XLIII

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Me carcajeo fuertemente mirándolo atentamente.... Bastardo, no sabe quién soy.

— ¿Tienes una mínima idea de con quién te has metido? —esbozo una sonrisa gigante de crueldad—. Al parecer no tienes ni idea.

— No eres la Escorpión que conocí.

— Te equivocas humano... Soy la misma, solo que esa vez fui amable por cierto favor —con el único ojo que puede verme se dilata y empieza a llenar de lágrimas—. Creo que lo estas recordando.

— No...

— Si señor —me carcajeo—. Ni tu alma, ni todas las de este mundo pagaran el pecado que has cometido.

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— A Escorpión hay que temerle —escuchaba a Acuario desde lejos—. ¿Vieron el ataque de ira que le dio contra ese hombre?

— ¡QUE NO TENGO ATAQUES DE IRA! —digo por undécima vez a todos, me concentro en el ordenador.

— Aun no lo acepta.

Le lanzo a la cara la lámpara que tengo al lado, mi padre niega con la cabeza acercándose a mí.

— Si me darás malas noticias no me des un discurso sobre la vida antes.

— Creo que lo mejor es que te alejes de todos —me congelo y la piel se me eriza—. Debes resolver tus cuentas, no puedes ponerlos en peligro como lo haz echo.

— No es totalmente mi culpa —gruño dejando el ordenador sobre el sofá y susurrando—. También es de Leo. Fue pura coincidencia que fuera enemigo de ambos.

— No quiero que los pongas en riesgo de nuevo. No lo diré una vez más —me señala el pecho—. Acepta tu responsabilidad, resuelve tus cuentas y vuelve.

— ¡Escorpión! —Piscis me toma de la cintura para besarme, se reí apenas corta el beso, me quedo un poco confundida—. Debemos de hablar y celebrar.

Recibo una mirada seria de mi padre mientras Piscis me jala a la barra donde pone botellas de whisky y copas.

— Quiero una noche de confesiones.

— Ay Piscis, te daré más... Mucho más.

Los Signos del ZodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora