Prólogo

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Ontario, Cánada. Invierno.

A mitad de aquella fría noche, ella dirigía a Alex, su novio, a un lugar donde sellarían su amor por primera vez. Al menos, eso creía él.

Al detenerse en aquel sucio y oscuro callejón, por donde nadie ni siquiera se asomaba, y observar que ya no avanzaban, él se puso un poco tenso. Eso no era lo que él esperaba.

Si tan sólo Alex hubiera sabido lo que le pasaría en aquel callejón, jamás se hubiera fijado en ella. Ni en su cabello o en sus ojos, menos en su sonrisa. Tampoco hubiera aceptado salir esa noche, pero él quería más y más de ella. La deseaba, y ella a él. Sólo que de distintas maneras... si hubiera sabido... pero era demasiado tarde.

Él la miraba con aquellos deslumbrantes ojos color miel, la tensión se le notaba en ellos aún incluso en la oscuridad. Por otro lado, ella serena, pensando en cuán deliciosos sabrán sus ojos como postre.

-Aly, ¿Qué hacemos aquí?- Ella sabía que esa pregunta no tardaría en llegar, y como siempre, no estaba equivocada.

-Bueno, Alex, verás, aquí es donde asesino a mis presas-. Lo dijo con una voz y sonrisa tan escalofriante que el chico retrocedió un poco, antes de quedar completamente inmóvil.

Por la mente de él sólo pasaba: -"¿Qué está pasando?, Ella no es la chica de la que me enamoré"- una y otra vez.

A pesar de la noche y la distancia entre ellos, ella no pudo evitar notar el efecto que causó en él. Alex se estremecía ligeramente y tenía piel de gallina, pero aún así parecía estar anclado al suelo. Para Aly no era nada nuevo, siempre era lo mismo y sabía en qué terminaría todo.

"Siempre es igual, todos son tan estúpidos. Se enamoran de mí y esperan su fin aún cuando les advierto...  idiotas al inicio, idiotas al final" .

-Es una broma, ¿verdad?- Dijo con la voz temblorosa y tratando de convencerse a si mismo que lo era.

-No lo creo- Dijo Aly, con una voz ronca, nada que ver con lo suave y aterciopelada que había sido siempre.

En ese momento sus ojos comenzaron a cambiar, el color negro intenso empezó a convertirse en un rojo del mismo tono, y sus uñas crecieron como cuchillos afilados.

 Alex, al percatarse de ello, sintió un terrible pánico y sus ojos se llenaron de lagrimas. Intentó correr fuera del callejón, hacia la calle, aunque sabía que estaba perdido. Nadie nunca pasaría ni siquiera cerca de ahí, aún así intentó escapar. 

Que lástima que esto también haya sido tarde, el hambre que ella tenía no podía seguir contenido... Pobre Alex, siempre tarde.

Para el momento en que Alex dio la vuelta e intentó correr, ella dio un salto feroz cayendo sobre los hombros de él y degollándolo al instante.

El cuerpo ya inerte del muchacho cayó con un ruido sordo. Aly limpió sus uñas con la ropa de él  y se reincorporó.

-Estúpido chico, te dije que no te acercaras a mi, ahora mira lo que me has causado hacerte- Dijo con una sonrisa en sus labios. No podía engañarse, le encantaba hacer eso.

De repente, sus ojos rojos brillaron. En ese momento, Aly supo que era hora. Se apresuró a desnudarse y a poner toda su ropa en un bote de basura cercano. En esta etapa ya no sentía nada, ni siquiera frío.

Después de ello, su largo y oscuro cabello, tan oscuro como aquella noche de invierno, comenzó a caer... todos sus huesos comenzaron a crujir cada vez más a medida que su espalda comenzaba a abrirse y todos sus dientes caían. Cuando el último diente cayó, los empezaron a sustituir una serie de colmillos. En lugar de cabello, su cabeza dio lugar a dos grandes cuernos. Sus ojos se inyectaron completamente en sangre, y de su espalda desgarrada salieron dos alas. La transformación estaba completa.

Y era por esa razón que ella siempre elegía ese lugar u otro que se le pareciera. Prefería no llamar la atención, y sabía que si alguien de casualidad, o mala suerte, la llegaba a mirar ahí, era lo último que observarían.

Observó de nuevo el cuerpo inerte del muchacho que yacía en el suelo, mientras pensaba en que sería de los mejores manjares que haya tenido. Procedió a sacar sus ojos completamente. Realmente los quería como postre. Encajó sus colmillos en su cuello degollado, siempre comenzaba por ahí, era su forma más fácil de empezar. Luego comenzó a quitar toda la piel de Alex y comerla. Prosiguió con los órganos, sus colmillos los hacían crujir, cosa que para ella resultaba más exquisito. En sus ojos rojos se reflejaba la felicidad, y lo delicioso y jugoso que resultaba aquello para ella. 

Terminó con todo, no dejó ni un solo hueso, ni un diente, nada. Excepto sus ojos, aquellos que parecía que la esperaban con ansias de ser devorados, y ella no los hizo esperar demasiado. Al introducirlos en su boca y saborearlos, supo que no se había equivocado de nuevo, el sabor era increíble, como una explosión en su boca. Definitivamente lo mejor para el final.

Al terminar de comerlos observó que estaba a punto de amanecer. Volvió a su forma humana y cuando estaba a punto de ir por su ropa, observó que había un chico observándola fijamente. En ese momento se dio cuenta que había estado tan concentrada en comer, que no se percató de que ese chico lo había visto todo. 

-¿Cómo fui tan tonta para no darme cuenta? - Pensó mientras se dirigía hacia el fisgón, para acabar con él.

Aly dio su primer impulso hacia la dirección de aquel muchacho, aún desnuda, con sus ojos rojos y  sus uñas listas para matar. De repente, todo para ella se volvió oscuro. Lo último que alcanzó a hacer antes de caer inconsciente, fue observar una sonrisa burlona en el rostro del chico y pensar: ¿Por qué no tiene miedo?



No te enamores de mi. (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora