, era usual cuando realizaban casos y más si se enojaba, ella suspiró y decidió caminar, ya que no traía para un taxi.

Isabelle llegó a Barts, pagó su viaje y fue rumbo a los laboratorios en busca de su segundo aliado. Al abrir las puertas la persona, que se encontraba examinando una muestra de interés, se estremeció por el escándalo, se dio la media vuelta y vio a la hermosa Isabelle.

—¡B-Bell! —exclamó nervioso—. Me asustaste.

—Hola Tommy —saludó con una linda sonrisa, en la cual, él se perdió, como siempre lo hacía—. ¿Qué haces?

—Y-yo —reaccionó—. Examinaba unas muestras sanguíneas... Bell, ¿qué haces por acá?

—Me entere que Scotland Yard te trajo uno fresco, Ivan Romanoff —dijo al estar a menos de veinte metros de él—. Aparente suicidio.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now