14. La liberacion

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Katniss:

La noticia de que liberarán pronto a varios detenidos, personas que creíamos muertas, ha generado algo de confusión en la Sede de los Juegos del Hambre. Mi concentración está enfocada solamente en Kim, que ha comenzado a caminar en la linde entre el bosque y las montañas. Hacia ese sector de la arena, solo se encuentra Nataniel, quien tuvo una noche tranquila aunque ha pasado mucho frío. En la noche me di cuenta de que Finnick está entre los que liberarán por las exclamaciones de Annie, Peeta y Haymitch, pero de no haber sido por eso no me hubiera percatado.

La niña del Distrito 4 ha escapado de los profesionales, y el chico sigue con ellos. Regresaron a buscar a Kim luego de no encontrar a Holly, pero se dieron con que se había ido. Afortunadamente la idea de Haymitch de los crampones ha sido genial, no pueden seguir las huellas y creen que ella ha ido en otra dirección por el bosque, se internan hacia ese sector.

Nataniel y Kim caminan los dos rumbo a encontrarse. Si ninguno desvía su dirección, lo harán en poco tiempo porque están a un kilómetro uno de otro. Sin embargo, él gira y se interna en el bosque. Kimberly toma una rama del bosque, un tronco grueso y comienza a romperlo con el cuchillo. Pasa un buen rato hasta que se note qué está haciendo: una pequeña vasija de madera. Mira constantemente a su alrededor a ver si la siguen. No tiene a nadie a menos de un kilómetro y medio.

-¿Hay una lupa por aquí? -Pregunto al comprender lo que mi hija está intentando hacer.

-Aquí. -Me dice Haymitch señalando un espacio para escribir lo que uno busca para mandar a un tributo.

Al parecer, el vigilante que ha puesto los precios de los objetos para enviar a la arena no ha pensado en la utilidad que puede tener la lupa, porque hay que teclear para encontrarlo. Los objetos más necesarios, como botellas de agua, comidas, armas, abrigo están a la vista. Además, el precio de la lupa es muy bajo en comparación con el resto de las cosas.

Miro a ambos chicos. Kim tratando de derretir nieve con el sol o su aliento y Nataniel siguiendo el curso de un arroyo congelado. Envío una lupa a cada uno. Ambos consiguen convertir la nieve en agua en poco tiempo.

-No te has dado cuenta. -Murmura Haymitch observándome con curiosidad.

-No, y si no me dices de qué no me he dado cuenta posiblemente nunca me entere. -Respondo de un modo mucho más agresivo del que pretendo. Sé que él no tiene la culpa de mis nervios, ni de que lleve toda la noche en vela ni de todo lo que sucede. -¿De qué no me enteré? -Pregunto de modo más suave.

-De los nombres de los detenidos que han dejado en libertad. Además de Finnick, estaban Prim y tu padre. Y casi todos los que habían muerto con él en la mina, salvo los pocos de los cuáles se pudo recuperar el cuerpo. -Explica.

Me quedo helada, sin poder creer que no haya notado algo así. Pero la verdad es que no he visto la lista de personas que serán liberadas, estaba más preocupada por mi hija. Que Prim y mi padre estén vivos es increíble, como que Finnick lo esté. A los tres los he visto morir, o creía haberlos visto morir. Annie ha preguntado a los agentes varias veces cuando será la liberación. Le han dicho que en el día de hoy y que como Finnick es un Vencedor podrá venir aquí, él será informado de que ella se encuentra aquí.

Pero ese no es el caso de mi padre, ni el de Prim. ¿A dónde irán? ¿Los dejarán en el Capitolio? ¿Los enviarán al 12? ¿Alguien les dirá que mi madre está en el 4? Vuelvo a mirar a la pantalla temiendo descuidar a Kimmy o a Nataniel. Pero ambos están bien y sin tributos cerca.

-¿Qué sucederá con ellos? -Pregunto con temor.

-No lo sé, podemos enviarle un mensaje con Cinna. -Propone Haymitch. Es una buena idea, al ser estilista y habitante del Capitolio, él puede ir y venir a todos lados, tanto a la Sede de los Juegos del Hambre, como al centro de la ciudad, donde harán la liberación. -Podríamos pedirle que le avise a Finnick de que venga para aquí y a Prim y a tu padre que vayan... ¿Al cuatro?

-Sí, allí está mi madre. -Respondo. También sé que están allí Stephanie y Mark, Annie me contó que Patrick se lo dijo por teléfono. Pero ni Prim ni mi padre los conocen.

