CAPÍTULO 34: Revelaciones

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―¡Nada, joder! ―soltó un grito estruendoso―. Sabes muy bien de qué demonios hablo ―soltó entre dientes.

Caminó a trompicones, sin ser aún consiente de lo que sucedía pero con el corazón latiendo tan fuerte que parecía estarse saliéndose del pecho.

―Oh, espera... ¿Hablas sobre la apuesta? ―dijo Camille de pronto con una sonrisa inocente―. ¿Sobre esa pequeña apuesta que hiciste con Megan? Ya sabes... desvirgar a tu estúpida noviecita. Ya que lo lograste, quería saber si ibas a compartir el premio conmigo ―Se insinuó―. Creí que te daría mucho dinero y...

―¡Que te calles, joder! Eso no...

―¡¿No qué?!

Se detuvo. Todo su alrededor pareció detenerse por largos e interminables segundos. Todo aquello que pensó ser tan perfecto al lado de Aaron se volvió tan irreal que se sintió aún más ridículo. Eso no podía ser cierto, era... imposible.

Y estaba fuera de control. Cada paso que daba hacia ella con furia le dolía en alma como puñaladas, su respiración estaba tan agitada que, sin saberlo siquiera, un torrente de lágrimas empezaron a derramarse por sus mejillas.

Porque era verdad. Marcel se lo había dicho antes e incluso parecía recordarlo de algún lugar.

Un par de miradas se dirigieron hacia ella cuando, furiosa, arremetió contra Aaron de un golpe directo.

―¡No, Amber!

―¡¿No qué?! ¡Me mentiste!

―¡No te mentí, Amber, suéltame! ¡Déjame explicártelo!

Forcejeó furiosa, removiéndose inquieta entre los brazos que la sujetaban con desesperada fuerza contra él. Su corazón, palpitando furioso a velocidades inhumanas contra su pecho, interrumpía su respiración de manera entrecortada. Toda su mente pareció haberse nublado de pronto, incapaz de pensar en algo más, sin apenas reaccionar a lo que acababa de suceder. Todo a lo que atinaba a hacer era a golpear sus puños con dolorosa fuerza contra Aaron y, por primera vez, no le importó nada más. Soltó el torrente de lágrimas que apenas le permitía respirar con dificultad. Un nudo en la garganta aceleró sus pulsaciones y todo a su alrededor se desvaneció como si de un sueño gris se tratase.

―¡¿Qué?! ¡¿Qué tienes que explicar?! ¡¿Qué estuviste jugando conmigo todo este tiempo?!

Aaron se detuvo bruscamente y, sin apenas soltarla ni un poco, levantó la vista por encima de su hombro con todo el enfado y rencor que le fue posible dirigir.

―Largo de mi casa, Camille.

―Pero, Aaron, yo solo...

―¡Ahora! ¡No te quiero aquí!

Y apenas pudo lo hizo. Se alejó de él a trompicones y mantuvo la mayor distancia posible que le fue posible. Lo miró con los ojos empañados de furia, con el corazón hecho trizas una vez más por él.

―Amber... ―murmuró agobiado, sacudiéndose el cabello con visible desesperación y acongojo―. Tienes que creerme. En serio, princesa, te prometo que nunca aposté ni...

―¿Y bien? ―interrumpió una voz femenina que en ese momento no hizo más que empeorar la situación. La madre de Aaron los observó sonrientes, haciéndoles una rápida seña con la cabeza para que entraran a la casa―. Ya está listo el almuerzo y estamos esperándolos ―Se apresuró a decir algo avergonzada antes de mirarla directamente con una amplia sonrisa―. A ti también, Amber, quiero que nos conozcamos mejor.

Estaba allí, parada en medio de la nada con lágrimas en los ojos, era tan obvia aquella situación que no dudo ni un instante que toda la familia de Aaron se acababa de enterar de lo sucedido. ¿Y cómo no? Habían estado gritando y hablando demasiado alto como para que todo ello no se oyera a metros de distancia.

―Por supuesto, madre, ya vamos ―respondió lentamente antes de sujetarla con firmeza de la cintura y acercarla―. Solo espéranos un momento y...

