El incidente

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Hermione deseaba que sus sentimientos fueran sólo un encaprichamiento, pero no. Todo tenía que ser siempre más complicado de lo que quería. Por supuesto, sus hormonas y emociones estaban en caos después del pequeño percance con el profesor Snape. No podía creer que la había tocado de buen grado. Su corazón revoloteaba y sus rodillas se sentían débiles.

Echó una mirada en su dirección y lo vio sentado detrás de su escritorio mirándola directamente a los ojos. Abrió tanto los ojos por la sorpresa que se hizo daño, provocando que el profesor levantara elegantemente una ceja hacia ella. Enrojeció y rápidamente volvió a mirar su poción, pero sentía su mirada fija en cada uno de sus movimientos.

– Interesante – susurro para si el profesor.

Severus se preguntaba que podría estar pasando por la cabeza de la chica justo en ese momento. No sería difícil averiguarlo, pero no quería invadir su privacidad. Poniéndose de pie volvió a pasearse entre sus alumnos hasta que se encontró detrás de ella nuevamente. Esta vez ella parecía estar más alerta porque se tensó visiblemente.

– Señorita Granger, ¿me podría decir por qué la encuentro mirándome con tanta frecuencia?, ¿hay algo que quiera decirme? – susurró en su oído, sonriendo cuando notó la mirada de pánico en su cara. Pensándolo bien, podría tener algo de diversión con esto.

– No señor, nada en absoluto – dijo con firmeza, aunque él pudo detectar el leve titubeo en su voz.

– ¿Es así?, entonces, ¿por qué me mira constantemente? – preguntó, moviendo su cuerpo un poco más cerca de ella. Hermione soltó un pequeño suspiro, casi inaudible, pero él estaba lo suficientemente cerca para escucharlo.

– No lo sé ... yo ... tengo que terminar esto señor – dijo sin aliento.

– Termínelo entonces

– No puedo con usted sobre mi – respondió en voz baja.

– Soy su profesor, es mi trabajo estar sobre usted – dijo, volviendo a su tono frío, pero lo suficientemente bajo como para que sólo ella lo escuchara.

– Lo siento – dijo ella rápidamente, mientras añadía su siguiente ingrediente con las manos temblorosas.

– ¿Qué opina de mi, señorita Granger? – Susurró, sus ojos brillaban con diversión.

Que eres caliente y me gustaría que me consumas... – No estoy muy segura de lo que quiere decir señor – respondió ella, aunque en su mente estaba diciendo algo completamente diferente.

– Yo creo que sí – se burló – me mira por una razón

Voy a perder el control si se mantiene susurrando de esa manera... – no puedo decirle señor.

– ¿Por qué no? ¿Tiene miedo de que le daré detención por sus apodos groseros y crueles que sin duda tiene para mi? – respondió

Si supiera lo que pienso de usted... – Es obvio que no me conoce muy bien. Yo no pienso mal de usted. Todo lo contrario en realidad – ella respondió con aspereza, las palabras estaban fuera de su boca antes de que pudiera detenerse y se puso rígida al percatarse.

– ¿Qué es exactamente lo que quiere decir con eso? – preguntó con más fuerza. A Hermione le resultaba difícil apartar la mirada de esos hermosos ojos ónice.

– Sólo que no pienso tan mal de usted, como parece pensar que lo hago – le respondió rápidamente y se alejó antes de que pudiera utilizar legeremancia en ella.

Después de mirar su rostro enrojecido un momento, se puso de pie con la espalda recta. Decidió que tal vez no era una buena idea saber lo que pensaba de él. Parecía estar dando lugar a algo inadecuado y no estaba seguro de que eso era una idea sabia. Se alejó en silencio tan absorto en sus pensamientos que no oyó a la señorita Granger murmurar obscenidades.

Después de eso hubieron varios minutos de silencio antes de que se escuchara una fuerte explosión. La clase se agachó, ya que al momento de que el caldero de Neville explotó, enviando la poción por todo el salón de clases. El humo envolvió la habitación y tomó varios minutos para disiparse. Todos miraron alrededor de la clase y encontraron que había dos Gryffindors y un Slytherin que ahora eran niños pequeños.

– ¡Oh, no! Neville debe haber añadido los ingredientes equivocados. – exclamó Hermione, viendo las pequeñas versiones de Seamus Finneagan, Neville Longbottom y Pansy Parkinson. Ella volteaba a buscar al profesor Snape, hasta que sus ojos se posaron sobre una pila de túnicas negras en el suelo delante del escritorio. Se acercó y su boca se desencajó junto a la del resto de la clase.

De pie, delante de ellos con el ceño sumamente fruncido se encontraba Severus Snape de aparentemente tres años de edad y completamente desnudo. La clase se derrumbó por completo, había tres niños pequeños y desnudos corriendo por todo el salón y el profesor completamente enojado sobre sus ropas. Volteo a verse a si mismo y su boca formo una perfecta o.

Puta mierda...


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