II

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María se encontraba admirando la belleza de la persona frente suyo. En su boca se formaba una sonrisa de adoración total. Sus ojos brillaban y sus dedos oprimían suavemente sus labios queriendo encontrar algún contacto sobre ellos. No lograba escuchar lo que decía, sus ojos sólo se centraron en el movimiento de los labios de la otra chica, asintiendo de vez en cuando si era necesario para que siguiera en su trabajo.

Decidió que ya era hora de dejar de babear y no accionar. Interrumpió los alaridos que aún no concluían de la otra.

-Ya Melo, calla ya mujer.
Su sonrisa no desaparecía.

La otra chica olvidó sus reclamos y fijó su vista al fin en la pequeña que se encontraba ahora mismo en el marco de su habitación, apoyada con una pierna y la otra cruzada sobre la anterior. Melo admiró como la más pequeña estiraba con sus dedos sus rojos labios mientras la miraba fijamente. Decidió acercarse.

-María, joder. Deberíamos haber tenido en cuenta que quizás llegaría. Nunca podemos decir que algo es imposible. Ahora tendremos que cumplir. ¿Estás de acuerdo con esto?-su rostro mostraba preocupación, atiné a reír ligeramente.

-Yello mello. Claro que sabía que cabía la posibilidad de que se cumpliera el reto. Igualmente la idea me parece tentadora, ¿a ti no?

Melo se impresionó un poco, se quedó allí, estática. Esperó un "que es una broma, tía" o algo por el estilo. No llegó, aunque espero unos segundos, no pasó.

Intentó cuestionar el accionar de María, pero no la dejó. Sus manos se envolvieron en la cintura de la más alta. Tiró hacia ella su cuerpo y lentamente se fue acercando al rostro de la otra. Caminaron lentamente abrazadas hasta apoyarse en una pared firme que le diera seguridad. Melo aún se encontraba un tanto desorientada y no sabia que hacer. Así simplemente se dejó llevar de aquí para allá por la más pequeña.

-¿Qué estás haciendo, María?

No quería contestar. La más alta no se cansaba de hablar y la otra no quería escuchar. Deseaba otra cosa, pero Melo parecía no entender.

-Madre mía. ¿Hasta cuándo vas a hablar? Que te calles, no quiero más preguntas, por favor. Déjate llevar por esta preciosura.

-Pues ya está. Dime qué quieres de una vez. No me agradan estos juegos.

En el fondo sabía que le gustaba aquello, pero la exasperaban y eso no estaba dentro de sus planes. Sabía lo que quería María, pero también quería escucharlo de sus labios.

-Dio' mío. Ven, la impaciente.

María decidió actuar ya. Muchas palabras, pocas acciones. Esto tampoco era lo que quería, ambas lo sabían.

Melo cerró sus ojos. Esperando el impacto. Tardó. Abrió nuevamente sus ojos y ya tenía el rostro de la otra frente suya, muy frente suya.

Nuevamente cerró sus ojos y sintió el impacto de los rojos labios de la más pequeña. Decidió moverse un tanto, ella debía dominar siempre.

María ya estaba acorralada, contra la pared y contra el cuerpo de Melo. María tomó entre sus manos ese corto cabello que tanto le gustaba, tanteando la gorra que faltaba. Se separó.

-¿Dónde has dejado tu gorra?

-Pues por allí, yo creo. ¿Sobre el sillón? ¿Cama? Yo que sé.-dijo frunciendo el entrecejo.

-Melo, me encanta como te ves con gorras. Ponte una por favor.

Obedeció sin entender sus extrañas obsesiones. Salió corriendo en busca de dos gorras.

Cogió dos negras. Puso una sobre su cabeza, esta tenía un pequeño detalle en blanco. Acomodó sus cabellos sobre su frente, dejándolo tal como un flequillo doblado. Le entregó el otro a María. Las dos se encontraban ahora con sus respectivas gorras, mirándose a los ojos profundamente.

-Ya está. ¿Ahora?

María no podía creer lo hermosa que se veía con ellas puestas. Se inclinó fuertemente hacia sus labios, plantando un beso desesperado. Esto le causaba Melo en su interior, una extraña sensación de desespero.

La más alta ya estaba enganchada. Apretó más contra si el cuerpo de la más pequeña. Saltó un tanto, estaba subiendo de intensidad.

-Cadepeee.-susurraba mientras interrumpía el beso con pequeñas sonrisas que hacían sonreír a la otra también.

Las sonrisas se hacían presente cada tantos segundos.

-Acompáñame a mi cama.

Melo recordó la anécdota ocurrida en el Ártico que contó Cadepe en el vídeo. Decidió atender a aquella situación en ese momento.

-¿Así que un peo, ¿eh?-habló abriendo las sábanas de su cama.

Cadepe rió. Sus carcajadas resonaron en el piso y con sus manos tapó su boca. Melo sintió ternura y tomó por la cintura a la antes nombrada, lanzándose con ella hacía la cama.

-Eres guapísima, joder. Y molas con tu gorra.-habló riendo Melo.

-Que te calles. Sé que de un momento a otro vengo con que adoro las gorras, pero sólo adoro las gorras que usa la youtuber esa "Melo Moreno" de la cual estoy completamente obsesionada.

-¡María! Ya deja.-se avergonzó, mejillas al blanco total pero realmente avergonzada.

-Estás muy guapa hoy.-susurró atrapando los mofletes de Melo con sus dedos.

-Qué hice para merecer esto.-
Hizo un intento de soplar alto, puso sus ojos en blanco, moviendo sus pestañas de arriba a abajo.

-Utilizar estas gorras hasta enamorarme y dejarme tonta. Y estos mofletes. ¡Ay! que me encantan.-no dejaba de apretarle las mejillas.

Melo sonrío otra vez. Aunque doliera sus mofletes amaba que María estuviera así de cariñosa. Susurró sobre sus labios antes de besarla nuevamente.

-A mí también me encanta como te quedan mis gorras, deberías usarla todos los días para mi, Cadepe.

Así siguieron dándose mimos hasta que el sueño llegó. Sus párpados se cerraron y sus gorras chocaron, uniéndose una vez más.

tus gorras {OS}Where stories live. Discover now