Vientos de guerra

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— ¡Traición! — un joven dragón dorado volaba con frenesí sobre los campos de Daux – Narath, capital del inmenso imperio de los dragones,  donde se alberga el castillo de Kralovna, portadora del fuego.

Algunos dragones vieron con curiosidad al joven que gritaba desesperadamente, los locos estaban a la orden del día, y no faltaba el que profetizaba el fin del mundo, el retorno de los caza dragones o alguna estupidez similar. La capital del reino, para muchos, era un lugar seguro, los protegía la guardia imperial, y eso era suficiente para la mayoría.

— Traigan al muchacho — a Modrý Plamen el general de la guardia imperial, un gigantesco Dragón azul, veterano de muchas guerras entre castas, miraba con detenimiento al joven extraña alarma. Aunque en los años que ocupaba su puesto imperial había visto toda clase de locos, ninguno había sido un dragón dorado, los cuales eran, entre otras cosas, muy cautos y sabios desde temprana edad.

— Aquí está el alborotador — la voz de uno de sus guardias sacó de sus pensamientos al veterano, el muchacho que había sido capturado en pleno vuelo por los guardias, fue arrojado a los pies del general.

— ¿Por qué alarmas al pueblo de esa manera? — el tono tranquilo y sosegado de Modrý Plamen, sorprendió al dorado, quien siguiendo su instinto, aunque no fuese lógico, decidió confiar en él.

— Los dragones dorados señor — el joven hablaba acelerado.

— Déjame ver si te entiendo — el tono calmado del general de la guardia había cambiado por uno más agresivo — ¿Insinúas que los más sabios de los dragones, tu casta, nos ha traicionado?, algo difícil de creer, y si así fuera, ¿por qué no nos advertirías sobre ello? — El dragón hizo una pausa para evaluar la reacción que causaban sus palabras en su interlocutor — ¿sabes que acusar falsamente de traición a una casta se paga con la muerte?

— Si señor… lo sé — El joven hablo con calma –pero es real, y aunque no todos estuvimos de acuerdo en la traición. Sin embargo éramos pocos detractores y a la mayoría de los opositores los capturaron y ejecutaron. Los que logramos sobrevivir intentamos llevar la voz de alerta a cuanto pueblo, villa y ciudad encontráramos antes que nos capturasen.

Las palabras del muchacho, si bien increíbles, no podían ser tomadas a la ligera. Modrý Plamen debía actuar con suma cautela.

— Suponiendo que tu historia sea verdad, ¿Quién organizó esta jugada?, ¿acaso fue Zlatá Salvěj?

— No…— El joven entristeció el tono de su voz — El nunca estuvo de acuerdo, él fue el primero en morir, quien organizó todo fue…

El joven no pudo completar la frase, una inmensa bola de fuego impactó contra él dejándolo moribundo. En medio de la confusión del general, una gran cantidad de dragones dorados oscureció el cielo soltando su fuego a diestra y siniestra, destruyendo de ese modo, edificios y acabando con inocentes vidas. Una aturdida guardia preparaba, aunque tarde, las acciones defensivas.

— ¿Quién?, ¡Quién! — Modrý Plamen sacudía el cuerpo moribundo del joven dragón, era necesario saber quien estaba tras el ataque, debía cortar el problema de raíz antes que todo se descontrolase definitivamente.

— Fue ella… ella — el joven moribundo, debido a su falta de fuerzas, solo atinó a señalar un grupo de dragones que luchaba cerca de la torre norte del castillo imperial, en medio de toda la confusión una gran dragona eliminaba con facilidad a los azules guardias.

Modrý Plamen no necesitó mayor información, su vasta experiencia en las guerras de castas le había enseñado algo: si el caudillo muere la rebelión se termina. Con fuerza se dirigió donde la dragona señalada por el joven moribundo luchaba, con furia el general juntó fuerzas y soltó una fuerte llamarada azul sobre la rebelde.

Nathalie y los Portadores de los ElementosWhere stories live. Discover now