ADAM'S POV

La silueta de Emily apenas y me era distinguible por tanta agua entrando a mis ojos, llevaba al menos diez minutos aquí cuando un escalofrío me inundó todo el cuerpo y bufé por el frío que comenzaba a sentir. Cuando el agua cesó, Emily tenía una toalla entre sus manos y la extendía en mi dirección. La podía ver más clara que minutos atrás, pero sentía el cuerpo pesado y unas inmensas ganas de vomitar, beber jamás había sido lo mejor de mi vida. Lo aborrecía y no sabía porque lo había hecho. Tomé la toalla de entre sus manos y sequé mi cabello. La ropa chorreaba de todos lados, desabotoné la camisa y removí los pantalones, Emily seguía plantada frente a mí.

― ¿Me veo muy ebrio?

―En tu máximo esplendor.

― ¿Podrías buscar otro traje? ― al menos tenía control sobre mi lengua de nuevo―, no creo que sea de buena imagen bajar recién bañado y pareciendo fuente.

Sonrió. ― Como su majestad ordene.

Me deshice de las demás prendas y envolví la toalla alrededor de mis caderas, mi visión seguía un tanto borrosa, pero sentía que mejoraba. ¿Qué tanto tardaba el alcohol en salir de mi cuerpo?

Recordaba haberle dicho a Emily algo acerca de Lana, pero no lograba descifrar que era, ¿había dicho algo malo?

Salí del baño en el momento justo en que Emily volvía a poner sus tacones, el traje seco se encontraba sobre la cama, del lado en que yo dormía.

― ¿Emily? ― levantó la vista―, ¿dije algo malo?

Negó. ― Supongo que el alcohol te hizo sensible, pero no grosero.

Rasqué mi nuca. ― ¿Sensible?

―Lloraste, dijiste algo sobre Lana, y... Pasó.

Llevé mis dos manos a mi rostro y lo restregué. Que estúpido había sido, nadie me había visto llorar desde hace tiempo. Y Emily no podía... Simplemente no quería que ella me viera así. No. No.

―Sobre lo de hace rato― comencé―, no tienes por qué responderme, reaccioné mal, supongo que simplemente no recordaba lo que es ser rechazado, o supongo que lo que te dije de Lana también... ― me acerqué unos pasos hacia ella―, sólo, no tienes que responderme, yo sé que he sido un idiota contigo desde el primer día, y que mayormente nuestras pláticas llevan un insulto hacia ti, así que no me sorprendería que me rechazaras, supongo que tenía que decírtelo porque...

―Ahora tú cállate― se levantó de la cama y plantó un beso en mis labios, acarició mis mejillas y se separó sonrojada―, soy mala diciendo las cosas, y tú lo sabes, no sé explicarme, pero... Yo... Adam me gustas, ¿de acuerdo?, y no me importa si las cosas se ponen raras, ya de por sí lo que está sucediendo es raro por sí sólo― suspiró.

Sonreí con un creciente calor inundando mi cara. Ella también lo había dicho.
Bajé mis manos a su espalda baja y la atraje hacia mí, quería sentirla, sentir su pequeño cuerpo. Sus manos sobre la piel de mi espalda hicieron que me diera un escalofrío, pero no podía culparla, la fobia seguía presente por más que quisiera abandonarla.

(...)

Emily sonrió con el flash de la cámara, y estoy noventa por ciento seguro de que yo salgo observándola. La gran foto de los Blair estaría publicada a primera hora de mañana en todos los periódicos importantes entre empresarios. A diferencia de que en otros años, yo no salía a lado de mi padre, salía a lado de Emily, sujetándola por la cintura y sintiéndome completamente feliz. Sabía que mi rostro lo reflejaría.

Morett se acercó a nosotros, sabía lo que se avecinaba, sería un reclamo sutil como suele hacerlos.

― ¿Por qué tu cabello está mojado?

― Decidí mojarlo.

―Sabes lo importante que es esta foto para la familia, no puedes arruinarla, Adam. Hazlo por tu padre.

Sonreí cínicamente.

― ¿De verdad quieres hablar de quién arruina la foto y quién no?― di un paso hacia ella y me incliné para estar a su altura―, ambos sabemos que la única que la arruinó, fuiste tú y la falsa sonrisa que tienes.

Emily se removió incómoda detrás de mí. La música volvió a sonar y con ella mi madre se alejó.

Emily dio unos pasos hacia la mesa donde estaba Marie y Alelí, tiré de su brazo hacia mí, casi cayendo. Abrió los ojos como platos y me vio confundida.

― ¿Qué sucede?

―Baila conmigo una vez más― entrecerró los ojos―, una vez antes de que vayamos a dormir y tengamos que empacar.

Tomé su mano y su cintura, la acerqué hacia mí y apoyó su mejilla contra mi pecho.
La música embriagaba mis oídos, y el fino aroma de Emily me hacía quererla más cerca.

― ¿Estás nervioso? Tu corazón está como loco.

―Me gustaría preguntar lo mismo, tu cuerpo está temblando.

―Golpe bajo, Adam, es el frío.

No quería soltarla, quería durar así hasta el final de la noche, quería que su aroma quedara impregnado en mi saco, en mi piel, en mi mente.

― ¿Puedo preguntarle algo?― asintió―, ¿este asunto te parece incómodo?

―No, ¿por qué habría de serlo?

―Porque pasarás unos cuantos meses más conmigo, y, no lo sé... No quiero que te sientas rara.

―Supongo que tarde o temprano caerías ante mis encantos― dijo burlona―, pero no creo que esto se vuelva incómodo, todo depende del tiempo y nosotros.

―Nosotros...

(...)

Victoria fue la última en irse, para ese momento lo único que quedaba de mi traje, eran los pantalones y la camisa, estaba seguro de que el moño estaba en el jardín y que mi sacó lo tenía Emily, puesto que ella había dicho que se sentía cansada y había subido justo cuando se iban los primeros invitados.
Di la última calada a mi cigarrillo, Alelí y Alexander eran los últimos en la pista, él le susurraba algo al oído, mientras que ella se sonrojaba y se ocultaba de mi mirada.
Sentía el cuerpo bastante pesado, apenas y podía atravesar la cocina sin sentir punzadas en las piernas.

Cuando por fin llegué a la habitación, Emily se encontraba hecha bolita, el vestido yacía en un gancho y los tacones habían sido olvidados a lado de la cama, su cabello estaba hecho una coleta y el maquillaje había desaparecido de su rostro. Volvía a ser la castaña de siempre.

Desabotoné la camisa y procuré no hacer ruido al quitarme los zapatos y el pantalón, lo difícil sería abrir el armario sin hacer ningún ruido y extraer una camisa y un short.

―No te preocupes por mí, no he podido dormir desde que subí.

Me giré hacia la cama, Emily estaba sentada y miraba hacia su regazo.

―Déjame cambiarme y te cantaré, Ems.

Volvió a sumergirse dentro de las cobijas, lo hacía para evitarse el verme semidesnudo. Podía ver el color rubí en sus mejillas cada que me veía así.

Me metí entre las cobijas, las luces del jardín atravesaban la ventana y daban en el techo, iluminando así el rostro de Emily.

― ¿Puedo contarte algo?― asintió―, creo que jamás te he dicho mucho sobre Lana, así que, me gustaría que lo supieras, en vista de que hay varios asuntos que dije estando ebrio.

Y comencé el relato.

ADAM - en edición.Where stories live. Discover now