Día 5

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DANI

Confirmado me voy a pasar una buena temporada sin coche. Por mucho que haya hecho cuentas necesito varios meses para poder pagar el taller y la pieza rota. Lo que quiere decir que voy a estar pagando un coche roto los próximos meses. Perfecto. Pero hoy tengo otra cosa en la cabeza. Tengo que disculparme con la chica del autobús. Ayer salió corriendo después del incidente. La chica ha conseguido llamar mi atención. No sé muy bien cómo lo ha conseguido, es lo opuesto a mí. Por no olvidar que estar cerca de ella es un peligro. Desde que la conozco sólo ha metido la pata una y otra vez. Pero no consigo quitarme de la cabeza esos ojos dorados enfadados o cómo le brillaron cuando el día anterior expuso su teoría. Incluso tengo que reconocer que ese caos que la rodea me parece divertido.

Hoy al subirme al autobús no tengo ninguna duda de dónde me voy a sentar. Ignoro los sitios que hay libres para dirigirme a la parte trasera del autobús. En seguida veo su abrigo verde, una pena porque el de ayer le quedaba muy bien. Está mirando por la ventana de forma ausente como el primer día que me senté a su lado. Paro frente a ella y antes de sentarme le pregunto:

—¿Puedo? —Señalo el asiento mientras sus ojos se posan en mí. Poco después sus mejillas de sonrojan.

—Claro —dice bajando la vista al sitio que hay a su lado.

CLARA

"¡Dios, cómo me perturba este chico!" pienso mientras bajo la vista al asiento que hay junto al mío. Hoy al subirme al autobús he estado tentada de sentarme en otro sitio. Pero me he repetido, una y otra vez, que lo de ayer fue una tontería y que si me sentaba en otro sitio le estaría dando una importancia que no tiene. Así que me forcé a sentarme ahí. Ahora me arrepiento. Ese chico me pone nerviosa. Y no debería ponerme nerviosa porque no le conozco de nada, sólo de un conjunto de circunstancias embarazosas que se han dado. Vale... puede que hayan sido más de la cuenta. Desde luego, esta semana todo me estaba saliendo mal porque mi jefe tampoco me ha dado el puesto. Sigo con la mirada en el asiento de al lado cuando me llama la atención algo que hay en él. Es un pequeño bulto rosa. Cuando comprendo de qué se trata el chico ya está apunto de sentarse en el sitio.

—¡¡NO!! —consigo gritar al mismo tiempo que pongo mi mano para evitar que se siente encima del chicle. Pero ya es demasiado tarde. Mi mano queda presa entre su trasero y el asiento. Al levantar la cabeza me encuentro con sus ojos muy abiertos sin dar crédito a lo que hago—. No... no... es... —tartamudeo sin conseguir terminar la frase. Esto es peor que lo de ayer, mucho peor. Entrecierra los ojos, pero aun así sigue sin levantarse.

—¿Es una especie de venganza por lo de ayer?

Pensaba que era imposible ponerme más roja de lo que me puse ayer, pero está visto que no. Aun así soy incapaz de apartar la vista, a lo mejor porque mi mano sigue prisionera entre su culo y el asiento.

—Chicle —consigo decir por fin.

—¿Qué?

—Hay un chicle —digo más serena. Por fin se levanta. Cuando retiro la mano unos hilos rosas me unen al asiento. No puedo evitar la cara de asco que se me dibuja.

—¡Guau! Ahora tengo que decir que me has salvado tú la vida —dice divertido el muchacho. Le miro sin dar crédito a sus palabras. No sé que cara he debido poner porque le da un ataque de risa. A los pocos segundos su risa se me contagia y acabamos riéndonos los dos.

Conseguimos resolver el problema del chicle con un pañuelo. Una vez sentado me mira muy serio antes de decirme.

—Sé que corro peligro al hacer esto pero... soy Daniel —dice tendiéndome una mano—. Aunque todo el mundo me llama Dani.

Sé que me he quedado mirándole con la boca abierta. Me debato entre ofenderme o reírme, hasta que veo cómo se le escapa una sonrisa. Así que me rió.

—Clara. —Le doy la mano que no ha tocado el chicle.

El resto del camino lo hacemos charlando. Dani tiene un año más que yo y, curiosamente, también está de prácticas. Supongo que es el mal de los jóvenes de ahora. Al igual que yo comparte piso, pero con dos compañeros de universidad. Pasamos buena parte del trayecto riéndonos, tiene buen sentido del humor.

No me apetece que terminé el trayecto, estoy disfrutando mucho de su compañía. Cuando estoy llegando a mi parada me incorporo desganada. Dani se levanta para dejarme salir.

—Con el incidente del chicle se me ha olvidado que te he traído el desayuno —dice buscando en los bolsillos de su chaqueta—, para disculparme por lo de ayer —concluye con una sonrisa burlona en el rostro mientras pone algo entre mis manos. Bajó la vista para ver de qué se trata. Aún con la vista fija en el tubo amarillo que hay entre mis manos se acerca y me susurra—. No te comas todos de golpe, no quiero que te sienten mal. —Cuando levanto la vista nuestras miradas conectan y siento un ligero hormigueo en el estómago—. ¿Nos vemos el lunes? —me pregunta. Afirmo con la cabeza incapaz de decir nada—. Entonces hasta el lunes.

—Hasta el lunes —consigo murmurar.

Me bajo del autobús todavía con el tubo de Lacasitos en la mano. Observo cómo el autobús se va antes de volver a mirar el recipiente. Sin poder evitarlo se me dibuja una sonrisa tonta. Abro el bote y me llevo un par de Lacasitos a la boca mientras me pongo de camino al trabajo. Jamas había imaginado que diría esto pero... ¡estoy deseando que llegue el lunes!

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Para los que se estén preguntando cómo es un tubo de Lacasitos aquí dejo una imagen ;)

Para los que se estén preguntando cómo es un tubo de Lacasitos aquí dejo una imagen ;)

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Historias del Autobús: LacasitosWhere stories live. Discover now