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La pobre mujer no dejaba de dar vueltas en su cama, tenía que dejar de pensar ya en aquel intruso que se coló entre sus pensamientos desde hacía un par de noches.

Ya era Domingo y aún no podía olvidar la conversación que tuvo con aquel ser humano, su tono de voz, lo fuertes que lucían sus brazos, en fin, todo él aprisionaba la mente de Lady Escarlata.

Dándose por vencida y resignándose a que no dormiría -de nuevo -esa madrugada, se puso de pie y cogió la bata que tenía a los pies de su cama, la puso sobre sus hombros y salió a la cocina a preparar una taza de té.

Salió al pequeño balcón de su apartamento donde un par de sillas se encontraban acomodadas mirando hacia el infinito.

Dejo el té sobre una mesita que tenía frente a ella y tomo del mismo lugar un cuaderno de notas y su pluma rosa favorita para comenzar a detallar sus pensamientos de la semana anterior.

Siempre escribía su diario en Domingo, ya que era inicio de semana y lo consideraba un ritual, alguna vez había leído por ahí que si descargabas todos tus pensamientos de la semana concluyente antes de iniciar la nueva, tus energías estarían libres de malos pensamientos y eso era lo que pretendía.

Empezó a escribir una pequeña historia, describiendo al hombre del bar, las sensaciones que ocasionaba en ella.

Lentamente se dejo llevar, relató lo que le gustaría hacer con aquel hombre, desde como desharía el nudo de su corbata roja, y como arrancaría cada botón de su camisa blanca.

Levanto la vista y ahí estaba la luna, como una enorme sonrisa diciéndole que solo ella sería testigo de sus deseos mas ocultos.

Siguió escribiendo.

Despertó un par de horas mas tarde acurrucada en la silla del balcón, su cuello le dolía y el té estaba helado.

Tenía los dedos de las manos entumecidos por el frío y el aire de la mañana hacía que su cabello se pegara en su cara.

Tomó la taza de té y la llevo a la cocina, estaba a punto de lavarla cuando escucho el sonido de la puerta y llaves que estaban siendo colocadas en la mesilla que había en el recibidor.

-Buenos días -saludó a Olga, una señora regordeta que la ayudaba con las labores del hogar toda la semana -Que gusto verte Olga.

-Buenos día señorita -la mujer le dedicó una sonrisa mientras ambas iban de vuelta a la cocina -¿Desea que haga algo en especial hoy?

-No Olga, no esta muy sucio el apartamento -miró a su alrededor, era una persona ordenada -Simplemente lo básico, ya sabes, barrer, sacudir...

-Perfecto señorita -la señora se puso un mandil y tomo una escoba del cuarto de lavado -¿va a salir?

-Quizá más tarde iré de compras, ¿necesitas algo?

-Mas limpia vidrios, los estantes de la biblioteca se rayan si los limpio con agua.

-He estado pensando en cambiar esos cristales por repisas de madera, pero siento que perdería estilo.

-Quizá -asintió Olga dando la razón a Lady Escarlata -Pero es su decisión.

-Lo seguiré pensando, por lo pronto iré a darme una ducha para ir a hacer las compras y luego me pasaré por el gimnasio.

-Muy bien, hasta más tarde.

-Hasta luego Olga.

La joven se dio un extenso baño de tina para olvidar los músculos adoloridos por su madrugada en el balcón, pudo haber muerto de hipotermia y todo por culpa de aquel individuo cuyo nombre desconocía y nunca sabría.

¿O sí?

Lady EscarlataΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα