Un poco de nieve no molesta a nadie.

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Ella suspiró y me miró con desaprobación, entonces volvió a subir a la niña.

- Vamos a casa Emi, seguramente mamá tiene una gran bandeja de galletas.

- Hey Sia - dijo Tucker yendo hacia ella - ¿Vendrás a vernos este sábado no? Necesito a mi fotógrafa estrella.   

 - No me lo perdería por nada Tuck... y... ¿Irá Sarah? - por su tono eso no la pondría muy feliz.

- No creo - se limitó a responder él. Sería interesante entender de qué estaban hablando... 

- ¿Pasó algo? - preguntó ella

- No... no es nada...

- Oh vamos Tuck somos... ¡PAUL, TAYLER, DEJEN ESO AHORA! - gritó de pronto y salió corriendo en dirección a donde estaban los gemelos, que vaciaban unos cubos de basura para usarlos como escudos en una guerra de bolas de nieve. Unos momentos después los dos iba de cada mano de Sia con mala cara.

- ¡Lo siento señor Benneton! ¡Juro que luego regresaré a juntar todo! - gritaba Sia mientras arrastraba a los niños - Cuando le diga a su madre de esto estarán castigados de por vida ¡Olvídense del inverno ustedes dos!

- Hey no seas tan dura con ellos, solamente se estaban divirtiendo - dije poniéndome delante de ella. Me lanzó una mirada furiosa pero no me dijo una palabra.

- Lo siento Tuck, tengo que irme... Mañana hablamos y me cuentas todo. Nos vemos.

Y sin más se fue calle abajo. Los gemelos me miraban con la boca abierta pero Sia no me diriguió una sola mirada.

- ¿Lo viste? - preguntaron los dos al mismo tiempo - ¿Tu lo viste Sia?

Todo el camino a la casa fue en silencio, y al llegar pude escuchar que ella se excusaba e iba a su cuarto. Me fui hasta su ventana y la vi lanzarse en la cama. Pensé por un segundo en olvidarme de todo eso, tal vez... tal vea no era ella. Es decir, fue hace tanto tiempo... pero tenía la sensación de que estaba en lo correcto. Inspiré y toqué su ventana, era obvio que no le gustaba que entre así como así.  Nadie respondió, insistí y la ventana se abrió sola.

Abrí, de pronto el cuarto me pareció más oscuro que antes, lentamente me asomé y cuando mi cabeza pasó la ventana un almohadón voló hacia mí.

- ¡Hey!

- ¿Qué quieres? - me preguntó ella sentada en la cama, mirándome como si de pronto tuviese la culpa de todos sus problemas. Apenas me moví y ella levantó otro almohadón.

- ¡Espera! Solo quiero hablar - y lentamente entré. Ella dejó la almohada y se quedó sentada en la cama, pero siempre con esa mirada acusadora... me recordaba a la de Norte, la odiaba.

- Te escucho.

- Mira... creo que empezamos mal... - ¿Qué diablos podía decir? Ni siquiera yo sabía bien porqué estaba allí - yo solamente quería hablar, eso es todo.

- ¿Y por eso me persigues?

- ¿Crees que es fácil encontrar a alguien para charlar? ¿Cuántas personas crees que me vieron hoy, o ayer por la noche? Solamente los que creen en mi pueden verme, escucharme, para todo el resto del mundo no soy con suerte una brisa al pasar - bien, eso era mucha información... ¿Por qué diablos le dije todo eso? - Nunca tuve una oportunidad como esta...

- ¿De hablar con una chica?

- De mi edad, jamás. Y si, los niños son adorables pero no tienes grandes conversaciones con ellos, a menos que te interesen sus juguetes o escuchar todo el tiempo lo asombroso que eres - con la punta de mi hoz toqué su ventana y se cubrió de una finísima capa de escarcha.

- No veo que eso sea un problema para tí - dijo ella cruzándose de brazos y mirándome con suficiencia. Me reí.

- Ya te dije, solamente tenía curiosidad. No quería molestarte.

Por primera vez, ella bajó la mirada y jugueteó con el cubrecama. Yo seguí mirando su cuarto, no tenía muchas cosas, salvo fotos, unos patines colgados en la puerta, unos roller en el suelo, ropa y un escritorio lleno de papeles y libros.

- Bueno... oh bien tú también me das curiosidad - dijo y aunque se sonrojó volvió a sostenerme la mirada -. Es decir, ¿Cuantas oportunidades tienes para que nieve en tu cuarto?

Dejé que unos pocos copos aparecieran y ella sonrió, después me miró con curiosidad.

- ¿Puedo preguntarte algo? - asentí - ¿Qué tal es volar?

Su expresión era la de una niña, hice una mueca y pensé la respuesta. Miré hacia afuera, estaba por oscurecer, entonces se me ocurrió una idea.

- Ven y dímelo tú  - dije extendiendo la mano. Ella abrió mucho los ojos y apenas negó con la cabeza.

- ¿Salir? ¿De noche? ¿Contigo?

- Vamos ¿A qué le temes? - insistí mientras abría la ventana y me sentaba en el alfeizar - No te dejaré caer si es lo que piensas.

Ella miró mi mano un momento, después su puerta y luego a mi otra vez. Tomó el gorro que había sobre la cama y dando un suspiro se puso de pie.

- Debo estar totalmente loca - entonces la tomó. Puso un pie en el alfeizar y se agarró de mi cuello, miro hacia afuera. Yo quería reírme pero me sentía un tanto nervioso -... muy loca.

- Tranquila, ya he hecho esto.

- ¿Si? 

Asentí, en realidad... nunca había volado con alguien tan grande. Inspiré hondo y me elevé, ella se aferró más a mí, aunque no se había movido todavía.

- Será divertido, confía en mí - dije - Sujétate y... no grites por favor.

Inspiré fuerte una vez más y salí como un rayo.

Me llamo Jack Frost, ¿Y tu?Where stories live. Discover now