Capítulo 14: Otro yo

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"¿Pero y qué si... no soy capaz de protegerla?"
"La estas lastimando."
"¿Por qué yo...?"
"Seguro no dice nada para no preocuparme."
"Solo pensás en vos mismo."
...
..
.
Yuto abrió los ojos.

Movió lentamente las manos.

Esperó unos segundos y se levantó suavemente hasta quedar sentado.
Con la manga del pijama se refregó los ojos y bostezó levemente.
De repente sintió frío, así que se levantó para cerrar la ventana, pero en lugar de eso se chocó con algo al querer bajar de la cama.
-¿Q...qué?- dijo confundido, todavía estaba algo dormido ya que se acababa de despertar, y tenía los ojos algo llorosos lo que le impedía ver bien.
Se los refregó de nuevo con la manga, y al abrirlos se dio cuenta de que esa no era su habitación.
-¿Eh? ¿En dónde estoy?
Miró al rededor, y sus ojos se abrieron en una mezcla de confusión y terror.
El lugar en el que se encontraba era la habitación de un hospital, y con lo que se había chocado antes eran las barandas de seguridad de la camilla.
-Esto no puede ser, ¿qué hago acá?- se preguntó. Y como si alguien lo hubiera escuchado, la puerta de la habitación se abrió de golpe, haciendo un leve ruido al chocar contra la pared.

Yuto se asustó, y se tapó con las sábanas. Después de un minuto se dio cuenta de que no había entrado nadie. Corrió las sábanas a un costado,  sacó las barandas de seguridad y bajó de la camilla. Asustado se dirigió hacia la puerta abierta, necesitaba comprobar si había realmente alguien allí, así al menos podría pedir un explicación del por qué se encontraba en un hospital. Se acercó lentamente a la puerta y se asomó al pasillo.

 Se acercó lentamente a la puerta y se asomó al pasillo

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No había nadie allí.

Todo lo que vio fue un corredor, varias puertas de otras habitaciones, algunas camillas corridas a los costados y varias sillas de plástico blanco puestas en fila, pero ninguna otra persona aparte de él.

Sintió un escalofrió correr por su espalda, había visto demasiado "The walking dead" con su prima como para que su imaginación le jugara en su contra, pero a pesar del miedo prefirió centrarse en buscar a alguien que lo ayudara. Tal vez si encontraba la recepción alguna secretaria podría prestarle un teléfono para hacer una llamada. 
Pero antes de eso, necesitaba ir al baño a lavarse la cara, despejar un poco su mente. Volvió a su habitación y buscó algo con lo que abrigarse. Sobre una silla, al lado de su camilla, alguien había dejado una mantita amarilla con dibujos de conejitos estampados. Como era la único que encontró, tomó la mata y se la puso sobre los hombros. Era bastante pesada y le llegaba hasta las rodillas, pero al menos así ya no tenía frío. 

Salió de la habitación y caminó por el pasillo leyendo los carteles de las puertas, buscando alguno que dijera "baño de caballeros". Un cartel en particular le llamó la atención: "Vacunatorio". Se estremeció ante esta palabra, nunca le gustaron las agujas.

Siguió caminando hasta que finalmente encontró el cartel que buscaba.

Siguió caminando hasta que finalmente encontró el cartel que buscaba

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Lentamente y luchando contra su miedo, ingresó al baño. El lugar no parecía precisamente apocalíptico como él esperaba, pero el silencio era inquietante y  estaba algo oscuro. Yuto se apuró y se dirigió al lavatorio, quería salir de ahí lo antes posible. De pasó se miró al espejo, su estado era deprimente: El pelo rubio apagado estaba mucho más despeinado que de costumbre, su piel estaba algo pálida y tenía unas terribles ojeras bajo los ojos, sus mejillas estaban teñidas de un rojo claro al igual que su nariz. Vestía uno de esos camisones de hospital como los que aparecen en las películas, de color celeste. Estaba descalzo y para concluir llevaba esa pesada y gastada manta sobre sus hombros.

-¿Cómo terminé así?- se preguntó, mientras observaba su cansada cara en el espejo. Abrió la canilla, juntó algo de agua con sus manos y se mojó la cara.

-¡Listo! Ahora necesito llegar a la recepción.- dijo intentando poner una sonrisa para decorar un poco su lastimoso rostro.

Entonces, cuando se dirigía a la salida, escuchó a sus espaldas el fuerte ruido de una puerta golpeando contra la pared. Yuto se paralizó en el lugar. Quería correr, pero no podía. Quería darse vuelta y ver que causó que una de las puertas de los baños se abriera de repente, pero tampoco podía. El miedo era más fuerte que él y le impedía moverse.

Escuchó un leve ruido de pasos dirigiéndose hacia él, su respiración era cada vez más agitada. Apretó con fuerza la manta que llevaba encima y, en un acto de valor, se dio vuelta para enfrentarse cara a cara con lo que sea que estuviera ahí. Sus ojos se abrieron instintivamente. Allí, de pie en medio de la habitación, estaba él.

-¿Qué...?- Yuto no pudo articular completamente la pregunta, no podía creer lo que estaba viendo. Lo que había ocasionado que la puerta se golpeara había sido un doble de él, aunque este vestía diferente: el pelo estaba prolijamente peinado y los dos mechones de adelante caían relajadamente sobre sus hombros, llevaba puesto el uniforme de su escuela, su piel era de color natural y no tenía esas horribles ojeras que él sí.

Inesperadamente, su clon dio un paso hacia adelante, una sonrisa se dibujaba en su cara. 

Yuto no esperó a que de otro paso y salió corriendo hacia el pasillo, pero tropezó con la manta y calló al piso. Se golpeó fuerte la cabeza, pero sorprendentemente no se lastimó, así que se paro y siguió corriendo dejando la manta atrás. 

Divisó una gran puerta al final del pasillo que daba a la sala de espera del hospital, seguramente la secretaría estaría allí también. Miró hacia atrás, su clon estaba parado al lado de la manta, y lo miraba correr con una mirada apagada y sin brillo y una sonrisa plasmada en la cara. El corazón de Yuto nunca había latido tan fuerte como en ese momento. 

Llegó finalmente al final del corredor, abrió la gran y pesada puerta lo más rápido que pudo y entró a la sala de espera. La puerta se cerró sola detrás de él, lo que lo hizo saltar un poco del susto, y caer al piso. Su piel hizo contacto con el frío piso de vinilo y otra vez un escalofrío le recorrió todo el cuerpo. Había dejado la manta atrás y ya no tenía con que combatir el frío, ya que los camisones de hospital cubren pero no abrigan muy bien.

Se llevó una mano al pecho, el corazón todavía le latía muy rápido, nunca había estado tan asustado en toda su vida. Tenía frío, miedo... y se sentía solo.

En ese momento pensó en Harumi. Quería estar con ella, quería verla. Necesitaba esa sonrisa tan dulce que solo ella le podía brindar. Instintivamente se abrazó las rodillas.

Y así se quedó un par de horas, sentado en el piso de la sala de espera frente a la gran puerta del corredor, abrazando sus rodillas y con la cabeza baja.

Del otro lado de la habitación, su doble lo observaba en silencio.






Cuando nadie estaba, tu llegaste...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora