Capítulo 9 "Misión"

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El sol brilló con fuerza aquella mañana. Un peli celeste se revolvió en la cama antes de abrir sus ojos como si no lo hubiese hecho en semanas. Estos, rápidamente, se sintieron débiles por la luz, por lo que tuvo que abrirlos y cerrarlos hasta acostumbrarse. Una vez hecho eso, observó el lugar en donde estaba ¿Desde cuándo su habitación se había tornado blanca? ¿Y sus cosas? ¿En dónde diablos estaba? Se sorprendió aún más cuando vio una serie de máquinas y mangueras conectadas a su cuerpo. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era a ese grandulón que lo golpeó en reiteradas ocasiones a vista y paciencia de las personas que transitaban por el lugar. Se sentía débil, pero tuvo fuerzas para mover una de sus manos y acariciar la cabellera pelirroja que se encontraba en su regazo. La chica parecía plácidamente dormida.

― Meiko ― Susurró mientras la acariciaba.

Pronto la chica se despertó. Cuando sus ojos chocaron con los del joven no pudo evitar lanzar un pequeño grito de emoción. Acto seguido, las lágrimas salieron en estampida por la felicidad. La pelirroja estiró sus brazos para abrazarlo y el peli celeste la recibió gustoso. Cuando se separaron, el joven vio algunos cambios en su novia: Su cabello había crecido algunos centímetros, su piel estaba más pálida, tenía notorias ojeras y había bajado considerablemente de peso. ¿Qué había sucedido?

― Nagisa, mi amor. Siempre tuve la esperanza de que despertarías ― Dijo la chica secando sus lágrimas.

― ¿Despertar? Pero... ¿De qué? ¿Qué pasó? ― Terció el chico un poco confundido.

― ¿No recuerdas nada? ― Terció ahora ella.

― Nada de nada.

La chica, con el rostro tan confundido como el de Nagisa, salió de la habitación en busca del médico y de los demás. Gritos de alegría y lágrimas consoladoras invadieron aquel pasillo que había sabido únicamente de tristezas. El médico, seguido de Manami y Kanzaki, entró a la habitación para chequear que todo estuviera en orden. Una vez realizado aquello se retiró.

― Hola madrina, hola tía ― Saludó el chico, mientras sonreía.

― No sabes lo feliz que me siento de verte bien ― Dijo Manami, secando sus lágrimas.

― Todos estamos felices, porque estás de vuelta ― Habló Kanzaki.

― ¿Qué pasó? ― Preguntó el peli celeste con curiosidad.

Las mujeres se miraron entre sí para ver quién iba a comenzar con la historia.

―Un matón te golpeó, lanzándote a la calle y allí un auto te atropelló causándote múltiples heridas ― Dijo Kanzaki ― Desde ese momento hasta ahora no habías despertado.

― ¿Y mamá? ¿Dónde está? Tiene que estar furiosa conmigo, ya que siempre me meto en problemas ― Rio al final.

Las mujeres se miraron nuevamente, pero, esta vez, con absoluto nerviosismo. Sabían que tarde o temprano este momento llegaría así que ya no había vuelta atrás. Secaron sus últimas lágrimas y se acomodaron en sus lugares. Ambas observaron al chico y su rostro de confusión.

― Nagisa... ― Dijo Manami cerrando sus ojos violeta.

Día del accidente, 00:05 horas.

Kaede acariciaba ligeramente la cabeza de su pequeño peli celeste. Le partía el corazón verlo en aquel estado tan demacrado en el que se encontraba. Y lo estaría más si el pronóstico del médico se cumplía. Pensó y repensó en las posibilidades que tenía para salvar a su hijo. Ahora comprendía que ni todo el dinero del mundo servía en esos casos. Cuanto daría por tener la habilidad de Koro – sensei y así restaurar aquel pequeño cuerpo. Esos pensamientos la carcomieron hasta que su mente se iluminó con una posibilidad. Miró rápidamente a su hijo para salir disparada a la oficina del médico. Al llegar allí, se lo encontró sumido en sus pensamientos.

Nagisa se fue [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora