Capítulo 31 Sonata para Bell

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—Buenas noches, John.

John Watson observó impactado a su amigo. La tranquilidad que él irradiaba le hacía sentir una terrible sensación sobre su cuerpo, queriendo llorar por culpa de la rabia. Sherlock dejó de lado su violín, tomó la partitura, doblándola delicadamente, y la guardó en el bolso de su saco y con una tranquila sonrisa se retiró a su habitación. John quedó mudo ante tal acción.

Sherlock se adentró a su habitación, cerró la puerta con gran calma y se recargó en ella esperando a que su amigo se retirará de su piso. Espero pacientemente hasta que escuchó como John cerraba la puerta principal con cierta rudeza. El detective suspiró amargamente he hizo que su vieja amiga, la soledad, se dejará caer sobre el 221B de Baker Street mientras que su memoria le torturaba con la imagen de la pequeña Isabelle Jones cubierta en llanto.

En su memoria se había tatuado esa imagen de la niña llorando, rogándole que no la dejara irse con esa mujer. Esa mujer que era su familia, que era su tía. Era terrible aquella imagen. No quería reconocerlo, pero le dolía y de una manera terrible. Sherlock quería que cada fragmento desapareciera; cada imagen seguía impregnándose en su mente, odiándole y odiándose cada momento. El detective cerró sus ojos y sacudió su cabeza rápidamente, aún esperanzado a que ese recuerdo se fuera lo más pronto posible de su memoria, pero parecía inútil. Aquel recuerdo se había impregnado tan fuerte que podía sentir algo dentro de él romperse. Y no le gustaba sentirse así. Sherlock cerró de nuevo sus ojos, pensó en buscar enfoque en la tranquilad, aquella misma que le había demostrado a John. Todo aquello lucía imposible, cada momento que había pasado en aquel living room se había tatuado a su mente.

John entró al living room acompañado de la pequeña Bell, haciendo que Sherlock y Sarah les observaran sin despistar.

—¡Isabelle, preciosa! —exclamó aliviada Sarah. Sherlock no evitó observarle con su frívolo análisis; sabía que fingía la alegría.

Como si en un peligro estuviese Bell se aferró a la chamarra de John y con una mirada de suplicó se dirigió a Sherlock. Ella estaba aterrada, no quería acercarse aquella mujer, y que de momento, odiaba por dentro.

—¿Qué pasa cariño? —Preguntó nerviosa al notar la reacción de su sobrina—. ¿Acaso ya no te acuerdas de mí?

La niña, honesta como era, negó rápidamente sin soltarse de John quien posó su mano sobre su hombro en señal de apoyo.

—Tranquila Bell —mencionó John, esperanzado por calmar el ambiente—, ella es la hermana de tu mamá. Tal vez la última vez que la viste, eras una pequeñita.

—Estoy seguro que la recordaría —interrumpió Sherlock.

John hizo una mirada precautoria y Sarah Jones suspiró amargamente. Ella y Sherlock, por ninguna razón, iban a llevarse bien. Ante el comentario del detective, Bell afirmó velozmente sin dejar de mirar hacia él.

—Tiene razón Doctor Watson —continuó ella—, la última vez que vi a Isabelle tenía cuatro años y, ahora que la veo, es toda una niña preciosa —sonrió cálidamente. Sherlock rodó los ojos mientras John y Bell le miraban.

—Bell, ¿por qué no saludas a tu tía? —animó John con su mejor sonrisa.

Ella alzó la vista y observó a su tío John con unos enormes ojos cristalizados por las lágrimas que pedían brotar.

—Mi única tía, es mi tía Mary —respondió.

Sarah se extrañó ante esa respuesta y Sherlock sonrió por lo bajo. Un perfecto golpe a guante blanco.

—¿Mary? —cuestionó curiosa.

—Es mi esposa —dijo John con una sonrisa nerviosa—, ella le dijo a Bell que podría llamarnos tíos.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now