Ego herido y rey de los imbéciles.

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—Igualmente. —vuelve su atención a Víctor. —Tenemos que quedar para que me muestres tus pinturas, necesitare una para mi oficina.

—Ya tienes mi número. —¿intercambiaron números ya? No debí ocultar muy bien mi impresión porque Víctor me envolvió en sus brazos. —Ven aquí celosita. Sabes que nunca te cambiaria, pero negocios son negocios.

—Igual no me agrada que socialicen con el enemigo. —Adam me deja un casto beso en la mejilla mientras ríe.

—Cariño, solo tú lo ves como enemigo. Además creo que debemos acostumbrarnos a verlo regularmente. Nos vemos en la oficina, Sara.

—Si, yo también. —lo secunda Víctor mientras se alejan. —Nos vemos por ahí, mi cielo.

—¿Qué? ¿A qué se refieren con eso?

Ninguno me responde pero ríen a todo pulmón. Odio cuando hacen eso.

Cierro la puerta y noto que Dylan no está en los alrededores, siento la tensión escapar de mí.

En un principio la cena había comenzado con Lulú y Agatha pero ambas habían comprado entradas para el cine y se habían ido a mitad de la velada. Por mucho que quiera decir que fue una cena incomoda, estaría mintiendo porque con Adam y Víctor las conversaciones siempre fluían, muy raras veces habían silencios incomodos.

Ni en el comedor ni la cocina había rastros de Dylan, ni de los platos sucios de hoy. Había recogido los platos y cubiertos para guardarlos en el lavavajillas. Internamente le agradecí por eso, realmente estaba cansada. Con paso calmado y algo nerviosa camine hasta mi habitación, tome una respiración intentando calmarme a mí misma y abrí la puerta.

En la cama esta acostado Dylan, sus ojos estaban cerrados pero no estaba dormido. Ambos nos ignoramos mutuamente, fui hasta mi closet y tome mi pijama para cambiarme en el baño. Estaba intentando ignorar el hecho de que esta sin camisa y podía ver sus abdominales. Cuando volví me senté al borde de la cama y cuando el silencio se volvió insoportable pregunte:

—¿Por qué aun sigues aquí?

—Porque no tengo donde quedarme.

—Eso es mentira y lo sabes, bien puedes quedarte en un hotel.

—Son incomodos, no tengo para una habitación en uno cinco estrellas.

—Eso también es falso. —la irritación era evidente en mis palabras. —Pero si tanto te acompleja gastar tu dinero puedo pagarlo por ti.

—Solo si me acompañas tú. Como que me acostumbre a dormir a tu lado.

—Pues yo no quiero nada que ver contigo cavernícola.

—Creo que lo que paso anoche es todo lo contrario. —giro para enfrentarlo, encontrándolo mirándome fijamente. Se había sentado, inclinándose hacia a mí.

—Eso no volverá a pasar, cavernícola. Debes meterte eso en la cabeza.

—Entiendo que te mueres por estar conmigo, pero no lo admites por miedo a que te guste y eso, brujita es algo inevitable.

—Inevitable, dice. —rompo a reír. —Inevitable.

—¿No me crees? ¿Quieres apostarlo?

—No sabía que necesitaras dinero para demostrar tu punto, —dejo que mi mirada se deslice por su cuerpo. —Eso es triste.

—Eso no es lo que...

—Tan triste. —lo interrumpo. —Necesitas dinero para excitarte.

—Eres una bruja.

Un cavernícola enamorado.Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu