Otoño: Hojas Que Crujen

Magsimula sa umpisa
                                    

-Así es.

-Entonces -Volteó a verlo -Por qué no quieres.

Bokuto seguía con la esperanza de que aceptara o al menos obtener una respuesta. Pero al igual que las veces anteriores, Akaashi bajó la mirada.

-Sólo no pue...

-Sí puedes. ¿Qué tan difícil es aceptar? ¿Tanto trabajo te cuesta decir sí? -Tronó molesto la lengua ante el silencio del menor. -Iré a hacer la comida -Se dirigió a la puerta.

-Bokuto-san -El mayor se detuvo pero no volteó a verlo. No porque estuviera molesto, sino porque ya sabía lo que iba a decir -Lo siento -Escuchó antes de abandonar la habitación.

Los días pasaban y Bokuto seguía con la misma pregunta para después Akaashi contestar con la misma respuesta. Siempre lo mismo pero él seguía ahí, con esa pregunta esperando por la respuesta que tanto ansiaba escuchar.

Las lluvias comenzaban a hacerse frecuentes pero ese día el sol ganó la batalla y ligeros rayos invadían la ciudad.

"¿Acaso el que ese día hubiera sol era un mal chiste de la vida?" se preguntó Akaashi mientras contemplaba la pecera. Sus ojos se enfocaban en ese pez dorado. Tan pequeño y hermoso. Tan frágil y...

-Keiji, he llegado -Escuchó.

Siempre iba a recibirlo con una bienvenida, no importaba lo que estuviera haciendo. Esa vez no fue así.

-¡Akaaashiii! -La voz comenzaba a acercarse -He dicho que... ¿Qué haces? -Preguntó Bokuto mientras lo veía desde el marco de la puerta.

Akaashi observó a Bokuto un momento para volver a dirigir su vista a la pecera.

Bokuto se acercó con curiosidad. Cuando sus ojos observaron lo que el menor veía, su mirada se entristeció.

El pequeño pez dorado que se había esmerado en conseguir para Akaashi aquella noche de verano, ahora flotaba inmóvil sobre el agua.

-Keiji.

-¿Sí? Bokuto-san.

-Yakiniku está muerto -Sujetó la mano del menor.

-Lo sé, Bokuto-san -Entrelazó sus dedos -Lo sé.

Bokuto y Akaashi se encontraban en el jardín. Keiji observaba a Kotaro, quien terminaba de darle los últimos arreglos a la pequeña e improvisada tumba. Contemplando un destino que estaba cada vez más cerca.

-Fuiste un gran pez, pequeño Yakiniku -Habló con tristeza -Espero estés feliz en el cielo de los peces. Nadando felizmente y comiendo infinidad de bolitas.

-No creo que haya un cielo de peces, Bokuto-san.

-Claro que lo hay. Vamos Keiji -Dejó una pequeña flor -Dile algo al pequeño Yakiniku.

-Yakiniku, -Se quedó pensando -Bokuto-san tenía razón contigo.

-¿Eh?

-Después de todo -Suspiró -era mejor ponerte Akaashi.

Bokuto levantó la mirada sorprendido por el comentario.

-Akaa...

-Dije algo imprudente -Realizó una pequeña reverencia -Lo siento -Se disculpó para después regresar a casa.

-

El viento soplaba y el cielo seguía nublado como en las últimas semanas, pero eso no importó para que familias y amigos fueran al bosque a ver los diferentes tonos rojizos y anaranjados de las hojas.

SeasonTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon