Caminé los 10 pasos y di exactamente con la puerta, afuera mi padre me esperaba puntual, eran casi 6 horas en auto hasta donde vivíamos y cada que tenía consulta con el doctor Mariano, viajábamos todo ese tiempo.

- ¿Todo bien? –Me pregunto guiándome por el brazo

- Si –Dije sin ánimo alguno

- ¿No quieres pasar a casa de tu abuela? –Mala pregunta

- No –Dije grosera

- Entonces vayamos al hotel, como cada que venimos y enciérrate de nuevo –Dijo con tedio

- Lamento ser una maldita carga –Solté más enfadada conmigo que con él

- Vayamos al hotel Jess ¿No quieres llamar a Lucre, Roger, Clara, Juli? –Insistió

- No, quiero estar sola –Dije mientras molesta me ocupaba de no atinar el sitio del cinturón de seguridad

- El doctor me dio una boleta de un centro...

- Hazlo, libérate de mí de una maldita vez –Dije intentando no llorar

- Ni siquiera es lo que piensas, deja de actuar como si tuvieras tres años –Una nueva discusión –Es un centro en el que imparten clases para aprender a...

- ¿A ser ciego? ¿A ser inútil? ¿A ser una carga?

- A ser útil, a ver con tus otros sentidos y a no sentirte una carga, porque no lo eres para mí –Dijo con calma

- Sólo quiero dormir –No quería comenzar a llorar de nuevo

Llegamos al hotel de siempre y me encerré enseguida, era en realidad casi un apartamento, mi padre detestaba las habitaciones de hotel simples, siempre terminaba pidiendo que casi hubiera elevador dentro de su habitación. El punto es, que gracias a su descripción y mis manos, supe que tenía una habitación dentro de la habitación y el resto era una pequeña sala de estar en la que él pasaba la noche.

Luego de un tiempo de estar acostada intentando parecer dormida, escuché voces.

- La verdad es que mi hermana estaba algo indecisa –"¿Rodrigo?"

- Cállate Rodrigo, es que tú no tienes idea de cuantas veces lo intenté y todas ellas me mandó al carajo –Era Lucre

- Bueno, pasen, la verdad es que no estaba de muy buen humor, las visitas al neuro siempre la ponen mal –Dijo mi padre

- ¿Cree que quiera vernos? –Preguntó Lucrecia

- Entra y háblale –Le dijo Rodrigo

Escuché que se abrió la puerta y mantuve los ojos cerrados, como si estuviera profundamente dormida.

- Jess –Susurró con la voz quebrantada, sentí que su peso amoldaba la cama y luego una de sus manos pasó por mi cabello, me mantuve como dormida– Te extraño tanto, es como si tú también te hubieras ido –En su voz se notaban las lágrimas– quisiera hacer algo para que volvieras a ser la de antes, con esa actitud que nos llenaba de alegría, esa que siempre envidié un poco, pero eras la única que la llevaba extremadamente bien –Besó mi cabeza y no pudo seguir hablando

Escuché que sollozando dejó la habitación y dijo– No me responde.

- Lo lamento tanto Lucre –Se disculpó mi padre

- ¿Vas a pasar? –Le preguntó Lucre a Rodrigo

- Sabes que me mataría verla así –Respondió él

Después al parecer salieron de la habitación porque no escuché más voces, luego de un rato me quedé profundamente dormida.

- Jess, despierta –Mi padre me movía

- ¿Qué? –Dije malumorada

- Me llamó el doctor, dice que debes ir urgente –Me quedé en silencio– deja de actuar como bebé ¿Quieres? Vístete que de cualquier forma te voy a obligar a ir –Enfadada me senté sobre la cama y tomé la ropa justo del lugar donde la había dejado la noche anterior

Subimos al automóvil y simplemente estuve en silencio, esa era mi arma más fuerte, el silencio. Después de mantenerme un tiempo en silencio, todos se alejaban.

Mi padre paró el auto y sin escuchar que él bajara, sentí que mi puerta se abría, causándome un susto.

- Hola señorita Valladares –La inconfundible voz de Galerdo– Que malhumorada viene hoy –Soltó ante mi silencio

- Baja Jess –Indicó mi padre

Galerdo me ayudó tomándome por el brazo y caminé bajo su dirección, algunas veces decía "Escalón" "Piedra" "Tres escalones hacía abajo" y un montón de instrucciones para que no cayera.

- Papá –Dije queriendo saber si seguía con nosotros, ya que nadie hablaba

- Fue a desayunar, voy a presentarte a alguien –"No me joda"– Pero por favor deja de actuar como niñita berrinchuda y por lo menos sonríe

- ¿Es que no es ciego o ciega? –Dije maleducadamente

- Es ciega, pero ha aprendido a ver el mundo de mil maneras, te aseguro que enseguida se dará cuenta de que si se te acerca de más la muerdes –Respondió con el mismo tono

- Lo detesto.

- Y yo a ti, no creas que todo el mundo te a va a tener compasión como tu familia y amigos, que permiten esos desplantes que nada más los hieren –Habia logrado hacerlo enfadar

- No me interesa lo que usted piense, regréseme con mi padre ahora –Ordené

- Si tantos pantalones tienes –Me soltó– Anda vete –Sentí morir, estaba parada a mitad de un lugar que no conocía, todo a mi alrededor era negro y no recordaba realmente por donde había llegado, pero mi orgullo y enojo eran tan grandes que con las manos al frente y tanteando el piso comencé a caminar, de pronto choqué con alguien

- Disculpe, soy ciega y estoy perdida –Alegué

- Todos aquí somos ciegos, linda –Dijo una voz amable y risueña

- ¿Qué? –Dije confundida

- ¿Cómo te llamas? Suenas muy bonita –Me quedé como tonta– Soy Julissa, mira, tengo un amigo que me está esperando, él ve perfectamente y podrá ayudarnos –Me tomó por el brazo y pude escuchar que arrastraba algo por el suelo

- ¿Qué es lo que suena? –Me interesé

- Un bastón para ciegos ¿Cuánto tiempo llevas sin ver?

- Medio año ¿Y usted?

- Que suerte tienes, yo toda mi vida –Se formó un nudo en mi estómago– no te sientas mal, a veces imagino las cosas, la gente me describe como se ve el cielo y aunque no puedo imaginarme el color azul o blanco, puedo ponerle nubes que parezcan como siento el algodón

- Debe ser terrible –Dije sin comprenderla

- No tanto, soy fundadora del centro, a veces siento que es peor cuando ya lo conoces todo y de pronto te apagan las luces –Se rio– así me lo describen algunos

- ¿No lo detesta? Me refiero a que ¿No detesta ser ciega?

- No soy ciega, me gusta decir que no puedo utilizar los ojos, pero veo con el alma –Su voz me transmitía tanta paz– y con el alma veo que tú estás pasando un mal momento –Me quedé en silencio– ¿Mariano? –"¿Mariano? No, no, no, mierda"

- Hola Ju –Se separó de mí la mujer ciega

- Encontré a esta chica perdida –Dijo ella

- No estaba perdida, es la chica de la que te hablé y yo la estaba siguiendo –Confesó haciéndome sentir toda una tonta

- Con razón percibí tu aroma un par de veces –Rieron

- En fin ¿Qué opinas?

- Creo que Jess es una gran chica –Dijo ella– Y silo desea, en menos de 6 meses estará consciente del mundo que la rodea sinnecesitar los ojos 

Querido PsicólogoWhere stories live. Discover now