Abre mi padre y me sonríe al verme, me acerco a él, nos abrazamos y me besa la coronilla.

-¿Llegué muy tarde?- le pregunto con un tono de voz más bajo.
-Apenas por unos minutos, no te preocupes-.
-El tráfico fue una pesadilla-.
-Dije que no te preocupes-. Nos miramos a los ojos y nos sonreímos de nuevo. Esperando que mi madre no salga con algo nuevo para criticarme.

Los escucho charlar en la sala, ella ríe junto con mi hermano y me pongo nerviosa, ni siquiera sé por qué, quiero dar una buena impresión, quiero llevarme bien con la mujer que lo más probable es que termine siendo parte de la familia. Supongo que si ha dado el paso de presentarla, es porque en poco tiempo se comprometerán. Si lo conozco bien, puede ser que ya hasta hubiese comprado anillo de compromiso.

Está de espaldas a mí y en cuanto me escuchan entrar mi hermano voltea y se levanta para abrazarme fuerte y levantarme del suelo para darme un par de vueltas.

-Mírate, ya te ves vieja- Se ríe de mí.
-Qué puedo decir de ti, que tienes un año más-.

Entonces se hace a un lado y detrás de él aparece su novia. Poco más alta que yo, de cabello castaño, ondulado natural, ojos verdes y piel... podría decirse que trigueña. Labios carnosos, manos largas, flaca pero de caderas interesantes. Trago saliva y palidezco.

-Clarke, te presento a Lexa- Ella me sonríe y me estira la mano para estrecharla, pero estoy tan impresionada que moverme me parece imposible. No he podido ni parpadear. En un segundo las palmas de las manos me están sudando y el corazón me martillea con fuerza.
-¿Clarke?- Pregunta mi madre, de modo que su voz me saca del trance y me obligo a cambiar de cara y recuperar el color para que nadie se dé cuenta de lo extraña que estoy siendo.

En seguida pienso en el hombre de la magia. No sé si lo odio más que las últimas dos vidas.

Vuelvo a tragar saliva.

-Lexa, hola, al fin te conozco- Me sonríe con alivio.
-Igualmente; Sebastian habla de ti todo el tiempo- Agacho la mirada y me limpio las manos en los jeans.
-Bueno, es porque me admira- Bromeo, intentando romper la tensión que siento en cada músculo de mi cuerpo.

Durante la cena, que consistió en pato, puré de papá, ensalada, espárragos y elote dulce, mis padres se comportaron por primera vez en la vida. No hicieron preguntas que les resultaran incómodas a Sebastian y a Lexa y por supuesto no empezaron a decirme que si seguía soltera era porque no había encontrado aún a un buen hombre. Si bien saben que no busco a un hombre, sino a una mujer.

Lo único que pude conocer de ella, de esta versión de Lexa es que estudió economía, que tiene veintisiete, dos hermanos mayores, sus padres están divorciados y es alérgica al maíz. Jamás en la vida había conocido a alguien que fuese alérgico al maíz, al chocolate sí, a los mariscos, las nueces o cacahuates ¿Pero algo como eso? Nunca.

Les juro que no podía ni mirarla, que... cuando era mi turno de hablar y sentía su mirada sobre mí, lo primero que quería hacer era subir corriendo las escaleras y esconderme bajo mi cama y no salir de ahí. He estado tan incómoda que no pude comer tanto como quería (pues moría de hambre).

Lo que estoy haciendo sin pensármelo dos veces es beber y beber, y el tinto va en bajada más por mí que por nadie más.

-¿Estás bien?- me susurra mi hermano al oído mientras estamos sentados en la sala escuchando a mi padre sobre sus aventuras en Brasil.
-Sí- Finjo lo mejor que puedo, pero él sabe que nunca he sido demasiado buena en esconder mis emociones. Éstas insisten en ser más que transparentes en mi rostro, es para mí, casi imposible fingir que no estoy enojada, preocupada o abochornada.

Realidades AlternasWhere stories live. Discover now