Capítulo 3 Con los archivos

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—Scotland Yard, esposa distante, rosquillas y café americano cada día —soltó como si nada, se dio la media vuelta y caminó hacia los escalones.

Boquiabierto ante lo que la pequeña le dijo, volteó a mirar a ambos, John alzó ambas cejas y apretaba sus labios mientras cabeceaba y la señora Hudson tenía sus manos en su pecho y se miraba abrumada.

—Acaso... —dijo sin creerlo— ¿Le hablaron de mí?

—Nop —respondió John mientras se cruzaba de brazos.

—Entonces esa niña acaba de hacer lo que...

—Sherlock hace —continuó John por él y Lestrade se quedó inmóvil.

Bell había llegado al living room y distinguió a Sherlock sentado en un sofá individual, tenía sus manos sobre su barbilla y una mirada perdida. Ella se mantuvo inmóvil bajo el marco de la puerta.

—¿Qué tanto deduces? —preguntó sin mirarle. La pequeña se extrañó.

Al no oír respuesta Sherlock movió sus ojos hacía ella, quien, rápidamente desvío la vista hacía toda la habitación

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Al no oír respuesta Sherlock movió sus ojos hacía ella, quien, rápidamente desvío la vista hacía toda la habitación. Ella se adentró y comenzó a caminar por entre todos los montones de periódicos que ya hacían regados por el lugar. Sherlock le seguía con su mirada, se mostraba curioso ante como la pequeña estaba actuando. Bell seguía observando todo con fascinación, a pesar del desastre que era la habitación. Ella miró cada pequeño detalle con una suave sonrisa.

—¿Qué es lo que has deducido? —insistió.

Retomando su vista al frente, Bell volteó y se quedó pensativa unos momentos. Sin pronunciar palabra alguna, Sherlock arqueó su ceja y no quiso mirarle más. Ella comenzó a caminar hasta llegar al enorme sofá, lo contempló con mucho detalle y el detective se percató de como la niña se recostaba en el piso. Bell merodeó debajo del sofá y con un brillo en sus ojos, estiró su brazo para sacar algo que estaba escondido. Al encontrar lo que quería, se alzó y se acercó a Sherlock, quedando frente a frente. Los ojos verdes grisáceos del detective se cruzaron con los ojos marrones de la niña. Ambos se analizaban. Sherlock empezó a ver más detalles en la niña, muchos de los cuales omitió en su primera deducción:

"Es ambidiestra, dibuja constantemente; sabe tocar el piano; es insegura; tiene ojeras, nunca duerme bien, posiblemente sonámbula; es algo consentida, ama el chocolate..."

Entre más se analizaban, Sherlock percibió algo familiar en ella, no obstante, su mente no lograba conectar aquella familiaridad. Se maldijo por dentro y agachó la mirada. Al verlo así Bell estiró su mano y la abrió para enseñarle a Sherlock lo que había encontrado debajo del sofá. Él alzó su mirada y observó con sorpresa lo que tenía en la palma de su mano, la jeringa que había utilizado anoche para drogarse.

—Malo —dijo—. Esto es malo.

A causa de ello, Sherlock observó desconcertado. En esos instantes percibió a la lejanía varias pisadas, sabía que todos estaban a punto de entrar al living room, y con cierto temor le arrebató la jeringa a la niña, escondiéndole en el bolsillo de su saco. John y Lestrade llegaron y contemplaron la escena en el cual Sherlock veía con aquella misma extrañeza y palidez que tenía a Isabelle y ella no dejaba de mirar al detective con el ceño fruncido.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα