Sin Dolor , No Hay Amor

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Andros  tomo su rostro  entre sus manos  y busco fijar su  mirada en los  ojos de ella,   dulzura mezclada con dolor era lo que veía en los de él, detrás de esos sentimientos una  carga  de ira contenida salpicaba su mirada, él negó con la cabeza, borrando aquél pensamiento que le turbava  y maldijo muy bajito .

Posó su frente contra la de ella traspasando el calor de su piel,  una tibieza abrumadora se colo por entre sus puros dejando su centro estático en la raíz de su dolor, su corazón; elevó un tanto su cabeza y depósito un cálido besó sobre su frente, esos labios tibios marcaron el rastro de un te quiero sin palabras ,  pensó solo un instante que la besaría, vio en su mirada la misma chispa y duda que  le aquejaba siempre, esta vez no sería distinto, se detendría ahí. Tomo su mano delgada y de largas falanges para  dejarla posada sobre su pecho duro, ella sintió el brioso latir de un corazón descontrolado que marcaba presencia, el latido galopante de su marcha traspasaba la tela de su camisa blanca,  podía sentir en las yemas de sus dedos la vibración de éste,  un olor a madera de cedros embriagó sus sentidos , mientras él acercó sus labios tentadores a su oído para decirle: - Es tuyo por siempre - , sus palabras la quebraron en mil pedazos , arrasando con su alma despojada del cuerpo y a pesar de lo dicho él no miro atrás,   solto su mano y dio media vuelta.

Comenzo a caminar alejando sus pasos de ella,  con las manos metidas en los bolsillos,  ella podía adivinar qué las escondía para no mostrar la ira que encerraban sus puños apretados,  la cabeza gacha y los hombros caídos, le decía que el dolor era compartido, quiso correr y detenerlo, besar su boca y sentir el sabor de sus labios, en cambio se quedo allí con su vestido verde pera, meciéndose con la brisa de la tarde, habitando un cuerpo sin alma,  porque la suya se la llevaba aquél que precisamente debía salvarla.  Dios, la vida, el destino o el mismo  la retiraban de su camino. El tiempo daría paso a la aceptación,  borraría el sabor amargo de la pena,  se adaptaría a verle desde lejos,  pero el amor que la consumía dormiría con ella para siempre.

Helena espero que el par de ojos que vigilaban toda la escena se retirarán, aquéllo no ocurrió. D siguió alli de pie al costado de los sauces que rodeaban la Parroquia observando como el amor de Helena daba un paso al costado y como Andros dejaba escurrir su fe entre las lágrimas. Era cuestión de esperar.

Después de ese día,  ella sólo se dejo llevar por la pasión de D con eso le bastaba para respirar.

Se puso de pie y se empujo mentalmente a seguir las rutinas todo debía llevarse a cabo igual,  el hombre es un ser de costumbres,  dormir,  comer, asearse,   interactuar con otros,  cuando éstas se extravían nos limitamos a sobrevivir, ella conocía bien aquéllo, no podía permitirse flaquear mas. 

Después de desdibujar un plato casi intacto de vegetales y llevarlo hasta el lavaplatos las manos le temblaron y lo que sujetaba entre éstas se soltó reventando contra el estéril piso de cerámica,   transformándose en pedazos dispersos por la cocina, miro hacia el exterior de casa, el sol comenzaba a desaparecer por completo, otra noche de incertidumbre y espera le avecinaba en completa soledad,  una peculiar sombra se proyectaba debajo de los árboles de magnolias pareciendo cobrar vida, entonces  un dolor agudo la aquejo sobre el pecho, una inexplicable angustia le cortaba la respiración, sintió el pulso acelerado y los deseos de deglutir lo ingerido hicieron eco en su tráquea, impulsandola a correr hacia el baño del  dormitorio, hincó las rodillas y vaceo el contenido del estómago.  Y la sensación de miedo comenzó a presentarse.

Hizo ahínco de las fuerzas que le quedaban y se puso de pie, un impulso superior la dirigía con pasos cortos y lastimeros hacia el mueble de su tocador,  abrió la puerta falsa que ocultaba la  caja fuerte  tras el espejo de este,  pensó en las innumerables ocasiones que le vio allí guardando sus secretos y D era un hombre que guardaba muchos; nunca antes se atrevió a revisar ni por simple curiosidad, lo que allí habría era parte de él,  una parte que no deseaba compartir con ella. Solo por está vez, pasaría a llevar su intimidad,  repaso todas las combinaciones de sus claves ,siempre eran las mismas, hasta acertar con la correcta,  al abrir y ver en el interior de ésta, un grito ahogado se llevó sus últimas esperanzas, el vacío quebró su espíritu,   sólo  una nota sujeta con pegote se hallaba allí,   la que decía: Perdón mi amor y Hasta pronto. ..  supo que un dolor mayor la aplastaria por completo.

Se tumbo en el piso con el papel arrugado en la mano y comenzó a llorar,  D la había abandonado para siempre, las lágrimas dieron paso al cansancio, ese que pesa y te deja exhausto, al que le sucede el sollozo y la melancolía,  cuando ya sus párpados hinchados no pudieron seguir con la batalla del dolor,   sin previo aviso, el sueño la venció,  arrastrando sus pensamientos a un momento de paz. El cuarto se percibía más frío , su piel se contrajo por éste,  y su sistema de a poco comenzó a incorporarse  de  pronto unos pasos fuertes comenzaron a hacer eco al interior de la casa, los sintió moverse y  sintiendolos cada vez más cerca, sesando de pronto, descubrió al dueño de los mocasines que la tomaron por sorpresa, su hermano Teo. Levanto la vista y la fijo en su semblante, sus ojos rojos, las marcas de bolsas pronunciadas,  la barba incipiente,  se veía a leguas la falta de sueño y su estado no era visiblemente mejor que el de ella. Quizo preguntar el por qué de su presencia,  esconder el sol con un dedo  si hacia falta, pero una vez más no hizo nada, se quedó en la orilla de la intención de ejecutar,  volviendo a su puesto pacífico de espectador. Cuando Teo se agachó para alcanzar su posición,  ella hundió la cabeza en su pecho y maldijo a gritos. D había jalado el gatillo.

Teo la abrazo con toda la calidez de su alma, daría parte de su vida por no verla derramar más lágrimas,  pero aún lo peor estaba por llegar. Ella se sostenía en pie por inercia,  los brazos de su hermano eran sólo un anclaje pasajero,  los que ella necesitaba para salir a flote estaban en el cuerpo de Andros y eso era un desear en  vano.

La cuenta regresiva había dado inicio y ella se encontraba adormecida ante la realidad que se le avecina.

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