Haymitch se levanta y va en busca de Cinna, si está aquí en la sede, debe estar en la sala contigua. En este salón solamente los mentores pueden entrar. No pasa demasiado tiempo hasta que Peeta se sienta a mi lado y me rodea con un brazo.

-¿Cómo va todo? -Me pregunta. ¿Se refiere a Los Juegos? ¿O a la noticia? Creo que a ambas cosas.

-Tranquilo, por ahora. Han conseguido derretir la nieve y tener agua. Kim se ha internado en el bosque, creo que buscará un refugio para dormir. -Digo señalando la pantalla. -Y Nataniel ha dormido toda la noche, posiblemente intente conseguir comida.

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Francis Everdeen:

-¡Muévete, tienen que ir al salón principal! Los liberarán en unas horas. -Me ordenan, y obedezco en el mismo instante en que terminan de decir la frase. Hace años que he aprendido a obedecer. Solía ser diferente, solía ser más rebelde, pero aprendí que eso tiene su precio. Y no siempre debo pagarlo yo.

Al principio, creía que solo yo pagaría por mis actos, entonces pensaba que era un riesgo que valía la pena correr. Con unos compañeros intentamos hacer una rebelión para cambiar las condiciones en las que trabajábamos en la mina del Distrito 12. El Capitolio, de algún modo, se enteró. Simularon una explosión, algunos tuvieron la suerte de morir. Otros fuimos trasladados aquí, en donde llevamos ya no sé cuántos años prisioneros. Una celda oscura, fría, sucia, con poco lugar para todos los que estaban allí y con un televisor. Porque aunque seas un prisionero clandestino, ver Los Juegos del Hambre era obligatorio.

Mi vida por ese entonces era un horror. Intenté escaparme. Fue una semana antes de una cosecha para los Juegos, me golpearon, me torturaron con electricidad y me devolvieron a mi celda.

-Ya veremos si luego de la cosecha eres tan rebelde. ¿Cuántas hijas tienes? ¿Dos? Creo que ambas tienen edad de participar, ¿no, Everdeen? -Me dijo el agente de la paz que me dejó en mi prisión nuevamente.

Primrose y Katniss, mis niñitas. Lo sabía desde ese momento, alguna de ellas saldría electa en la cosecha. Y todo por mi culpa, las había condenado. O al menos a una de ellas. Ver la cosecha fue horroroso, desde que Effie Trinket saludó supe que el nombre de alguna de mis hijas saldría. Había pasado una semana rogando, chillando, jurando que haría cualquier cosa, lo que me pidieran, pero que no las enviaran a mis niñas a Los Juegos del Hambre.

-Primrose Everdeen -dijo con tono alegre Effie Trinket.

Moriría... ¡Tan pequeña! Prim era tan dulce, no tenía posibilidades de sobrevivir a la arena. Habían hecho bien la tortura, elegir a la menor de mis hijas, la que menos chances tenía de ganar. En los años que habían pasado desde la explosión de la mina, Prim había crecido bastante. Pero seguía siendo muy menuda y pequeña. Era de los más pequeños que elegirían, la matarían enseguida.

-¡Me ofrezco como voluntaria! ¡Me ofrezco voluntaria como Tributo! -Mi alivio al sentir que había un voluntario no duró ni un instante. Enseguida reconocí a la muchacha que corría al escenario. La única persona que se ofrecería a morir por Prim. Katniss, quien también había crecido, siempre había protegido a su hermanita. Y ahora seguía haciéndolo, probablemente por última vez.

No sé cuánto duraron los Juegos, pero apenas pude dormir o despegar los ojos de la pantalla. Fueron días y días de una auténtica tortura. Además, no pude estar en la celda que compartía con otros prisioneros. Estuve solo frente a un televisor mirando a mi hija luchar por su vida. Y por la de su compañero.

Pude sentirme orgulloso de dos cosas: del valor de Katniss y de haberle enseñado a usar el arco.

El salón estaba atestado de gente. Muchos habían sido prisioneros y los conocía: me había cruzado en algunas celdas con Finnick Odair, quien me puso al tanto de lo que sucedía con la rebelión y el papel que Katniss jugaba en ella. Cuando no hubo más Juegos del Hambre, Finnick festejó, seguro de que eso significaba que la rebelión había triunfado y pronto nos liberarían. Pero eso no sucedió, no tuvimos más noticias de nada hasta hace unos días, cuando nuevamente se prendió el televisor para transmitir una cosecha. Era como ver una película repetida, pero con otros personajes.

