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El día en que aquella chica se acercó para hablarme fue diferente.

Tal vez lo diferente era bueno.

No fue una gran charla, ella solo no sabía dónde tomar el colectivo hasta la casa de su abuelo. Pero me sonrió y aquella sonrisa me inundo de calidez.

Llevaba una cadenita en su cuello que decía Alicia, por lo que se supuse que ese era su nombre.

Amigo de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora