Soltó la bolsa de las velas y puso ambas manos en mi cintura.

- Eres un pendejo –Me reí

- A veces –Rio también

Se sentó en la arena y me jaló para que hiciera lo mismo.

- Seamos pendejos juntos y dejémoslos a oscuras un rato –Asentí divertida

- Ok, pero diré que todo fue tu culpa –Reímos

- Tienes algo aquí –Puso el índice en mi esternón, miré el lugar donde se suponía tenía algo y lo subió paseándolo desde mi barbilla hasta la punta de mi nariz, típica broma de niños

- Y tú aquí –Puse mi dedo entre sus cejas– ¡Ah no! Espera... Está vacío –Se carcajeó

- Cierra los ojos –Parecía tener algo en la mano

- Ni loca, seguro encontraste un animalillo –Dije alejándome un poco de él

- No sería capaz –"Si claro"

- No, ya vámonos –Dije aquello sin intenciones reales de levantarme

- Cierra los ojos –Seguía empuñando algo y de nuevo se acercó a mí, su cadera estaba junto a la mía

- Júrame por tu madre que no es un bicho –Acercó el puño a mi cara

- Lo juro –Susurró a mi oído

- Está bien, pero si es un bicho, ten por seguro que pierdes mi confianza para siempre –Asintió

Cerré los ojos y sentí el calor de su mano cerca de mi cara, estuve muy entada a abrirlos, seguía creyendo que era una de sus bromas, se movió un poco, lo escuché y sentí sus movimientos cerca. Pasó la palma se su mano muy cerca de mi cara y luego pegó sus labios a los míos. Lo seguí sin abrir los ojos y enredó sus dedos en mi cabello.

- Lo siento, es que te veías tan simpática esperando algo con los ojos cerrados que no pude ponerte el grillo en la cara –Dijo con su cara aún a centímetros de la mía

- Eres un pendejo –Rodé los ojos

- ¿Quieres volver?

- No Rodrigo, prefiero quedarme aquí toda la noche –Dije con ironía

- Jess –Me detuvo

- Qué.

- Te ves bien bonita cuando te enojas –Dijo levantándose y tomando la bolsa con velas

- Pendejo –Me agarré de su camiseta una vez más y caminamos hasta la casa

Llegamos y ellos ya habían encendido la chimenea para tener un poco de luz, por lo menos en la sala, la mayoría se quejaban porque sus móviles estaban muertos y no podían vivir sin ellos.

- ¿Se fueron a hacer las velas? –Se burló Luciana

- No las encontrábamos, estaba muy oscuro –Aclaró Roger

- Seguro –Nadie nos creyó

Miré mi móvil, seguía vivo y tenía varios mensajes de mi madre, disculpándose por haberme tratado de esa manera al teléfono, si se enteraba que le había mentido, tenía calabozo seguro.

[MAMÁ]

JESSICA: Olvídalo mamá, todo está bien :)

MAMÁ: Eso espero Jess, me duele mucho que estemos peleadas y no quiero que si quiera se cruce por tu cabeza la idea de alejarte de mí e ir a vivir con tu padre.

JESSICA: Lo hablamos después.

Ni loca o ebria pensaría en irme a vivir con mi padre y esa mujer, todo sería diferente si hubiera estado solo, pero no, tenía a una gata y un hijo con la gata, que por cierto era niño.

Querido PsicólogoWhere stories live. Discover now