7. Chocolates y algo más.

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—No lo sé, mi niña. El Sr. Price envió a casi todos a casa, unos pocos nos quedaremos esta noche para atenderlos.

«Extraño», pensó Halle.

Estuvo unos minutos sentada en el gran salón hasta que sus abuelos fueron los primeros en hacer aparición, seguidos de Mandy y Joel.

La abuela Price apenas se percató de Halle, observó su atuendo y asintió en aprobación.

—Linda tela, Halle. Muy buena elección —señaló.

—Gracias, abuela.

El abuelo Price solo agachó la cabeza en saludo y ella le sonrió. Algo que tenían los Price es que ninguno acostumbraba a saludarse ni cariñosa ni efusivamente como si no hubiesen pasado años, días, semanas, meses, desde la última vez que se vieron.

Mandy frunció los labios.

—Esos colores desencajan completamente para tu edad —comentó.

—A mí me parece que tiene clase —defendió la abuela caminando hacia el comedor—. Algo que todavía te falta a ti, Mandy Bonét. A pesar de los años.

Mandy unió los labios en una fina línea y no comentó más nada hasta que la velada inició.

Joel y el abuelo hablaron de trabajo, de las empresas, de Santorini y de su salud. La abuela Price de vez en cuando participaba con sus comentarios irónicos, opiniones totalmente sinceras o para quejarse de algo.

Halle sabía que la relación entre Mandy y la familia Price nunca logró ser muy buena, así como los Bonét raras veces aparecían por allí o eran capaces de llevar una conversación en paz con los Price. Zoe alguna vez había anunciado que Mandy y Joel eran la versión moderna y mala de Romeo y Julieta,

El abuelo Price, de repente, terminó hablando de los americanos y sus desagradables tratos.

—Sabía que no debíamos regresar. Detesto este lugar —comentó, dejando a Joel comiendo de su pescado con el cuerpo tenso y la mirada molesta.

— ¿Y a qué se debe su visita, abuelo? —se encontró preguntando Halle sin pensar. Cuando cayó en cuenta era demasiado tarde y Mandy la acribillaba con la mirada.

Todos la observaron en un silencio sepulcral, a excepción de la abuela Price, que seguía engullendo alegremente de su pescado.

—Ah, por ti, querida —respondió esta con indiferencia.

Mandy la miró sorprendida, mientras Joel le dedicaba una mirada con el ceño fruncido a su madre.

— ¿Por mí?

— ¡Por supuesto! —dijo, mirándolos a todos de pronto—. Cumples dieciocho en dos meses, ¿no es cierto?

—Sí, pero... No entiendo.

No era la única, aparentemente todos estaban expectantes a sus palabras. ¿Qué iba a decir?

— ¡Pues es un acontecimiento importante! —la miró intensamente—. Te haces mayor de edad, irás a la universidad, se decidirá el destino de tu vida. Vinimos ahorita porque no podremos estar aquí para ese entonces, Halle... Me temo que me han diagnosticado cáncer y viajaré a Alemania para tratarme allá. ¿Te parece bien eso?

Halle no supo qué contestar, pues parecía que había más cosas entre líneas en lo que la abuela Price acababa de decir, así que solo se dedicó a asentir. Tampoco supo qué pensar sobre su enfermedad, que sus dieciocho fuesen tan importantes como para hacerlos viajar después de diez años a Raleigh.

Paralelos (#1 Líneas)Where stories live. Discover now