Sé que tiene razón, ella no puede estar resolviendo cada problema que surja en mí vida. Ha hecho suficiente.

Presiono mis labios con fuerza y después de un momento suelto un suspiro.

—No quiero que él me rechace, Sarah. No lo soportaría por segunda vez, ¿tienes idea de lo que fue para mí ver esa... indignación y tristeza en sus facciones? Fue como... fue horrible, Sarah. Cierro los ojos y ahí está esa imagen, deberías ver el tamaño de mis ojeras para creerme.

Ella se ríe. —Viaja allá y descúbrelo.

Mi pequeña alma testaruda me dice que no, que debo permanecer aquí, porque yo no he hecho la mitad de las cosas que Niall cree que he hecho. Sin embargo, él no sabe la verdad y solo tengo una oportunidad para intentar convencerle con la versión real de los hechos.

Madre mía, esto es un auténtico lío.

¿En qué me he metido?

—Va a perder una gran persona en su vida si continúa cegado de tal manera, Sydney. Eso es lo único que puedo asegurarte...

Igual yo.


(. . .)


La escasez de tiempo me obliga a tomar un taxi como medio de transporte hasta el aeropuerto. Muerdo mis uñas, tallo mis palmas sudorosas contra la mezclilla de mi pantalón y miro constantemente hacia afuera, esperando a que el trayecto termine pronto. He quedado con un pequeño estrés postraumático desde el accidente. La razón principal por la que prefiero caminar por un largo camino antes de utilizar un auto, o por la que utilizo el transporte público a pesar de que estoy ligeramente nerviosa en el fondo. El conductor me da un par de miradas extrañas a través del espejo retrovisor, pero finjo que no he notado que me mira.

Le pago y corro al interior del aeropuerto, aliviada por dejar finalmente el vehículo, ansiosa porque no quiero perder el vuelo y con miedo a lo que me espera cruzando el océano.

Escribo algunas líneas en mi diario, planeando con anticipación todo mi discurso para Niall. Haciéndome a la idea de las posibilidades y la manera de enfrentarlas para no romperme.

Es un chico, Sydney, es solo otro ser humano. ¿Por qué estás nerviosa?, ¿Por qué no controlas tus emociones e intentas calmarte?

—Ojalá pudiera. —susurro, cerrando los ojos un momento.

Intento dormir, pero no puedo porque las ansias me están carcomiendo. Saco un libro de mi bolso de mano e intento leerlo, pero tampoco puedo concentrarme. No creo que sea una coincidencia estar leyendo el mismo libro que tomé cuando hui de Los Ángeles, inconscientemente lo he hecho, porque en el fondo me siento de la misma manera en que me sentí cuando salí de Estados Unidos. Recargo mi cabeza hacia atrás y suelto un suspiro. Desearía poder bajar del avión y tomar aire fresco, me siento estancada y necesito moverme.

—Señorita, ¿se encuentra bien? —una azafata se acerca y pregunta, verdaderamente preocupada. Si la mujer que está a mi lado no tuviera más de cincuenta años, podría fingir que no está hablándome, pero no es el caso y tengo que fingir una sonrisa. Quizá la azafata solo tiene miedo de que yo sea una de esas locas que puede comenzar a gritar a medio vuelo un montón de locuras sobre el fin acercándose y esas cosas.

— ¿Se nota mucho? —ella sonríe amablemente y asiente, busca una botella de agua en su carrito y me la ofrece. —Gracias.

— ¿Primer vuelo? —sacudo la cabeza. —No tiene nada porque preocuparse, los vuelos comerciales son bastante seguros y en menos tiempo de lo que piensa va a estar en su destino. ¿Puedo ofrecerle otra cosa?

No sé si es su deber estar aquí, conmigo, entablando una conversación en lugar de seguir con su labor. Niego y le sonrío, abrazando la botella con mis manos.

—Volveré después por si necesita algo. —susurra y se aleja, ofreciendo agua al resto de pasajeros.

Bebo el agua en pequeños tragos, inhalo y exhalo profunda y lentamente hasta que me calmo y mando al fondo de mi mente todo el nerviosismo. Tomo el libro de nuevo y me enfrasco en él durante mucho tiempo hasta que me canso y me quedo dormida. Soy sacudida suavemente por el hombro y me despierto para encontrar a la misma azafata que horas antes se percató de que estaba a punto de una crisis nerviosa.

—Bienvenida a Los Ángeles, todo está bien. Usted está a salvo y es la última pasajera que dejará el avión, ¿puedo hacer alguna otra cosa por usted? —le sonrío y me levanto, tomando mi bolso del compartimento de la parte superior y murmurando un gracias de manera avergonzada al notar que estuve babeando dormida. No quiero ni imaginar cuántas personas lo notaron al pasar a mi lado.

Aprieto mi agarre alrededor del aza del bolso y muerdo el interior de mi mejilla al caminar. Busco mi única maleta en la banda y prosigo a hacer todo el trámite que es de lo más reconfortante para mí porque me distrae de mis pensamientos al obligarme a poner toda mi atención a la persona que me atiende y da indicaciones. Tardo alrededor de media hora ahí y hasta que ese lapso de tiempo termina es cuando siento que la realidad me golpea.

Estoy de vuelta en Estados Unidos, en Los Ángeles, para ser exacta.

No estaba en mis planes volver.

Sin embargo, está en mis planes aclarar todo con Niall y dejar que sea el destino quien dicte si de verdad lo que tuvimos puede retomarse o si yo debo volver a Londres con el fracaso pegado en mi frente en forma de un ceño fruncido y una mirada triste.





quiero llorar porque finalmente he terminado de escribir el capítulo, (también por todo el asunto de Niall), y porque no me había dado cuenta de lo mucho que extrañaba escribir la historia y estar al menos cinco minutos en wattpad. Es mucho para mí, mucho tiempo fuera me hace sentir culpable y a la vez me hace descansar.

¡Gracias por seguir leyendo!

Late for Love | niall horanWhere stories live. Discover now