CAPÍTULO 7: Las fiestas terminan.

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CAPÍTULO 7: Las fiestas terminan.

Digamos que no sé cómo llegamos a ponernos a escuchar música como dos enfermos, pero estábamos cantando Barbie girl tirados en la sala, con comida alrededor.

Después me puse a bailar como Madonna con Rogers saltando y corriendo por toda la sala. Bailamos la Macarena, un lento con Lana del Rey. Creo que cualquiera que nos hubiera visto creería que tomamos, pero no era así, no hubo alcohol, y de última, a ninguno nos habrá hecho nada. Mientras yo cantaba Young and beautiful en el hombro de Steve, afuera la noche era tranquila, despejada. Me sentía como cuando era más chica, solo estudiaba y no tenía otra responsabilidad que esa. Y ahora con 19 años, dirijo una empresa y soy doctora.

EL comienzo de la ópera nos hizo dar un salto. Yo con el ceño fruncido me acerque al celular y traté de cambiar la música, lo que no funcionó a la primera, por que siguió sonando. Yo miré a Steve riendo, ambos supusimos que era Fury en otra de sus malas bromas. La canción saltó a la versión de Jennifer Laurence de El árbol del ahorcado. Fue entonces cuando la casa pareció más silenciosa de lo normal, las luces de la planta de arriba se apagaron de repente, la cocina quedó a oscuras, las luces de afuera también, la negrura era salvajemente cortada por la única luz prendida: la sala.

Por mi parte creí que Martínez estaba burlándose de nosotros por no dejarlo dormir, así que le reste importancia y me asomé al patio delantero por la puerta y le grité:

-Muy gracioso, Luciano – pero no había nadie en la caceta de la puerta. Tragué duro, pero solté un grito cuando algo cayó colgando sobre las escaleras de entrada. Era un bulto de oscuras sombras, que tomó forma cuando me acostumbré a la falta de luz. Era un cuerpo. Martínez.

Me tapé la boca con el torso de la mano llorando y cerré la puerta de un portazo buscando a Steve con la mirada. No estaba. Entonces me desesperé, por lo que corrí al centro de la sala y pensé que podría haber hecho que el Capitán me hubiese dejado sola. Entonces lo decidí: Correr a mi habitación y tocar el botón de pánico conectado directamente a mi sistema de seguridad y a Fury.

Lo hice. Subí las escaleras decidida a no detenerme por nada del mundo, pero la brisa fresca de la noche me hizo detenerme, las ventanas estaban siempre cerradas en la mansión. Siempre. El ruido de algo golpearse en la sala me hizo reaccionar y volví sobre mis pasos, pero vi que alguien subía la escalera, así que haciendo silencio me metí en la primera puerta que tenía cerca. Era un baño, lo supe aunque no prendí la luz, porque todo olía a limón. Escuché como quien quiera que sea pasaba frente a la puerta, me llamaba en susurros, decía mi nombre una y otra vez.

Tenía que decidir que mierda hacer, estaba acorralada. Si mal no recordaba, junto a la puerta del baño en donde estaba, por el pasillo había una mesa, que casualmente era la única a lo largo y ancho, y que en su pequeño cajón con fondo falso, guardaba el revolver de mi padre.

El cabello se me pegaba al cuello cuando tomé la iniciativa de salir. Estaba sudando como si estuviera metida en un sauna, sentía tantos nervios en el estómago, que parecía como si llevara un roca dentro. Pero me dije a mi misma que debía salir, que quizá Steve me necesitaba, quien sabe que podría haberle pasado... Así que lo hice, salí decidida y busqué ese revolver, el movimiento cerca de mí me hizo reaccionar y apunté.

-¿qué hacías en el baño? – la voz de Steve me hizo soltar el aire que no sabía que aguantaba.

-entré para que me preguntaras idiota, ¿dónde estabas? – dije yo gritando en un susurro.

-fui por mi escudo – dice el levantando el plato volador que apenas se veía en la penumbra.

-¿Y necesitabas dejarme sola? El cuerpo de mi guardia de seguridad está puesto como muérdago sobre la entrada – me quejé. Estaba alterada, muy alterada.

La chica Osborn / Marvel  - Peter ParkerWhere stories live. Discover now