Capítulo 38: Oh, querido karma, gracias por destruirme.

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Intenté escapar del agarre, pero solo provocaba que me golpearan en la cara o jalarán con fuerza el cabello. Chispas blancas empezaron a hacer presencia en mi campo de visión.

—¡Son unos enfermos! —grité intentado arañar al chico de cabello rubio que tenía sus manos presionando en mis hombros.

—Esto es por todas las humillaciones, por todo el dolor que me hiciste pasar—contestó Verónica—. No te hagas la mosca muerta.

—Esto es porque jugaste conmigo—declaró Max, sus ojos verdes, para nada comparados con los de mi chico de los audífonos, llenos de odio y furia.

—Esto es por todo el infierno en que me hiciste vivir hace tres años—replicó Regina empezando a cortar mi cabello, de forma impar, dejándomelo un poquito debajo de los hombros.

—¿Y crees que eso me va a matar? ¡Vaya! ¡Que maquiavélicos! —comenté sarcástica, luego recibí una patada dirigida al estómago y sentí el hierro de mi sangre en mi boca.

—Ahora, desfigúrale su linda carita—declaró Verónica, pero su secuaz de ojos azules y cabello castaño no estuvo de acuerdo.

—No, Chad me odiará—agregó Regina después de negarse ante la idea de la loca de Verónica. Ambas eran un par de locas, psicópatas.

—JA, me das risa, de todas formas te odiará por todo el daño que me han hecho—comenté mareada.

—¿Sabes? Para él eres un ángel, eso me da una idea, ¡Espiritualmente te cortaremos tus alas! —canturreó Regina, alguien me levantó la camisa de la espalda, y como estorbaba, al final me la sacaron a fuerzas y en contra de mi voluntad.

Sentí las yemas frías de Regina acariciar mi espalda, luego se detuvieron a cada extremo superior de mi espalda, por los omoplatos, Verónica le entregó la navaja y empezó a cortar.

Un ardor violento me sucumbió por el lado derecho, me retorcí y gemí de dolor, mareada y a punto de perder la conmoción de las cosas.

—Cada rayón es por cada herida que me infligí hace tres años, por ti—declaró una Regina sonriente.

Luego siguió con el lado izquierdo.

—Dale, ¡Llora y ruega piedad por nosotras! —exclamó Verónica volviéndome a patear en el estómago.

—Vete al infierno, mierda enferma. —Fui capaz de responder mientras mis lágrimas salían sin poder controlarlas, dolía, ardía demasiado.

Y pensé: "¿Este es mi karma? ¿Por todo el daño que le causé a tantas personas en el pasado? No dudo en que me lo merezco si fuera el caso, pero no a manos de estas personas, no ellas, prefiero algo peor".

—¡Que obra de arte más hermosa! Míralo, Vero—exclamó Regina aplaudiendo mientras caminaba para quedar frente a mí.

La chica de ojos azules sonreía en diversión, parecía maravillada por la escena, yo toda herida, sin camiseta, con morados surgiendo en mi abdomen y pecho a la par con mi cara y piernas, ni hablar de la sangre en mi nariz, espalda y boca, o cabeza. Sentía que podía caer en cualquier momento. La oscuridad me perseguía y yo luchaba por alcanzar ese rayo de luz, esa esperanza de seguir con los ojos abiertos, para no rendirme, para seguir luchando...

—Ahora es mi turno—declaró Maxon con una sonrisa delatora de morbosidad. Me soltó de los hombros y empujó contra la pared—acto que aumentó el ardor en mi espalda—, él empezó a desabrocharme la falda, pero yo intenté resistirme con las pocas fuerzas que me quedaban, ganándome golpes en la cabeza contra la pared tantas veces que empecé a perder el conocimiento y lo último que vi sobre el hombro de Max, fue a una silueta alta entrar en el baño y acercarse a mí.

El chico de los audífonos. [Borrador].Where stories live. Discover now