-Stephanie Mellark, ¿no me equivoco al decir que eres hija de dos vencedores de este distrito, Katniss y Peeta, verdad?

-¡Es mi nieta! -Exclamo al comprender quién era la niña elegida. Sabía lo que estaba sintiendo Katniss en ese momento. Verla adulta, con el horror expresado en su rostro, al lado de Peeta y Haymitch.

Nuevamente hubo una voluntaria en ese distrito, Kimberly, una hija más grande que Stephanie de Katniss y Peeta.

-Ella va a ganar. -Me aseguró Finnick sentándose en el suelo al lado mío. -Mírala, es igual a Katniss. Y tiene a sus padres y a Haymitch de mentores, ganará sin dudas.

Ayer, cuando comenzaron los Juegos, volvieron a aislarme. Así que ahora no tengo ni las palabras de consuelo de Finnick Odair. Pero volvemos al salón. Allí también hay una pantalla, pero las cámaras transmiten a los chicos de otros distritos. Eso significa que Kimberly está bien, porque de lo contrario enfocarían en ella. Recorro el lugar con la mirada, observando a varios conocidos. Hay dos clases de prisioneros aquí: los detenidos y los congelados. Algunos aún conservan el aspecto de hace muchos años atrás, como por ejemplo la niña rubia que está hablando con Finnick.

-¡Prim! -Exclamo emocionado y sorprendido al verla, completamente bien. Habían anunciado su muerte, evidentemente, le han hecho lo mismo que a Finnick, revivirla artificialmente, obligar, con la tecnología de avanzada del capitolio al corazón, pulmones, cerebro a funcionar en su cuerpo. Aunque luego, no la mantuvieron prisionera como a Finnick sino que la congelaron.

Ella se voltea al oír su nombre, me mira y comienza a correr hacia mí. La abrazo con todas mis fuerzas, otra vez tengo a mi pequeña en mis brazos. No pienso soltarla, no pienso dejar que nadie le haga nada.

Pasa un buen rato hasta que salimos, nos llevan al centro de la ciudad y ordenan que desde allí cada uno vaya a sus distritos o a donde quiera. Nos hacen salir en grupos de diez personas para que no se aglomere una multitud en el centro. Cuando esos diez se dispersan salen otros tantos. Mi hija y yo nos juntamos con Finnick para salir juntos.

Apenas estamos en el centro, un hombre se acerca a nosotros. Es alto, delgado, moreno, tiene el aspecto de los habitantes del Capitolio, por eso me sorprendo cuando Prim lo saluda alegremente.

-¡Cinna! ¡Estás bien! -Exclama sorprendida.

-Claro que sí, -responde el muchacho -¿ustedes están bien? -Pregunta. Finnick y yo asentimos con la cabeza y Prim le contesta que sí. -Vengan, caminemos un poco. -Propone.

No me hace gracia caminar por el Capitolio con un desconocido, pero como ni Finnick ni Prim oponen resistencia ni parecen dudar, decido confiar en él. El hombre me mira y se dirige a mí.

-Usted debe ser el padre de Katniss ¿O me equivoco? -Pregunta. Me llama la atención que si conoce a Prim me pregunte si soy el padre de Katniss, pero da lo mismo.

-Sí, soy yo, Francis. -Respondo.

-Yo soy Cinna.

-Ya sé quién eres. -Digo recordando de golpe, Katniss con un traje en llamas, Katniss con unos vestidos deslumbrantes, Katniss convertida en un sinsajo -Ahora te recuerdo, lo siento.

Cinna nos explica lo sucedido, Katniss y Peeta están en la Sede de los Juegos del Hambre, junto con Haymitch y Annie, la esposa de Finnick. Como Fin es un vencedor, el podrá ir a hacer de mentor con su mujer. Mi esposa, mis nietos y el resto de la familia de Finnick y Annie están en el Distrito 4. Propone que Prim y yo vayamos ahí, y aceptamos de inmediato.

-Iremos a la Sede de los Juegos del Hambre, y luego a la estación de trenes. -Dice Cinna. -Cuando lleguen al Distrito 4 pregunten por la casa de Patrick y Neila Odair, todos los conocen. Y allí todos saben que irán.

-Nos veremos nuevamente, Francis. Cuando Katniss, Peeta y Kimberly regresen a casa nos veremos. Hasta luego, Prim. -Saluda Finnick al llegar a la Sede de los Juegos del Hambre.

El retorno de los juegos del hambreWhere stories live. Discover now