CAPÍTULO 6

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LEXA Y CLARKE

Al final, ese viernes fueron a cenar.  


Lexa estaba nerviosa, muy nerviosa. Su casa parecía un gallinero. Todas sus amigas estaban revolucionadas,  expectantes y excitadas ante su cita con Clarke.   Ni se acordaban cuándo Lexa había tenido su última cita, así que Raven, Luna y  Anya, le hablaban todas a la vez.  Todas opinaban de todo.  Una decía que mejor que se pusiera un vestido,  otra que ni hablar, que mejor el traje-pantalón gris de rayas,  una decía que se alisara el pelo,  otra que se lo ondulara,  una que se maquillara más,  otra que no se maquillara tanto....  ¡le iba a estallar la cabeza!   Todavía faltaba una hora para la cita,  pero si seguía así iba a llegar tarde. Así que las fue besando una a una y las fue arrastrando hasta la puerta de casa.  Las despidió amablemente y se sentó un minuto en el sofá, todavía con la ropa de casa puesta y sin tener muy claro qué ponerse, cómo maquillarse y lo que era peor aún, sin tener claro siquiera que ella tuviera suficiente encanto personal como para lograr retener a la rubia por más de una cita....   Tenía que tranquilizarse. Ni siquiera recordaba cuándo había sentido una sensación parecida.  Mejor dicho,  ni siquiera recordaba haber sentido nunca una sensación parecida.   Hacía bastante tiempo que nadie le había gustado tanto como la rubia.  Unas cuantas horas con ella en ese bar habían sido más que suficientes para que Lexa añorara su contagiosa risa,  el brillo que le cruzaba los ojos cuando hablaba de algo que le entusiasmaba,  su voz ronca acariciándole los oídos o el delicioso perfume de su piel invadiendo sus sentidos.  Bastante nerviosa estaba ella ya como para aguantar la agitación que las chicas habían creado a su alrededor.  Adoraba a sus amigas, pero no necesitaba tres madres más.  Respiró profundo y comenzó a prepararse.  Era coqueta y le gustaba ir arreglada.  Solía preferir un estilo más informal.  Pero ese día no solo quería estar guapa, quería estar espectacular.  Quería gustarle.  Pero se veía flaca y largirucha.


Clarke, por su parte, estaba igual de nerviosa. Tenía la mitad del armario desperdigado encima de su cama y le había costado horrores elegir qué ponerse.   Quería estar espectacular.  Pero se veía paliducha y poca cosa comparada con la castaña de los ojos verdes con la que iba a verse luego.  Eligió un vestido azulón de media manga, zapatos, medias y abrigo negro.  Y se dirigió a pie al restaurante donde habían quedado, puesto que estaba muy cerca de su casa. El paseo le iría bien para calmar sus nervios. Hacía muchísimo que nadie le interesaba como Lexa.  Era tan dulce. La tarde que pasó con ella en aquel bar le bastó para darse cuenta de que se encontraba ante una persona leal, responsable,  inteligente,  integra... todo lo que llevaba tanto tiempo buscando.  Lexa, desde luego era una persona especial y Clarke no quería hacer nada que pudiera arruinar su cita. Por eso, ahora estaba nerviosa, muy nerviosa, porque no quería fastidiarla, quería gustarle a Lexa y que le diera así una oportunidad de conocerse mejor.  Mientras caminaba por la acera ya cerca del sitio donde habían quedado la vio aparcando su coche. Se paró a contemplarla y la observó bajar del vehículo;  llevaba un espectacular traje de pantalón y chaqueta color marengo que se le ceñía al cuerpo como un guante.  Y Clarke pensó que no se podía estar más linda. La vio recoger su gabardina y pararse en la acera para tomar aire. La vio suspirar y mirar al cielo.  Se la veía nerviosa y Clarke se derritió por dentro.  Era una monada. Había estado esperando muchísimo tiempo para encontrar alguien especial y estaba segura de que ella podría serlo. Por fin su princesa encantada y encantadora.  Se sintió dichosa.


La cena transcurrió agradable y distendida.  Del restaurante fueron a tomar una copa. Le gustaba cómo la miraba a los ojos cuando hablaba, le gustaban sus gestos tímidos y sus manos grandes de largos dedos,  le gustaban sus preciosos ojos verdes  y ese cuerpo atlético que adivinaba debajo de su ropa,  le gustaba su cabello brillante y alborotado y ese rubor que asomaba a sus mejillas de vez en cuando.  Esa noche, cuando Lexa la acompañó a casa, al despedirse, la besó dulcemente y supo que su búsqueda había acabado.

AACLARKE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora