Capítulo 3, La Antigua guerra de los elementos

6.1K 217 21
                                    

"En el momento mismo de la creación, o quizá un instante después de esta, numerosas criaturas mágicas salieron de la mano del Gran Creador Ekanzo, cada una de estas razas, especiales en bondad y sabiduría, ocuparon su lugar en el mundo y brindaron a este mundo, una infinidad de sentimientos que hicieron sentir orgulloso al Creador mismo.

El mundo inicial debía mantener un estrecho equilibrio con la naturaleza, y con la magia que emanaba de Terarre, la madre tierra, Ekanzo, el Creador, pensó que sería importante fueran los mismos habitantes de esta tierra quienes debían velar por ese equilibrio. Era, sin embargo, demasiada carga brindarle a una sola raza semejante responsabilidad y semejante poder, Por ello decidió el Creador, repartir la carga en cinco partes:

La esencia del fuego, representación de la pasión y la justicia, sería custodiada por los celosos dragones.

La esencia del agua, representación de la pureza y bondad en todos los seres vivos, estaría a cargo de Tritones y Sirenas.

La esencia de la tierra, sustento de todo ser vivo, madre de todo lo que la habita, sería custodiada por los hábiles enanos.

La esencia del aire, soplo de vida, y por tanto el la más poderosa de las esencias, quedaría a cargo de los traviesos Silfos y las bellas Hadas.

Finalmente, el Creador concibió una última esencia, la esencia de la luz, del poder unificador de todas aquellas, en el cual residía realmente el equilibrio de la creación. Optó el creador por otorgar este don a los sabios e incorruptibles elfos.

Otorgando la bendición a cada uno de sus hijos e hijas, dio a todos un último y maravilloso regalo: les otorgó el libre albedrío, la capacidad de discernir entre el bien y el mal,  de escoger el camino de la bondad o el de la oscuridad.

— Vayan mis hijos — dijo en cuanto hubo entregado sus dones — y llenen de alegría  este mundo que les ha sido concedido como máximo regalo.

Partieron los mágicos seres, y por siglos se relacionaron con los hombres, joven raza que no había recibido un don,  ayudándolos y protegiéndolos por siglos.

Mas pasó el tiempo y los hombres se alejaron del consejo y protección de quienes fueron, parte importante de su vida, por alguna razón, o más bien por pura ambición, el hombre dejó de respetar a la naturaleza, comenzando incluso, a cazar cuál animales a quienes habían sido sus aliados: iniciaron guerras contra elfos y Dragones, esclavizaron enanos, las Hadas y Silfos no eran más que un adorno, sirenas y tritones fueron desterrados a lo más profundo de los mares pues se las culpaba de cada desastre marino.


Los Elfos, cansados de la humillación y la falta de amor, comprendieron que el hombre portaba una esencia, la exactamente opuesta a la que ellos llevaban: la esencia de la oscuridad, decidieron, por tanto, hacer algo al respecto, más para ello requerían de las otras cuatro y con ese cometido, el rey Celebriän Faelivrin convocó al gran concilio.

Asistieron al concilio Xiahhak, la madre de todos los dragones y portadora del fuego.

Parténope, la portadora de agua, y más dulce de todas las criaturas portadoras.

Hig el hábil, gran maestre artesano y líder nato de todos los Enanos, pues sus obras se habían vendido por muchas piezas de oro, aún entre los exigentes elfos. Era además el enano, el portador de la tierra.

Y finalmente Seris, hija de Gim,  de quien se decía era inmortal por ser la portadora del aire, el soplo de la vida.

El rey Celebriän Faelivrin habló con coherencia y dignidad, habló contra los hombres y contra su maldad terminando por convencer sobre los hombres un hechizo tan poderoso, que los hiciese olvidar la existencia de las otras razas, que recupere la libertad de los cautivos… un hechizo que los protegiera y mantuviera lejos de la vista y alcance de los hombres; uno que protegiera los bosques, montañas, riscos, lagos e incluso algunos mares, que eran hogares de todas aquellas criaturas, en fin, un hechizo que permitiría a todas las razas que habitaban la tierra de Gulabi en paz.

Nathalie y los Portadores de los ElementosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora