Aquella noche

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Aquella noche

Estaba desesperada porque llegasen los invitados.

Había preparado todo el salón mientras mamá hacia la tarta.

Una riquísima tarta de chocolate.

–Mamá, mamá  ¿cuándo van a llegar?–le dije a mi madre mientras tiraba de su delantal negro hacia abajo.

Mi madre es preciosa.

Sus ojos son marrones y su pelo moreno esta ligeramente ondulado, provocando que parezca más joven.

Hoy lleva un maquillaje diferente al de siempre, ya que esta más natural.

Se ha puesto un poco de rímel y colorete.
Los labios los lleva pintados de un rosa brillante ¡le queda genial!

–Cariño no distraigas a mamá –dijo mi padre, mientras le ayudaba a hacer la tarta.

Mi padre lleva una camiseta normal y unos vaqueros, no va tan arreglado como mi madre.

Los ojos de mi padre son azules y su es negro y algo rizado.

– ¿Kacey, por qué no vas a ver la tele con Megan y dejamos a mamá  que descanse?

Yo asentí con la cabeza, le di un beso a la barriga de mamá  y susurré:

–cuando nazcas yo cuidaré de ti como hago con Megan, te lo prometo.

Mamá  y papá me sonrieron yo les sonreí, cogí a Megan de la mano, quien estaba sentada en la mesa viendo las galletitas de chocolate que yo había hecho.

Megan iba con un vestido rosa de florecitas, igual que el mío.

–Toma, pero que nadie te la vea–le susurré dándole una galleta mientras le guiñaba un ojo y ella me sonrió.

–Papá me llevo a Megan al salón a ver la tele–sonreí con mis dientes mellados y Megan también sonrió.

–Vamos Megan–dije tirando de su muñeca hasta sacarla de la cocina.

Megan es mi hermana pequeña, yo soy tres días mayor que ella.

Las dos somos adoptadas pero aun así nos queremos como hermanas.

Megan siempre ha sido la más lista y yo la menos inocente, somos muy diferentes pero nos llevamos muy bien.

–Avísame cuando quieras otra galleta– le dije a Megan y ella me sonrió, tenía los dientes llenos de chocolate.

–Ya decía yo que faltaba una galleta–dijo mamá  detrás del sofá y mi cara se puso pálida de terror.

–Ups–susurré mientras Megan escondía la galleta detrás de su espalda con una sonrisa.

–Kaceeeeey –dijo mamá con tono enfadado y yo sonreí.

Al momento tocaron al timbre y yo me puse a correr y a saltar por la casa gritando:

–Ya han llegado, ya han llegado, mamá papá ya están aquí

Estaba súper feliz mientras rodeaba a mamá  y a papá, mientras abrazaba a Megan y me ponía a correr por los sofás y las sillas de casa.

– ¿Kacey no les vas a abrir la puerta?–dijo mi madre, yo asentí y fui corriendo hacia la puerta.

***

-Feliz, feliz en tu día, amiguita que Dios te bendiga, que reine la paz en tu día y que cumplas muchos, muchos más... –cantaba todo el mundo.

No podía parar de sonreír era el mejor día de mi vida hasta que llegó la noche y el vino:

Eran las dos de la mañana.

Toda mi habitación estaba oscura y silenciosa.

No me podía dormir por lo nerviosa que estaba y por las ganas que tenía de que llegase por la mañana, ya que ese era mi verdadero día de cumpleaños.

Aparte me hacía muchísima ilusión jugar con Megan y con mis nuevos juguetes.

Entonces la habitación se oscureció más y el silencio se hizo espeluznante a la vez que aterrador.

Mi cuerpo temblaba y no era por el frío sino por el miedo que sentía a la "nada", oía la respiración de mamá  o cría que era la de mamá cuando realmente era la de Megan.

Tapé mi cabeza con la manta al oír pasos por mi habitación o por el pasillo no sabía de donde procedían.

Cerré mis ojos con fuerza y apreté la manta hasta sentir que mis uñas se clavaban en la palma de mis manos.

Me acurruqué en la cama y miré  por un pequeño agujero y vi que no había nada, entonces el miedo se fue y justo cuando iba a destapar mi cabeza oí más pasos.

Esta vez sí pude distinguirlos, alguien estaba en mi habitación y no era Megan.

Mi cuerpo empezó a temblar y volví a taparme con la manta hasta volver a sentir mis uñas clavarse en las palmas de mis manos, soló que esta vez no paré.

Un ligero olor a menta inundó mis fosas nasales y eso provocó que tuviese más miedo.

Miré por un pequeño agujero de la manta y no vi nada pero aun así oía una respiración.

Una ráfaga de aire frío hizo que me estremeciera y vi que la ventana estaba abierta empecé a debatir entre sí cerrarla o no y el frío del invierno me hizo tomar la decisión de cerrarla.

Saqué la colcha de mi cabeza, miré  y vi que no había nadie. Entonces, destapé la otra parte de mi cuerpo y apoyé uno de mis pies en la fría y chirriante madera.

Fui hacia la ventana despacio y mirando hacia atrás todo el tiempo.

Cuando llegué cerré la ventana di un par de pasos hacia delante y algo me empujó hacia atrás haciéndome chocar contra la ventana, lo que me provocó un pequeño rasguño en la parte trasera del hombro, hice una mueca de dolor y miré hacia arriba y el chico me sujetaba por los hombros con firmeza y fuerza.

Su piel era pálida, era la piel más blanca que jamás había visto, sus ojos eran de un verde intenso, ellos me miraban desesperados y temerosos a la vez, su pelo era oscuro, su pecho subía y bajaba rápidamente  mientras su aliento chocaba contra mi cara.

–Kace –susurraron sus labios, los cuales eran carnosos y rosados.

Mi cuerpo se estremeció cuando su aliento frío choco contra mi cara.

–Kace–volvió a susurrar

Yo grité  aterrada.

Intente alejarme de él, pero no pude tenía demasiada fuerza y fue entonces cuando volví a gritar.

Estaba temblando de miedo y era como si mi cuerpo hubiese cogido el control que antes había perdido.

Lo demás lo recuerdo todo negro.

Lo que sí recuerdo bien es que Megan me encontró tirada en el suelo llorando y gritando que se fuera.

Ella decía que no había nadie, que solo estábamos nosotras dos en la casa y eso era cierto, en cierto modo ya que papá y mamá se habían ido.

Son sus ojos verdes los que me atormentan Where stories live. Discover now