36. Me encantan las pelirrojas (Parte 2)

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—Puedo traer a Ives y Elliot si quieres.

—No, Albus, está bien —repitió.

—Si es por Molly, que sepas que ella no tiene problemas con la coci...

—¡No, Sevy! —me interrumpió—. ¡No es eso! Simplemente quiero pasar tiempo a solas contigo —sus mejillas se pusieron rojas y su voz se volvió tímida y vacilante—. Hace como más de una semana que no hablamos seriamente y... eres mi mejor amigo.

A veces pienso que la actividad favorita de Paris es enviarte a la friendzone.

—¡Y hoy es tu cumpleaños! —exclamé, tratando de borrar la incomodidad en su expresión.

—Lo sé, estoy más alta.

Se puso en pie y se paró junto a mí, tratando de compararse conmigo, pero en el momento que estiré mi brazo para mostrarle a dónde me llegaba, se puso en puntillas, posicionando su mentón sobre mi hombro. Se quedo allí, inmovil, como si de pronto hubiera recordado algo.

Los talones de Paris no volvieron a tocar el piso y, por esa razón, rodee su cintura con mis brazos, estrechándola y uniendo nuestros cuerpos. Se movió de lado a lado lentamente, como si estuviéramos bailando un vals. Tenía el olor a coco impregnado en mi nariz y nunca me había sentido tan aislado del mundo en sí.

Era un sentimiento... indescriptible.

Indescriptiblemente cursi.

Me sentía lleno.

¿Una porción de torta y ya te llenas?

—Estás haciendo trampa —murmuré sobre su oído.

Pude sentir sus músculos tensándose sobre mi hombro en una sonrisa.

—Gracias —susurró—. No sé qué haría sin ti.

—Serías Paris, la de siempre.

—No luego de lo de mamá —tomó un suspiro—. Sabes alegrarme y hacer que me olvide de ella aún cuando soy consciente de que en fechas como estas extraño que no esté con nosotros.

—Eres una chica fuerte, Cesita. No digas que no serías lo mismo, sabrías pararte y seguir adelante como lo estás haciendo ahora, tal vez yo te dé un pequeño empujoncito para que ese proceso sea más rápido, pero de todas formas lo lograrías.

Cerré los ojos y me dejé envolver con su esencia. El tumulto de tortas no combinaba con el ambiente melancólico, pero era el cumpleaños de Paris así que seguramente no quedarían olvidadas.

Escuché un carraspeo y antes de que mis párpados pudieran elevarse, Paris ya se había separado bruscamente de mí. En la puerta de entrada a las cocinas, estaba Tegan, el novio de Molly, con una sonrisa azuzadora. Era un chico de cabello morocho y ojos azules, con un cuerpo tan atlético que no parecía que trabajara alrededor de sabrosa comida todos los días de su vida.

—Lo siento mucho por interrumpir, pero Molly quiere que les avise que en una hora cerraran los Sortilegios.

Señaló hacia el salón de comida y, acto seguido, se apresuró a voltearse y cerrar la puerta, como si quisiera dejarnos un rato a solas, aunque parecía que ya no valía la pena: nuestro exclusivo momento había sido detenido.

Nos miramos entre ambos, sin saber muy bien que decir o hacer. Paris se mantuvo un momento paralizada y luego sus piernas se activaron como un resorte y prácticamente corrió hacia la puerta de camino al salón. Posiblemente quería pedirle a mi prima que envolviera su comida...

O, más posiblemente, quiere escapar de ti.

Por otro lado, yo suspiré frustradamente y refregué mi nuca tratando de poner en marcha la rapidez adormecida de mis neuronas. Tenía que tratar de dejar que todo pareciera tan incómodo, porque si no, las situaciones se volvían raras y ninguno de los dos era lo mismo. Aunque... no lo podía tratar con normalidad cuando no podía abandonar de mi memte el tema de cómo dejar a Alice por ella. Porque Paris era la única razón por la que lo hacía.

Albus Potter y la maldición de los Potter || #PNovelWhere stories live. Discover now