Lo ignoró. Haciendo vanos intentos por fingir que absolutamente nada acababa de suceder, sonrió a la mujer y fue directo al baño por segunda vez.

Ese día salió peor de lo que podría haber imaginado.

|...|

No alejó la vista de la ventana del auto ni un segundo. Se mantuvo callada todo el trayecto, de brazos cruzados y esperando a llegar para irse muy lejos. Todo lo que oía, además de sentir el molesto silencio incomodo que los envolvía, eran los bufidos y sonoros carraspeos por parte de Aaron.

―Amber... ―intentó por quinta vez―. No seas una nena y escúchame, ¿bien?. Yo nunca aposté absolutamente nada con tu prima, jamás. Sí, ella me ofreció des...

Aaron se calló, como si apenas decirlo lo pusiera ya más molesto e intenso de lo que ya estaba. Solo entonces giró el rostro para mirarlo y lo observó con una pequeña mueca de tristeza en los labios. Quería golpearlo, zarandearlo y...

―¿Qué? Si vas a hablar, dilo todo.

―Me dijo que si te desvirgaba me daría una buena suma de dinero. Tienes que creerme. Y no, no acepté porque...

Esperó impaciente a que continuara hablando cuando detuvo el auto de manera repentina en un aparcado. Lucía ahora nervioso, abriendo y cerrando la boca como si no estuviera seguro de lo que debía decir.

―Aaron, solo dilo. Esto no puede emporar más ―soltó mordaz―. Marcel también lo dijo y lo negaste. ¿Cómo se supone que deba creerte?

―Nunca aposté nada, debes creerme. No hubo ninguna estúpida apuesta ni... ni alguna apuesta en la que terminé enamorado de ti, simplemente no hubo nada ―soltó a bocajarro―. Megan me propuso darme quinientos dólares, si mal no recuerdo, con tal de acostarme contigo. Por eso me molestaba muchísimo cada vez que te veía preocuaprte por ella. Me molesta que te importe y que veles por el bienestar de personas que simplemente te han hecho demasiado daño.

―No... Aaron...

―Simplemente no quise meterme en eso ―escupió resentido con un firme golpe en el volante.

Amber dio un respingo y su cuerpo chocó contra la puerta del auto por el ímpetu, con la respiración agitada por el dolor y la molestia, intentó alejarlo con inútiles esfuerzos cuando él se inclinó sobre ella. La tomó del rostro y juntó los labios sobre su oreja en una suave caricia que pareció jamás acabar.

―¿Y sabes por qué? ―preguntó él sin siquiera esperar respuesta―. Estoy muy grande para juegos de niños. No iba a perder mi tiempo con una chica que no me interesaba en lo más mínimo, simplemente no quería perder mi preciado tiempo con tonterías. ¿Dinero? Demonios, no me importa el jodido dinero de los Miller ―soltó tan sincero como indiferente, las palabras cayendo sobre ella como un balde de agua fría―. Pero entonces... No sé qué demonios sucedió que no podía dejar de pensar en ti ni un minuto. Estabas todo el tiempo en mi cabeza, y esos deseos de estar a tu lado, de verte sonreír, de hacerte enfadar y de causar cualquier emoción en ti aumentaban de manera irreal con cada mirada que me dabas. Pero eso, Amber, no tiene nada que ver con Megan.

Sus ojos se cerraron con fuerza cuando los brazos de Aaron la rodearon con necesidad, apretujándola suavemente contra él en un desesperado intento por sentirla cerca.

―¿Vas a creerle a la loca de tu prima... y no me creerás a mí? Quería protegerte, no quería que lo supieras porque ya tienes demasiados problemas como para lidiar con una estupidez de Megan. He hecho por ti lo que jamás haría por nadie, soy todo tuyo, ¿lo entiendes? Yo no voy por la vida prometiendo amor a cada chica que se me cruza. Eres la única que logra acelerar mi corazón de la manera más inocente posible. ¿Cómo al menos no podría quererte?

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Gracias por leer, las amo♡♡♡♡ Espero les haya gustadooo;)
No falta mucho para el final!!

AMBER ©Where stories live. Discover now