Capítulo uno

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No era que no le gustase el rock pesado, pero..., joder. Su hermano había escuchado aquella música todo el camino. Los gritos de, lo que Bobbie pensaba ''cantantes'', parecían estar siendo poseídos y le daba escalofríos.

Estaba completamente segura que en cualquier momento, alguno de esos gordos y gruñones camioneros los chocaría sin piedad. Y sabía que George no lo notaría, sabía que ni siquiera la escuchaba, y por la manera en que movía su cabeza no estaba demasiado segura de que su hermano estuviese concentrado en el camino. Mucho menos, observándolo.

- George, ¿podrías bajar la música? - pidió. Creía que ya era como la cuarta vez que medio suplicaba porque su hermano quitara ese tipo de música.

Él no respondió, solo subió tres barras más al volumen de la radio. Cielos, era un desgraciado. Pensó.

- ¿Sabes, Bobbie? Es la mejor música para escuchar por la mañana - dijo con sorna en su voz. Y ahí estaba, Bobbie odiaba esa sonrisa. Odiaba que la sobrara, por lo que solo rodó los ojos - Creo que alguien se levantó de mal humor -canturreó.

Pero no. No había sido así, ella estaba completamente feliz en la mañana. Pero cualquier persona cuerda, se pondría de mal humor al oír ese tipo de música desde las seis de la mañana y aún esperaban tres horas más de viaje.

El resto del camino, Bobbie, se dedicó a mirar por la ventanilla. No cabía en su mente, el por qué tener un hermano gemelo si no iban a coincidir en nada. Absurdo, sentenció.

Sus ojos acaramelados comenzaron a brillar al ver como cada vez, se lograba divisar aún más la humilde casa de los abuelos Grant. ¡Adoraba a aquellos viejos! Desde que su madre los había abandonado por otro hombre y su padre hubiese desaparecido, los únicos soportes que tenía en la vida eran su hermano y sus abuelos.

Cada vez la casita se podía ver mejor. Bobbie recordó a su madre peinándola con ambos moños a cada lado de la cabeza, diciéndole que debía estar arreglada para sus abuelos. Mentiras. Cada vez que llegaban su abuela se encargaba de quitar esos molestos moños, adornando su dorado cabello con unas hermosas trenzas. Y Bobbie, adoraba aquello.

- Hemos llegado, enana -habló George sacándola de sus pensamientos.

Bobbie, sin detenerse a pensar un segundo, salió cual rayo del viejo Toyota de su hermano, haciendo rechinar la puerta al abrirla con violencia. No importó cuando su hermano comenzó a reprenderla, solo quería ir a abrazar a la mujer que se encontraba en la puerta.

- ¡Abuela! -gritó antes de soltarse a los brazos de la vieja mujer. Bobbie, adoraba ese amor con que siempre era recibida en aquella casa.

De a poco fueron soltando su agarre.

- ¡Pero mírate, Bobbie! ¡Qué grande estás! -la anciana apretujo sus cachetes mientras lo decía. La había visto hace un mes y ya la encontraba grande. De cierta forma, eso alegraba enormemente a Bobbie, nunca había sido una chica alta, apenas pasaba el metro cincuenta y seis y, según ella eso era frustrante.

Susan Grant, era una mujer sumamente hermosa a sus ochenta y tantos años de edad. Sus ojos azules como el cielo mañanero podían atrapar a quien quisiesen. Y su manera suave y sofisticada de ser era totalmente cautivante. Susan no era una mujer de campo, todas esas actitudes las había traído de sus ciudad natal, Londres. Y para Bobbie, eso era una maravilla.

- Vaya -habló George detrás - No sabía que las personas con síndrome de enanismo podían seguir creciendo -habló con gracia. Imbécil, pensó Bobbie.

Su abuela golpeo en el hombro al muchacho con la revista que llevaba en sus manos, mientras él solo reía.

- ¡George! Ya ven a saludar a tu abuela -dijo mientras él se acercaba con una sonrisa. George podía ser un estúpido cuando quería, pero cuando se trataba de sus abuelos era una persona sentimental.

Beautiful blood [Harry Styles]Where stories live. Discover now