Merthur DIME CUANTO ME AMAS

Exorcizando al amor

Y así fue como lo beso, fue tan suave el roce pero aun así quemo el tacto; quiso excusarse con palabras de amor, queriendo entrar en su corazón lo abrazo temiendo que no creyera en sus labios repitiendo incansablemente su nombre.

Simplemente la otra parte de su mente no pudo escucharlo, el bombardeo instantáneo del corazón suyo lo segó, con una desesperación insana se limpió los labios con la manga de su camisa, solo quería borrar todo rastro de aquel inocente beso que para él solo sabía a traición. Lo había engañado si Señor! Porque no era lógico pensar que su mejor amigo, hermano, colega de travesuras lo acaba de besar y con ello matar a su amistad, no fue el jamás dio indicios de ser un puto marica. Claro que si es lo único en que ponía pensar su ex amigo era un puto marica, y si no era posible solo pensarlo.

Se lo espato en la cara, señalando con un dedo y claro su madre en un tiempo le había enseñado que señalar a alguien con el dedo era una falta de respeto, pero ahora todo valía se perdió su educación por un laberinto de la mente.

Estaba hecho una furia, sus sentidos nublados que no se dio cuenta hasta tarde que su puño había sido arrastrado sin voluntad propia sobre la mejilla de su ex amigo, más bien dicho estrellado por la mejilla. Pero mierda no debió haberlo besado, de todos menos el, lo quería como a un hermano.

Sus ojos azul cielo, lo miraron pidiéndole perdón, pero no quería escucharlo esta tan cegado en su propia ignorancia, solo pensaba en su moral hecha añicos. Lo estudio bien con sus ojos azul cielo idénticos a su ex amigo nombrado desde ahora escaneándolos de arriba abajo, sonrió con arrogancia mal ensayada, escupió en el suelo que pisaba el otro. Alcanzo a escuchar unas palabras dejándole una sensación de vacío que no le importo aun así siguió en marcha, dejando atrás al que un día llamo amigo.

Entro a un antro de mala fama, solo voy a desahogar este coraje se repetía a si mismo aunque es bien sabido que el mejor mentiroso es la mente. Acomodo su cabello rubio guiñándole un ojo de paso a una camera que pasaba gusto en frente suyo, ya sabía cómo despejar su mente. Sonrió coquetamente pidiéndole una cerveza y ella complacida le dio hasta su número de teléfono.

Como animal en celo, de noche en la cuidad se restregaba por el cuerpo de aquella muchacha cuyo nombre no sabía ni importaba solo besarla para saciar su hambre, lo que más le incomodaba era verse insatisfecho no le gustaba, apestaba su aliento a borracho pero ella parecía disfrutar sin él. Su mente se encontraba inverso solo en alguien, y ese alguien no era esa mujer la soltó excusándose tontamente no podía seguir, sin darse cuenta salió corriendo, quería verlo.

Volver a sentir sus labios sobre los suyos, porque ahora recién se daba cuenta que se equivocó, el golpearlo rudamente, llamarlo puto marica, no era cierto lastimo a su amigo. Con la cabeza más fría lo supo, fue una estupidez decirle todo eso, no podía alejarse de él.

Pues tal vez, el dirigir sus dedos sobre su labio y recordar el beso robado no le era tan indiferente, quizás si le gusto, solo quizás aún tenía posibilidad de pedir perdón. A todo lo que daba sus piernas corrió sospechando donde debía estar en su casa, pues aparte de ser su amigo, también es su vecino, sonrió como una colegial enamorada, sin un poco de delicadeza toco la puerta para que si tenía suerte le abriera su amigo, pero grande fue su desilusión al ser recibido por el hermano.

-Se encuentra Merl...- un apodo que se había acostumbrado a decir desde hace mucho tiempo.

-Jajajaj estas bromeando Arthur, él no está...-esa sonrisa lo descoloco de lugar, no estaba para bromas debía verlo y ya.

-mmmm no estoy para juegos dime donde esta....-

-Deja de ser idiota no bromeo, hoy a la mañana él se fue a despedirse de ti, ya se fue....-cerrando de un portazo la puerta. Allí como lluvia vinieron los recuerdos, cayendo de rodillas se aventuró a recordar.

-Te quiero Arthur...-

-Perdóname Arthur....-

-Adiós Arthur se feliz, ya nunca te volveré a molestar....-