s o f t

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Jungkook no podía dejar de mirar a Jimin. Ya lo había intentado durante toda la clase de matemáticas y como cabe esperar, no había dado resultados.

Jimin podía sentir claramente la mirada del castaño en él. Varias veces había mirado hacia donde se sentaba con el fin de conectar miradas, pero Jungkook siempre dirigía la vista a otro lugar antes de que pudieran admirarse mutuamente. Y Jimin ya estaba harto, en serio quería quedarse mirándolo, a él y a sus ojos. Porque Jungkook tenía los mejores ojos de todo el salón. No, Jungkook tenía los mejores ojos de todo el colegio. Sí, a Jimin le fascinaba que los ojos de Jungkook fueran grandes, lo cual le hacía resaltar dentro de tantos ojos diminutos en el colegio, incluyendo los suyos.

El pelinegro volvió la vista hacia Jungkook otra vez, con el pensamiento de que si no lograba conectar miradas ahora mismo, no lo iba a intentar una vez más. Al menos dentro de lo que faltaba para que se terminara la clase de matemáticas. Pero esta vez Jimin tuvo éxito, Jungkook no aparto la mirada y pudo contemplarlo a él y al brillo en sus ojos por tres minutos. Y pudieron haber sido más si la profesora Kim no los hubiera regañado por no prestar atención a la clase.

ㅡ¡Jeon y Park! ㅡles gritó, provocando que miraran al frente instantáneamenteㅡ. Supongo que ambos deben saber demasiado sobre el tema como para que no presten atención a mi clase.

ㅡNo, profesora. ㅡrespondieron ambos con un hilo de voz.

ㅡ¿Seguros? Por que se veían muy concentrados mirándose el uno al otro.

Jimin se ruborizó ante lo que su profesora dijo y bajó la vista al pupitre. Jungkook lo notó de inmediato y no dudo en dirigir su mirada hacia él otra vez.

ㅡ¡Jeon, mírame mientras te llamo la atención!

ㅡLo siento, profesora. No volverá a pasar.

ㅡMuy bien. ¿Y tú que tienes que decir, Park?

Jimin seguía sin mirar a su profesora, pero a ella le parecía tan tierno ver al pequeño ruborizado que no le llamó la atención por esto.

ㅡSí, no volverá a pasar. Lo prometo.

ㅡBien, espero que así sea. ㅡles dijo y luego se volvió hacia el tablero rogando porque la próxima clase no tuviera que regañarles como por décima vez en lo que llevaba el año escolar.

Y es que Jungkook se encontraba mirando al pequeño de ocho años en todas la clases que no le llamaba la atención, siendo la clase de arte la única en la que se dignaba a mirar al profesor cinco minutos contados cada diez minutos que dirigía su mirada al menor.

Jungkook sabía que a sus ocho años estaba enamorado de Park Jimin. Y no le desagradaba para nada la idea.

Jimin era de su edad, pequeño, tierno, tenía unos cachetes que las niñas de su salón no poseían (al menos no ante la mirada de Jungkook), era listo y cariñoso; Jungkook anhelaba el día en que Jimin lo abrazará como abrazaba a su hermano mayor o a su mamá cuando lo venían a buscar a la salida. Además, Jimin tenía una voz que lograba calmar todos los males de Jungkook sin siquiera tener uno.

Sí, Jungkook a sus ocho años amaba a Jimin. Y él estaba seguro que el sentimiento era mutuo, porque al pelinegro no le brillaban los ojos cuando miraba a los demás como le brillaban cuando lo miraba a él.

El timbre sonó, dando por terminada la clase. La profesora Kim se despidió de los alumnos y el profesor Choi hizo acto de presencia con los ánimos que lo caracterizaban a él, dispuesto a hacer sudar a los niños de la salón de tercero B con el juego de fútbol que tenía planeado para la clase de deportes de hoy.

Así que ahí se encontraban todos los varones de la clase. En el coliseo del colegio dividiéndose en dos grupos para comenzar a jugar, mientras que las niñas estaban sentadas en las gradas haciéndole barra a los equipos. A Jungkook le tocó esperar en banca mientras su equipo jugaba contra el de Jimin. Ahora podía mirar al pelinegro sin que nadie lo molestara, y justamente eso se dedicó a hacer. Ya llevaba trece minutos contemplando como Jimin miraba de un lado a otro a sus compañeros pelear por la posesión del balón mientras él se quedaba quieto en su lugar como defensa esperando a que el balón llegara a una distancia en la que sus pies pudieran patearlo en dirección contraria sin correr. Pero para el minuto catorce Jimin se había aburrido de mirar como correteaban detrás de un balón y había dirigido su mirada a Jungkook, lo que hizo sonreír al castaño. Generando a su vez, un leve sonrojo y una sonrisa por parte del pelinegro. A Jungkook le encantaba ver los cachetes de Jimin rosados y le encantaba mucho más que adquirieran ese color solo por una sonrisa de él, definitivamente Jimin lo amaba.

MAMIHLAPINATAPEI; kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora