Las Totoras #campFireGhost

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La época estival arribó a la localidad de San Pablo. Muchos eran los niños que ansiaban la llegada del verano, el mismo que era sinónimo de diversión. Varios centros ofrecían diferentes tipos de entretenimiento para los pequeños de la casa. Entre ellos el campamento Gotitas de Luz, que tenía a su cargo un total de treinta y seis niños que rondaban los seis y  trece años.

El primer día fue de interacción social. Los demás días, pintaron, jugaron e hicieron otras actividades típicas de esa edad.    

Un poco más de alegría no les vendría mal antes de que todo terminara...  

El penúltimo día, antes de cumplirse las dos semanas, los adultos a cargo les dieron a escoger a los niños lo que querían hacer como actividad final. Unos se decidieron por una visita al zoológico. Otros por ir a ver el último estreno infantil en el cine del pueblo. Y otros se decantaron por acampar en algún lugar del bosque.  

Raúl  y Tomás fueron los encargados de llevar al grupo de niños de excursión.
Después de una considerable caminata, hicieron una parada frente a unos frondosos árboles de pino, para recuperar el aliento. Llevaban algunos kilómetros recorridos sin encontrar un sitio idóneo donde asentarse.  

—¿falta mucho?— preguntó jadeando, Benjamín. Gotas de sudor descendían por su frente, perdiéndose entre las pecas que le salpicaban el rostro.  

Raúl sacudió la cabeza. Era la cuarta vez que le preguntaba lo mismo. Era un niño curioso y demasido preguntón,  pero ¿Qué niño no lo era. Optó por no responder esa vez y en lugar de ello observó alrededor: los árboles y la tierra que los rodeaba. Parecía un lugar seguro. Aunque prefería una zona más despejada, tendrían que conformarse con aquel sitio. Los niños se veían agotados.
Entonces, cuando iba a dar la voz para levantar las carpas, un exquisito aroma floral se coló por su nariz. Aspiró rápido y con fuerza, tratando de atrapar un poco más de ese dulce olor.  

No fue el único que notó el fragante perfume. El mismo gesto se repitió en el grupo que dirigía. Inspiraban anhelantes, mientras que con la vista trataban de ubicar de dónde provenía esa fragancia silvestre.  

—Parece que viene de ese lugar—señaló con el índice, Tomás. El segundo al mando.  

—¡Vamos, chicos! —Raúl azuzó al grupo para que lo siguieran—. A lo mejor es una zona ideal para acampar.

Aquello podría cuestionarse. Pero es sabido que las reflexiones, la mayoría de veces, suelen llegar tarde.  

Al llegar al sitio, observaron un increíble paisaje compuesto de alisos, orquídeas y una diversidad de vegetación. Era un pequeño Edén en medio del bosque.

La idílica rosaleda estaba rodeada por una planicie verde que atrajo la atención de Raúl. Decidió que esa era la área perfecta para levantar el campamento.  

—He oído hablar de este lugar. Estas son las Totoras.  Lo mejor será que nos vayamos. Aquí no es seguro— dijo Tomás, con voz temblorosa.  

—¿De qué hablas?, ¿qué puede tener de inseguro este sitio? —Raúl, extendió la mano hacia la maravillosa campiña.  

—Si no nos vamos... nosotros seremos los próximos—insistió Tomás, nervioso— ¿Acaso no has escuchado la leyenda?  

Raúl hizo una mueca de no entender.  

—Cuando era un crio, mi abuelo me contó que hace mucho tiempo los integrantes de un campamento cómo éste, murieron ahogados junto a su cuidador al intentar cruzar el río  que había crecido debido a las lluvias. Ninguno de los cuerpos fue encontrado. Se dice que, debido a ello, al no haber recibido cristiana sepultura, sus almas vagan entre el cielo y la tierra. Noche tras noche aguardan que alguien llegue a reemplazarlos en su agonía y poder ser libres. Para ello, crean el ambiente propicio para que los infortunados bajen la guardia sin darles oportunidad a reaccionar.  

CRÓNICAS NEGRAS ©Where stories live. Discover now