Que una niña llore era un gran problema, siempre que una niña lloraba, significaba que alguien saldría regañado y castigado… y generalmente ese alguien era él. Preocupado por qué su madre descubriera una niña llorando a menos de un metro suyo, decidió hablarle, para ver si de ese modo, Nathy dejaba de llorar.

— Es que, nunca vi un hada de verdad, y pues no creo…

—¡¡Silfo!!, Yin es un silfo, no un "hada", las hadas son niñas, los silfos son niños, ¿ya? – Nathy se había olvidado de llorar cuando escucho que se refería a Yin como un hada — te lo presento si me prometes que no le dirás a nadie, especialmente a tu malvada nana Tina.

—Ya te dije que nana Tina no es malvada, pero bien, te juro que si me lo presentas no le diré a nadie — Felipe suspiró aliviado, por lo menos la niña había dejado de llorar.

—Bien, pero debes jurarlo — acto seguido Nathy escupió en su palma y extendió la mano a Felipe quien miró con interés el gesto, escupiendo en su mano y estrechando la de su amiguita, más lo siguiente, ni siquiera él en su calidad de niño, pudo creer: Nathy lamía su palma — Lame, sino, no está sellado el juramento— soltó la pequeña

Felipe, resignado, cerró sus ojos y procuró no pensar que lo que lamía era su propia baba mezclada con la de una niña.

Nathy vio con satisfacción el hecho, y llevando a Felipe a los Rosales comenzó a susurrar el nombre del supuesto Silfo, aunque sin éxito alguno.

El hecho comenzó a resultar sumamente aburrido, y más para Felipe, quien no se movía del lugar, más que nada por miedo a que la pequeña llorase de nuevo y él se metiese en problemas. Sin embargo, para alivio suyo, escuchó una conocida voz buscándolo: nana Tina. La niñera, preocupada por no ver entrar riéndose al pequeño tras el ataque del señor Verrugo, había salido a buscarlo, encontrándolo finalmente, en la tranquilidad del jardín vecino, y no subido en un árbol, o "camuflado" en medio de una charca de lodo.

—Felipe, ¿Cómo te mojaste?— observó la niñera— vamos a casa a cambiarte antes que tu madre se percate que tu ropa de algodón ingles esta mojada y posiblemente se encoja – la nana se dispuso a tomar de la mano a Felipe y sus ojos se cruzaron con los de Nathy, la cual simplemente palideció y se desmayó.

Felipe, preocupado por su amiguita corrió hacia ella, mientras su nana corría a la puerta de la casa de esta, tocando el timbre con visible preocupación ante en desvanecimiento de la niña. A Felipe le preció una eternidad el tiempo que demoraban en responder a la puerta, aunque tan solo habían pasado unos segundos, y tomó una decisión desesperada, esperando no recibir un castigo demasiado severo, tomó aire,  juntó una gran cantidad de barro y corrió hacia su jardín lanzando una gran porción hacia el traje de diseñador que su madre, la cual aún continuaba la conversación en el celular.

La madre del pequeño, entre una mezcla de incredulidad y molestia, se dispuso a regañar a su hijo, más vio como este señalaba el cuerpo de la niña, a unos metros de él, tendida en el suelo, mientras que de su casa un hombre corría con visible desesperación.

El instinto de Danna pudo más que la molestia, en un abrir y cerrar de ojos había sacado del automóvil su maletín y llegado a la niña, incluso antes que el padre de esta.

Una revisión bastó para que Danna comprendiera lo que pasaba: el corazón de la pequeña estaba enfermo y de seguro había sufrido un fuerte susto, quizá alguna de las mascotas prohibidas de su hijo. Por fortuna, sabía precisamente lo que debía hacer e introdujo una pequeña pastilla bajo la lengua de la niña, quien poco a poco comenzó a recuperar la conciencia.

—Gracias — el padre de la niña extendió su mano a la mujer – es bueno tener un médico cerca, por cierto, soy Frederick, general Frederick Celastro, general en jefe de la orgullosa Policía Nacional.

Por un segundo Danna se perdió en los ojos del general, unos ojos miel que parecía atraerla a una serie de sentimientos que ella se había prometido no volver a sentir, especialmente tras la extraña aventura, y posterior ruptura, que había vivido junto al padre de Felipe.

—Danna, Danna Collins, — por un instante Danna se perdió, nuevamente,  el aliento ante la visión que ofrecía el general Celastro— es un placer general, y por cierto, sería mejor que ponga en reposo a su pequeña – se dio la vuelta y viendo a su hijo junto a la nana le dijo en tono autoritario – y ustedes dos a la casa… ahora.

Sin admitir reclamo alguno de su hijo, se encaminó a su casa a terminar de supervisar los últimos detalles de la mudanza, sin embargo, inconscientemente volteó para ver al general, quien, cargaba a su hija dentro de la casa.

—0—

Nadie notó, en medio de la conmoción, el sutil brillo dorado, que parecía emanar de los rosales al momento que Nathy se había desmayado, y que, aunque más suave, aún perduraba… nadie excepto nana Tina.

Familia real, creo yo — se dijo a sí misma la niñera al notar aquel brillo —¿será que di finalmente con alguno de los portadores? — se preguntó mentalmente


Nathalie y los Portadores de los ElementosWhere stories live. Discover now