Josh yacía sentado al borde de las pequeñas escaleras de madera que quedaban al frente de su casa. Miraba con atención a aquel grupo de niños, un castaño reservado pero llamativo, otro castaño un poco frentón con un lindo gorro navideño, puesto que las fiestas de navidad se acercaban, algo que a Josh le repugnaba en lo absoluto.
El castaño más pequeño tomó una pelota verde que resbalaba con rapidez gracias al hielo y la diminuta capa de nieve que ya cubría el suelo de Ohio. Josh miró con atención y supuso que se trataba de su vecino. Tyler Joseph, un pequeño tierno, dulce y bastante alegre, algo que al mayor le molestaba porque, a sus cortos diez años odiaba todo lo que se tratase de felicidad, y no es como si odiase a Tyler, sólo le parecía bobo y muy mimado.
—Hey —Tyler saludó al mayor—. Josh, ¿cierto? —preguntó, Josh sólo asintió—. Llevas ahí un buen rato, mirándonos, ¿me preguntaba si quisieras jugar?.
—No —Josh respondió de inmediato desviando su vista de la de Tyler—. No quiero jugar.
—Vamos, será divertido —Tyler sonrió y acomodó su gorro—. Te he visto lanzar un par de pelotas con tu padre por las tardes, veo que tienes una mano muy rápida, jugar con nosotros no te vendría mal.
—No, he dicho que no quiero jugar con ustedes.
—¿Por qué no? —Brendon, el mayor del grupo del castaño intervino—. Siempre estás solo, compañía no te vendría mal.
Josh miró con enfado a todos, sin embargo, a Tyler le miró con odio, un odio totalmente puro.
—Váyanse de aquí, porque cuando papá llegue con el paquete de hielo —miró su reloj—, puede que ustedes se congelen.
Tyler miró a Josh y frunció el ceño con miedo.
—Deberíamos dejar a este "demente" —finalizó Tyler para comenzar a caminar.
